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La repentina interrupción de Internet el 20 de enero -debido al parecer porque el ancla de un barco segó un cable submarino-, detuvo abruptamente la actividad y cortó el acceso a las redes sociales, gran medio de contacto con el mundo exterior de este país de más de 170 islas.
"Tuvimos que aprender a hablar entre nosotros sin mensajes por Internet", dijo Joshua Savieti, quien trabaja en artes creativas. "No sabíamos nada, qué pasaba, nada en las noticias, si se avecinaba un ciclón". Llevó 13 días encontrar el fallo y reconectar Tonga, que se encuentra unos 2.400 kilómetros al noreste de Nueva Zelanda.
Durante el apagón, un pequeño servicio por satélite operado localmente ayudó a mantener una conexión limitada, pero su lentitud remitía a los primeros días de internet.
Para mantener la capacidad del servicio, las autoridades bloquearon las redes sociales, "separando" a familias y amigos de sus allegados en el extranjero y perjudicando a las empresas que operan a través de Facebook.
Para los 110.000 residentes de Tonga, fue una revelación sobre lo mucho que dependen de internet media década después de que entrara en servicio el cable de fibra óptica de 827 kilómetros.
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Algunos hicieron cola durante horas para acceder al servicio de satélite, pero otros optaron por salir a pasear y relacionarse. "Me pareció que era bastante bueno verse obligado a abandonar Internet y hablar con la gente de nuevo, salir y ver qué hacían", dijo Savieti. "Mucha gente salió, fue a los bares... todo estaba lleno".
Cerrado por trabajo
El apagón, sin embargo, pudo tener consecuencias peligrosas. Así, por ejemplo, las reservas de medicamentos alcanzaron niveles peligrosamente bajos y el ministerio de Sanidad perdió el contacto con las islas más remotas del país.
Para Tonga, que depende en gran medida de los lazos internacionales para los suministros diarios, así como de los ingresos vitales del turismo, quedarse sin internet supuso serios problemas.
Los bancos no podían procesar transferencias de dinero, dejando en la estacada a familias que dependen de los ingresos de familiares que trabajan en el extranjero.
Sam Vea, agente de Tonga del gigante mundial de carga DHL, dijo que la primera semana la interrupción creó "problemas importantes" para la compañía.
"No pudimos despachar nuestros envíos porque teníamos que cargar documentos antes de colocarlos en el avión", dijo. Varias pequeñas empresas que utilizan Facebook para dar a conocer sus servicios no pudieron administrar las reservas en línea.
En la capital, Nuku'alofa, la operadora de casa de huéspedes Taiatu 'Ata'ata estimó que perdió reservas "por miles de dólares". Y Lee Latu intentaba dirigir un hotel en Vava'u "sin tener ni idea de si tenía reservas".
El contable Caryl Jones explicó que no pudo presentar las declaraciones fiscales mensuales de sus muchos clientes. "Tengo clientes que me envían información por correo electrónico, por lo que no pudieron hacerlo. Y tengo clientes que tienen la contabilidad en un servidor y no podían acceder" a ella.
Cuando finalmente se reparó el cable, que está unido al cable de Southern Cross que enlaza Australia, Nueva Zelanda, Hawái y los Estados Unidos continentales, surgieron nuevos problemas a medida que las personas se apresuraban a restablecer el contacto con familiares, amigos y clientes.
Así, en un juicio por asesinato en la capital Nuku'alofa, el juez Charles Cato tuvo que recordarle al jurado que sólo porque se había restablecido Internet no significaba que pudieran olvidarse del caso para usar las redes sociales.