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Una historia que narra las intenciones de paz de los campesinos en el departamento del Cauca, tras la firma del Acuerdo de Paz y la vinculación al programa de sustitución de cultivos ilícitos, muestra las dificultades que los campesinos tienen al vivir en un contexto en el que aún predomina la guerra. “Bajo Fuego”, dirigido por Irene Vélez y Sjoerd Van Grootheest, es un testimonio de cómo las comunidades afrontan una encrucijada en la que el gobierno se demora en cumplir con lo que prometió, la economía familiar está en crisis por la sustitución de la coca, el Estado reprime la movilización y las personas reciben amenazas de muerte por parte de nuevos actores armados.
La pieza audiovisual, por decisión unánime, fue reconocida como mejor documental. En palabras del jurado: “este presenta el tesón, el convencimiento y la firme voluntad de los líderes de seguir luchando por sus derechos, a pesar de las amenazas sobre sus vidas, del incumplimiento del gobierno y de la incertidumbre que generan los grupos armados que intentan apoderarse de las tierras. Consideramos que es una película urgente que ayuda a entender la desesperada situación de los líderes sociales en áreas rurales de Colombia”.
El documental narra las ilusiones de Briceida y Leider, una pareja de campesinos que ven una esperanza en la firma del Acuerdo de Paz, pero que al cabo de un año no ven garantía alguna frente al cumplimiento de lo que se pactó. Por su parte, la historia de Wildermar es la de un joven coordinador de la Guardia Campesina. Él busca fortalecer el control territorial y facilitar el acceso de campesinos a una Hacienda de terratenientes de la zona. Sin embargo, las amenazas que recibe por parte de grupos armados, así como el asesinato de uno de sus amigos de la guardia, lo orillan a abandonar su función. Finalmente, Gustavo, líder de la organización social campesina, es portavoz de la experiencia de vivir un secuestro y de la de considerar el exilio como única alternativa para sobrevivir.
En palabras de Irene Vélez, para El País, de Cali, “el documental fue filmado a lo largo de tres años en los municipios de Corinto y Miranda. Allí estuvimos durante tres años acompañando a cuatro familias campesinas, cuatro núcleos narrativos, que nos permitieron aproximarnos a una curva de mucha ilusión. Luego vino la espera, acompañada de las frustraciones que trajo consigo el proceso, y el resurgir de la violencia en el territorio”. A esto se le suma lo que Vélez afirmó a Verdad Abierta, cuando le preguntaron sobre la expectativa que tiene con el documental: “Para nosotros es muy importante que tenga visibilidad aquí en el país, que permita que este tema tan difícil para las comunidades sea hablado, dialogado, sea puesto en otro nivel de la opinión pública. Ese es nuestro primer objetivo. Y luego queremos hacer un recorrido por distintos festivales internacionales, en especial los relacionados con derechos humanos”.