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Cien años del juicio de Unamuno por atacar al rey Alfonso III

Hace 100 años, Miguel de Unamuno escribió tres columnas en las que criticó la monarquía que, en ese momento, era liderada por el rey Alfonso III. No solo lo atacó a él, sino también a su madre, la reina María Cristina. Por estos textos, el filósofo español fue condenado a 16 años de prisión.

Laura Camila Arévalo Domínguez
12 de septiembre de 2020 - 11:25 p. m.
Miguel de Unamuno nació el 29 de septiembre de 1864, en Bilbao, y murió el 31 de diciembre de 1936, en Salamanca, España.
Miguel de Unamuno nació el 29 de septiembre de 1864, en Bilbao, y murió el 31 de diciembre de 1936, en Salamanca, España.
Foto: Archivo particular
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Casi que precozmente, Miguel de Unamuno entendió que pensar sería su oficio hasta el fin de sus tiempos. También entendió y asumió las consecuencias de su ejercicio, que muchas veces lo hizo apoyar causas que después abandonó. Cambió de opinión las veces que creyó necesarias. Supo que tendría que enfrentarse a los tiranos y a los enemigos del pensamiento, que como argumentos ante sus críticas, usaron la fuerza. “Soy un entero y no un partido”, dijo, cuando le preguntaron su preferencia por partidos políticos. Estuvo al borde de la muerte por luchar por su afán de individualismo, que muchas veces lo hizo parecer incoherente o hasta demente. Unamuno eligió sus pensamientos y discursos y se mantuvo libre en sus principios, aunque muchas veces, por estas razones, lo intentaran aprisionar, exiliar o silenciar.

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Hace 100 años, Unamuno escribió tres columnas en las que criticó la monarquía que, en ese momento, era liderada por el rey Alfonso III. No solo lo atacó a él, sino también a su madre, la reina María Cristina. El mercantil valenciano fue el diario en el que el filósofo y escritor español publicó los textos por los que tuvo que enfrentar un mandato que pretendió aprisionarlo durante 16 años.

La gallardía que el filósofo demostró a lo largo de su vida como escritor, académico y político, se originó desde su infancia, que después de la muerte de su padre, en 1870, se desarrolló entre la austeridad y la guerra. Desde estos días, los cuestionamientos que tenía sobre la vida y España comenzaron a profundizarse. Las carencias económicas, además de la bomba que vio explotar el 21 de febrero de 1874 a causa de la Segunda Guerra Carlista, lo confrontaron con una realidad que lo incomodaba, pero que quería entender. El estallido se produjo en uno de los tejados cercanos a su casa y esa proximidad con el conflicto lo condujo a un persistente cuestionamiento sobre la paz y la muerte.

El recorrido de Unamuno se dio, sobre todo, en la academia. Antes de ser profesor, estudió filosofía y letras en Madrid, ciudad que nunca llenó sus expectativas y a la que después regresó a dar una que otra conferencia. En 1884 se doctoró con una tesis que tituló Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca, y fue el momento en el que decidió volver a Bilbao, la segunda ciudad más importante para el filósofo. Según una biografía de Izaskun Martínez, escrita en 2007, fue el lugar en el que se formaron muchas de las ideas y los rasgos del carácter del escritor. “El viejo Bilbao de las siete calles, del que dice Unamuno en su obra De mi país que fue ‘mi mundo, mi verdadero mundo, la placenta de mi espíritu embrionario, el que fraguó la roca sobre que mi visión del universo posa’, y que retrató magistralmente en su primera novela Paz en la guerra (1897)”.

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La primera ciudad más importante fue Salamanca, ya que fue el lugar en el que entendió que, además de tener un sinfín de posibilidades, tenía también una lista amplia de limitantes, y se reconoció humano imperfecto, colmado de sentimientos e impulsos que provenían de su condición, una realidad que no podía condenar solamente al pensamiento o la razón.

Antes de escribir las columnas por las que lo condenaron a prisión, Unamuno labró un camino que lo llevó a ser la cabeza visible da la oposición liberal. En 1900, y después de una larga carrera como profesor, fue elegido como rector de la Universidad de Salamanca hasta 1914, año en el que lo destituyeron y comenzó una de las épocas más duras que tuvo que enfrentar por cuenta de su activismo político.

Según un artículo publicado en el País de España, las columnas por las que Unamuno fue condenado a 16 años de prisión y obligado a pagar una multa de 1.000 pesetas, se llamaron “El archiduque de España”, “Irresponsabilidades” y “La Soledad del rey”. En el texto publicado por el periódico español dice “En El archiduque de España, Unamuno escribió: ‘El problema político de España en lo que al régimen hace no es tanto de monarquía cuanto de monarca’; ‘La cuestión aquí y ahora es si el archiduque de España, el Habsburgo por línea materna y por educación, es capaz de hacerse republicano y reducirse al modesto pero abnegado papel que le correspondería en una España que se prepara a hacerse del todo dueña de sí’; ‘¡Pero, señor, si es [el rey], según la Constitución, irresponsable!’”.

En las demás columnas, Unamuno escribió “O se acaba este régimen (la monarquía) o se acaba España”, además de asegurar que la soledad del rey era culpa del mismo monarca, quien además, según el filósofo español, debía dejar de “confundir patriotismo con la lealtad a su persona”. Según el mismo artículo de El País, lo que más hirió al rey fue que Unamuno se atreviera a meterse con su madre, además de llamarlo “archiduque”: “Lo que Unamuno venía a decir con este apelativo es que Alfonso más que como rey de España se comportaba como archiduque de Austria, país natal de su madre. Y lo decía porque en sus decisiones políticas, sobre todo en las relacionadas con la Primera Guerra Mundial, parecía mirar más por Austria que por España”, dijo Julio Picatoste, juez y uno de los mayores expertos en este episodio.

El filósofo español, autor de las nívolas (como él llamó a sus novelas para no tener que sumarse a las limitaciones y los reglamentos con los que se escribía en la época) Niebla y La tía Tula, entre muchas otras, no tuvo que cumplir la condena de dieciséis años. Como lo contó Sara Navas, Unamuno fue indultado y, al parecer, fue un hecho previsto por él ya que, según Picatoste, “sabía que su condena podía ampararse en un decreto que le evitaría la cárcel y que al rey le convenía indultarle, pues de esta formaba pasaba al imaginario popular con uno de los mayores expertos en este episodio”.

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Su olfato para prevenir las posibles condenas a las que tendría que enfrentarse es solo una muestra de la claridad con la que entendía la coyuntura de su país. Criticó la monarquía y estuvo de acuerdo con el modelo de república hasta que se dio cuenta de que tampoco se sentía cómodo ni mucho menos satisfecho con los resultados del cambio. Después “vio con simpatía” la propuesta franquista, que para él haría reformas necesarias sobre el “descontrol” en el que había caído la república. Unamuno no temía su cambio de posturas, que eran acordes con sus principios y lo que acontecía con cada una de las alternativas que apoyaba y se instauraban en España.

Su activismo político se desarrolló en medio de sus angustias y pensamientos sobre la tragedia humana de tener que morir sin querer morir. La muerte, para él, se convirtió en una obsesión y hasta en una enemiga, ya que uno de sus afanes era justamente ese: no morir. Su vida, que fue un constante e incómodo interrogante, fue un testimonio de coherencia y valentía con el poder. La política contó con su presencia y sus discursos, en los que plantó su posición sin importar su oponente. La novela fue la forma con la que demostró que tampoco cedería al corsé de los literatos y las normas que, para él, carecían de sentido en el ejercicio de escribir. Con la filosofía intentó justificarse a sí mismo y a las intermitentes pero inevitables paradojas con las que convivió hasta, finalmente, fallecer.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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Francisco(82596)13 de septiembre de 2020 - 01:41 p. m.
Hola, amigos. Lo curioso es que no solo lo coloca en el titular sino que luego repite el error un par de veces más. Pero bueno, interesa sobre todo este personaje, macizo, noble, inteligente y magnífico escritor. Se atrevió incluso a enfrentarse a sus propios paisanos vaticinando el fin del euskera. Su enfrentamiento con el general Millán Astray en plena guerra civil es un ejemplo de hombría.
Rodrigo(5842)13 de septiembre de 2020 - 12:57 p. m.
¡Qué barbaridad histórica! La distancia del 3 al 13, la pendejadita de 1.000 años.
UJUD(9371)13 de septiembre de 2020 - 11:04 a. m.
Alfonso III es de otra época, era de Asturias, como en el año 900 d.c.
Vicente(glcys)13 de septiembre de 2020 - 10:06 a. m.
Apreciada Sra. Arévalo: Le sugiero que revise el ordinal de el rey Alfonso. El correcto es Alfonso XIII, que nació en 1886 y falleció en 1941. Por lo tanto, fue coetáneo de Unamuno. Por lo demás, gracias por su excelente artículo.
  • Orlandal(56030)13 de septiembre de 2020 - 12:25 p. m.
    Parece ser que el ordenador de la señora Arévalo no tiene el diez en romano.
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