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"Jamás traicionó sus principios, y eso me pareció maravilloso", resaltó la escritora y traductora en la presentación de la exposición de fotografías "Borges & Kodama: Infinito encuentro" en el Centro de cultura contemporánea La Térmica de Málaga (sur de España).
Borges iba a ser nombrado doctor "honoris causa" en la Universidad de Chile y era "parte del protocolo" que en el acto estuviera el presidente del país, "como ocurrió con Mitterrand en Francia o con el marido de la reina en Inglaterra".
Cuando le pidieron desde Suecia que no viajara a ese país, el escritor "escuchó en silencio" y contestó: "Le agradezco, señor, lo que acaba de decirme, pero hay dos cosas que un hombre no puede permitir: sobornar y dejarse sobornar, así que iré a Chile. Buenas tardes", relató su viuda.
"Después me abrazó y me dijo: 'Sigamos leyendo'", añadió Kodama, que cree que fue "uno de los pocos escritores que en vida pudo ver su obra instalada mundialmente en lo más alto".
Sin embargo, Borges "nunca creyó en eso, decía que la gente era amable y cariñosa y le veía como un viejo mito, pero no se vanagloriaba de lo que hacía, y era algo sincero, no una pose, por eso se exigía todo el tiempo para escribir".
En la intimidad, el escritor se mostraba como "una persona muy divertida y con mucho sentido del humor, que disfrutaba de la vida de una manera muy especial".
Esta exposición inédita comisariada por Cristina Carrillo de Albornoz está incluida en el programa de la cuarta edición de la velada literaria "Málaga 451: La noche de los libros", que se celebra mañana en La Térmica.
A través de 51 imágenes captadas por Kodama y por otros fotógrafos, la muestra hace un recorrido por la vida en común de ambos y sus numerosos viajes por lugares como Japón, Egipto, España o Venecia (Italia) y por aspectos de la literatura de Borges como los laberintos, el tiempo o los sueños.
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Kodama cree que, como decía Borges, ambos estaban predestinados a encontrarse, quizá porque él "fue criado por gente del siglo XIX con unos principios éticos muy fuertes que han ido desapareciendo", y ella fue educada por su padre, "que nació, creció y se educó en Japón, con unos principios muy parecidos".
"Eso hizo que coincidiéramos en muchas cosas, además de en el amor por la literatura", añadió la viuda del escritor, que le conoció cuando ella tenía 16 años.
Borges era agnóstico, pero aseguraba que, "si algo era lógico después de la partida, era la reencarnación", y añadía que, si eso era así, ellos dos "seguramente" venían "de otras vidas anteriores juntos".
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"Me decía: 'Prometámonos que en la próxima vida nos reencontramos' y yo le decía que sí, pero, como soy brutalmente sincera, le replicaba que en la próxima vida yo sería científica. Él cerraba los ojos y me pedía que no le dijera eso, porque quería volver a ser escritor".