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María José Pizarro ha luchado incansablemente por reconstruir la memoria de su padre Carlos Pizarro Leongómez, el comandante del M-19 asesinado hace 25 años.
Durante 13 años ha concentrado sus esfuerzos en la recopilación de material inédito sobre la vida de su padre y sus facetas, como guerrillero, amigo y padre. En esa labor encontró una serie de cartas escritas por el líder guerrillero que dan nuevas luces de una faceta hasta hoy poco conocida: las pasiones y sufrimientos ocasionados por el distanciamiento de su esposa Myriam, de su hija y de sus padres.
‘De su puño y letra’, con prólogo de la escritora Laura Restrepo y algunas reseñas introductorias de María José Pizarro, evidencia los dilemas que Pizarro Leongómez enfrentó durante su vida, su decisión de desertar de las Farc y de integrar el M-19 y momentos determinantes en su camino como el intercambio epistolar con su padre Juan Antonio Pizarro, almirante de la Marina y comandante general de las Fuerzas Armadas, quien recibió un duro golpe al enterarse de que su hijo integraba la insurgencia.
El texto muestra también los gustos literarios del comandante del M-19 que iban desde las novelas, la economía política, hasta la ciencia ficción. Además, el libro contiene material fotográfico importante como imágenes de sus padres, de su infancia, de sus compañeros en la Universidad Javeriana, de su reclusión y su salida de la cárcel ‘La Picota’, así como de otros hechos claves que marcaron su vida íntima y política.
A continuación El Espectador reproduce el extracto de una carta –compilada en el libro ‘De su puño y Letra’- enviada por Carlos Pizarro a Myriam a la cárcel de mujeres de Bucaramanga en donde para la época se encontraba *:
Lunes, abril 7 de 1980
Mi niña:
En mis ojos tus ojos. En mi cuerpo tu cuerpo. En mi mente tus sueños. Como ayer, despierto a ti con amor. Sé que mañana estaremos de nuevo juntos y, juntos nos haremos invencibles. Ya no lamentaremos derrotas, ya no soportaremos golpes, ni humillaciones, aprendimos a tiempo caminos de victoria. Y digo a tiempo, porque hoy América Latina está despierta y resucita en el pueblo la antigua rebeldía. Y digo a tiempo porque hoy hablamos un idioma nuevo, el idioma que entendemos todos, el ignorante y el sabio, el humilde luchador y el gran combatiente, el jefe y el soldado. Nosotros y con nosotros multitud de hombres viven un Pentecostés revolucionario que libera la mente de antiguas cargas y permite hablar lenguaje de pueblo, para una revolución de pueblo. Y hoy que ambos crecemos en sabiduría y fuerza, y hoy que ambos queremos compartirlo todo, pero estamos lejos. Podemos permanecer serenos porque más allá de hoy nos hallamos juntos, exhaustos por los mismos cansancios, satisfechos por los mismos esfuerzos, más cerca de las mismas metas. Y nadie nos dijo hacia dónde caminar, ni cómo hacerlo, pero los dos caminamos porque era justo caminar, porque sabemos por qué**
no debemos detenernos y es fácil cumplir un deber que se expande al ritmo ágil de un amor, que como el nuestro, presagia generoso cascadas de risas sobre hombres y mujeres tristes. Nosotros, tú y yo, somos soles menores de una constelación que desborda sobre el mundo el calor de la alegría, en un mundo que permita de verdad que la alegría exista y se desarrolle. Hoy estoy hablando por las nubes, no te inquietes, esta realidad me queda estrecha. Son torpes los carceleros y son inútiles estas rejas. Pronto, muy pronto nos encontraremos…
Ayer vinieron las niñas y con ellas multitud de niños y con todos ellos multitudinarias risas y con ellas la certeza de tener que fabricar mañanas donde la risa se torna contagio, donde la niñez se multiplique y todos podamos ser un poco niños, pero sin lágrimas contenidas y caricias, y sin hambre por recuerdo, sin terrores en la memoria. Ayer vinieron los niños a alimentar mis odios con su amor, mi responsabilidad con su despreocupación. Ayer vinieron las niñas a decirme que ellas están, que tú y yo debemos estar, que todos juntos tenemos orfandad de hogar y que ya es tiempo de empezar a vencer un poco. Ayer vinieron los niños a decirme que ya estábamos venciendo un poco. Es por todo esto que hoy puedo escribirte con un beso en la boca, que es más beso que todos los que haya podido darte, que son muchos, una verdadera muchedumbre de besos, y te quiero hoy, porque siempre te quiero, porque puedo repetir en un instante todas las noches que estuvimos juntos y puedo igualmente saber que nos faltarán siempre innumerables noches. Myriam, te quiero.
Y María José sabrá prolongarte y es hermoso saber que ella, tú y yo tejimos compromisos inconscientes, compromisos generosos, compromisos de prolongar tu risa y tu coraje para que otros hombres, más allá de nosotros, puedan vivir en todo o en parte, lo que yo tuve enteramente. Amor, olvídate un rato de tu miserable cárcel y aprieta fuerte todo lo que en mí te pertenece, que es todo lo que soy y lo que tengo. Que es todo lo alcanzado y mi futuro. (Continúa)
*La carta hace parte del libro ‘De su puño y letra, Eduardo Pizarro. Todos los derechos reservados para María José Pizarro y Penguin Random House Grupo Editorial SAS.
** Nota del editor: los subrayados pertenecen a los originales
Por Redacción Ipad
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