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A finales de 2014, año en el que murió Gabriel García Márquez, se supo que su familia vendió el archivo personal del escritor colombiano al Harry Ransom Center. Lo que no muchos saben es que el primer investigador en celebrarlo fue Álvaro Santana-Acuña, profesor del estadounidense Whitman College, historiador y doctor en sociología por la Universidad de Harvard. Él había decidido desde 2010 buscar la explicación de cómo el Premio Nobel de 1982 había escrito su emblemática novela Cien años de soledad. Diez años después presenta, a través de El Espectador, el resultado de un maratónico trabajo de campo surgido de la verificación de cada uno de los documentos de esos archivos de la Universidad de Texas, en Austin; un paraíso literario donde también reposan las memorias documentales de otros grandes escritores como el irlandés James Joyce, los norteamericanos William Faulkner y Ernest Hemingway, el sudafricano J. M. Coetzee y el argentino Jorge Luis Borges.
Ascenso a la gloria: cómo se escribió ‘Cien años de soledad’ y cómo se convirtió en un clásico global, se titula el libro de casi 400 páginas editado este año por la Universidad de Columbia, en Nueva York, en el que condensa los procesos de invención, escritura e impacto de la considerada máxima novela del realismo mágico. Por ese rigor fue elegido comisario de “García Márquez: la creación de un escritor global”, la primera exposición que se hizo a partir del archivo y que se podrá visitar en el Ransom Center desde enero de 2021. Una vez leído el libro, que busca editor para una edición en español, entrevistamos a Santana-Acuña, nacido en las Islas Canarias.
Creía que el mayor documento de investigación sobre la vida y obra de García Márquez era “Una vida”, la biografía que escribió el inglés Gerald Martin, pero estoy de acuerdo con el propio autor británico en que “Ascenso a la gloria” es otra investigación de fondo desde los cabos sueltos de “Cien años de soledad”. ¿Cuál fue su metodología?
Trato a Cien años de soledad como si fuese una persona de carne y hueso y así escribir su biografía. Una novela, como una persona, tiene antepasados familiares. Por eso, empiezo cuarenta años antes de que García Márquez la escribiese. Luego, en los primeros capítulos conoces a su padre, Gabo, y a otras personas que ayudaron a que esta novela se escribiera. Y por último, vemos cómo se ha hecho mayor hasta convertirse en un clásico global. Acabo en 2020, cuando la propagación de la COVID-19 ha provocado que miles de personas lean las páginas sobre la peste del insomnio en Cien años de soledad para poder entender mejor lo que está ocurriendo con la pandemia actual.
El escritor checo Milan Kundera insiste en sus ensayos en que el escritor debe confrontarse con su época y la respuesta a ello será su obra. Esa es la explicación que usted establece en los capítulos 1 al 4, al hacer una valiosa reconstrucción del contexto social, histórico, político y cultural del mundo en que nació y creció el Nobel, revisando influencias trascendentales como Faulkner. ¿Quería responder a eso?
La pregunta que quiero responder en esos capítulos es: ¿cómo fue posible que naciese una novela como Cien años de soledad? No fue fácil. García Márquez trató de escribirla durante más de quince años. Lo intentó en Colombia, Francia, Estados Unidos y Venezuela. La escribió en Ciudad de México entre 1965 y 1967. Mi libro subraya la importancia de la imaginación. Es el resultado de una imaginación que condensa casi cuarenta años de vivencias personales y las influencias de la literatura, el cine, la música y el periodismo.
Luego me impactó cómo explica, siempre basado en los documentos de García Márquez, la influencia del llamado “boom” de la literatura latinoamericana sobre “Cien años de soledad”. ¿Cuál es su conclusión de la que usted llama “mafia creativa”?
García Márquez llegó con su familia a Ciudad de México en 1961. Allí fue testigo del boom de la literatura latinoamericana, liderado por Fuentes, Donoso, Asturias, Vargas Llosa, Carpentier, Mujica Láinez, Cortázar y Borges, entre otros. Era un autor poco conocido, pero pronto se identificó con los ideales del boom. Esa explosión de la novela latinoamericana acabó siendo uno de los movimientos literarios más importantes del último siglo y su éxito internacional ayudó a convertir a Cien años de soledad en un superventas cuando se publicó, en 1967.
Hasta ahora habíamos visto a “Cien años de soledad” como la obra monumental de un superdotado y no como una construcción colectiva, que es lo que usted documenta y demuestra. ¿El realismo mágico fue en realidad una enmarañada empresa de la que conocíamos solo a su dueño?
García Márquez es un escritor único. Pero Ascenso a la gloria demuestra que su “genialidad” al escribir Cien años de soledad fue el fruto de su enorme disciplina de trabajo, la búsqueda de una prosa perfecta y la ayuda incondicional de un grupo de amistades, escritores y artistas en tres continentes. El realismo mágico fue un intento colectivo, sin dueños, de plasmar la singularidad de América Latina a través de la literatura. Décadas después, es ya un género artístico global. Lo curioso es que cuando Cien años de soledad salió, en 1967, ningún crítico dijo que era una novela de realismo mágico. Solo se la empezó a llamar un texto mágico realista años después.
Emocionante acceder a la correspondencia del escritor, porque a través de sus amigos el lector es testigo de la construcción de la gran novela del realismo mágico. ¿Qué tanto influyeron?
El archivo del Ransom Center tiene correspondencia de García Márquez con Plinio Apuleyo Mendoza, Guillermo Angulo, Germán Vargas, Álvaro Cepeda Samudio y Guillermo Cano. Son más de cien cartas. A través de la correspondencia se puede reconstruir cómo García Márquez escribió Cien años de soledad y, sobre todo, cómo sus amistades influyeron en la imaginación del escritor, pues este les pedía su opinión sobre lo que estaba escribiendo y ellos le dieron ideas que aparecieron en el texto final de la novela.
¿Qué opinión tiene de la influencia de Guillermo Cano, director de El Espectador, asesinado en 1986?
Ascenso a la gloria incluye referencias a las cartas de Guillermo Cano. Esa correspondencia es muy importante para entender el período entre 1955 y 1958, cuando García Márquez trabajaba para El Espectador como corresponsal en Europa. En esas cartas el autor le cuenta que está empezando a crear una manera de escribir periodismo, con un estilo más literario, que luego usó para narrar historias en Cien años de soledad. Su correspondencia con Cano muestra la profunda y estrecha amistad que los unía (El Espectador publicó en 2019 decenas de cartas inéditas de Gabo a Cano, fechadas hasta finales de los años 70, que no hacen parte del archivo del Ransom Center).
Me extrañó no encontrar ninguna referencia al investigador francés Jacques Gillard, teniendo en cuenta que fue el máximo estudioso de la conexión de García Márquez con el periodismo y de los primeros escritos que desembocaron en Cien años de soledad. ¿No aparece su rastro en los papeles del Ransom?
La obra de Jacques Gillard es clave porque, entre otras razones, recopiló y publicó los escritos periodísticos del joven García Márquez en Cartagena, Barranquilla y Bogotá entre 1948 y 1954. Pero la presencia de Gillard en los papeles de Gabo en el Ransom Center es pequeña. Solo hay copia de una entrevista que le hizo a García Márquez.
Para periodistas y escritores hay grandes revelaciones en su libro, como el proceso de las tres copias de “Cien años de soledad”, mecanografiadas en 1966, hasta las pruebas de galera de 1967. ¿Qué trabajo le demandó y qué descubrió tras la verificación de centenares de correcciones a mano?
Ascenso a la gloria reconstruye por primera vez el proceso de escritura de la novela a través de los textos iniciales, entrevistas, capítulos sueltos publicados y manuscritos entre 1950 y 1967. Hice un trabajo muy detallado de comparación, palabra por palabra, del texto completo de la novela con esas otras versiones. Se descubren muchos de los secretos de cómo la escribió. Los lectores se llevarán grandes sorpresas. Por ejemplo, descubrirán que el coronel Aureliano Buendía no iba a ser el personaje central de la novela, que Remedios la Bella, en una versión previa, no era tan bella y se llamaba Rebeca de Asís, que Soledad era un personaje real (era la mujer del coronel y no el estado de ánimo en Macondo) o que el último Buendía no nacía con una cola de cerdo.
Interesante el proceso de revisión de estilo entre lo que le aconsejaba a Gabo la economía narrativa de Hemingway y la adjetivación de Carpentier, entre el enigma y el mito. ¿Cuál maestro influyó más?
En 1957, cuando terminó El coronel no tiene quien le escriba, García Márquez había logrado depurar su estilo, haciéndolo lo más directo y económico posible, inspirándose en las técnicas de Hemingway. Pero en 1964, Gabo leyó El siglo de las luces, de Carpentier, una novela que tuvo un gran impacto en él en muchos aspectos. Su deuda con la novela de Carpentier está desde las similitudes en el título, la conexión con la cultura del Caribe, la referencia a los mitos americanos, la narración histórica que cubre décadas y sobre todo el uso de un lenguaje con poderosos adjetivos. Como demuestran sus cartas que cito en el libro, sin la novela de Carpentier, García Márquez no habría podido escribir Cien años de soledad de la manera en que lo hizo.
¿Reveladora la maduración del lenguaje en “Cien años de soledad”, desde el uso de arcaísmos hasta el de modernismos para hacer creíble la evolución temporal y cultural de un siglo?
El uso de un lenguaje que cambia con el paso del tiempo fue una de las cosas que Gabo aprendió de Carpentier. Cuando se vieron en Ciudad de México, Carpentier le explicó a Gabo que en El siglo de las luces (una novela ambientada en el siglo XVIII) no puso palabras posteriores a ese siglo. Los personajes tenían que expresarse en la lengua de su tiempo. Gabo se inspiró en esa técnica para que el lenguaje de Cien años de soledad evolucionase, de más arcaico a más actual, al mismo tiempo que la vida en Macondo se iba modernizando.
Las adiciones son notables, como en la página 108 de las pruebas de galera, donde agregó 120 palabras para describir cómo lloró el coronel Buendía dentro del útero de Úrsula. Lo mismo en cuanto a edición. ¿Esto qué le dice a usted como literato?
Es un excelente ejemplo de una obsesión de García Márquez: escribir una prosa perfecta. Cuando corregía las pruebas de imprenta de Cien años de soledad, se dio cuenta de que necesitaba recordar al lector la soledad que aquejaba al coronel Buendía y lo hizo añadiendo 120 palabras, recalcando que el coronel había llorado dentro del vientre de su madre, que ella interpretó como un signo de su futura soledad. Además de un gran creador, era un excelente editor. La capacidad para editar su propia escritura con semejante precisión, y así darle al texto revisado un salto de calidad, lo convierte en un escritor muy superior al resto.
¿Qué opina de la obsesión por los detalles, por ejemplo en el papel de las termitas en la casa desde el primer capítulo publicado en El Espectador hasta la versión final?
Sin duda es otro ejemplo de dicha capacidad de creación y autoedición. El 1° de mayo de 1966, El Espectador publicó por primera vez un fragmento de Cien años de soledad. Era el capítulo uno. En esa versión se dice que las termitas ya estaban destruyendo la casa de los Buendía. Al revisar el texto, Gabo se dio cuenta de que nombrar a las termitas tan pronto adelantaba demasiadas pistas sobre el final de la novela. En la versión definitiva del texto, las termitas no aparecen hasta los capítulos finales, dando mayor suspenso al desenlace de la historia.
Tremenda relevancia detrás de la novela del crítico mexicano Emmanuel Carballo, uno de los lectores y correctores. ¿Por qué no se le ha reconocido como debiera?
El problema es que con las obras de arte en general se suele decir que son el resultado de la genialidad de su creador. De Cien años de soledad se nos dice que García Márquez se encerró durante 18 meses para escribirla. En realidad, como explico en mi libro, no la escribió solo. Lo acompañaron más de veinte personas que vivían en tres continentes. Unas lo llamaban por teléfono, otras le escribían cartas y otras lo visitaban. Entre esos colaboradores estaba Carballo, uno de los críticos literarios más importantes de América Latina. García Márquez y Carballo se veían cada semana para discutir durante horas los borradores de la novela que Gabo le iba llevando. Como muestra de agradecimiento, García Márquez le regaló al crítico una copia del manuscrito final. Al guionista Luis Alcoriza, le regaló las pruebas de imprenta. A Jomí García Ascot y María Luisa Elío, que venían a verlo casi a diario, les dedicó la novela. A Carmen Miracle y Álvaro Mutis les dedicó la edición francesa. Para ser una novela sobre la soledad, García Márquez la escribió con la colaboración de muchas personas.
En los capítulos 5 al 7 estudió el impacto internacional de la novela entre 1967 y 2020, valiéndose de datos académicos y populares de noventa países y 45 idiomas. ¿Por qué?
El enfoque tradicional es decir que una obra se convierte en clásica porque así lo dicen los críticos y los académicos. Sin duda, esa opinión es importante. Pero yo tomé un enfoque más amplio para demostrar cómo todo tipo de lectores —curas, guerrilleros, celebridades, políticos, libreros, lectores anónimos, gobiernos…— se han apropiado de la obra. Recopilar toda esa información fue una tarea ardua que ofrece una visión más representativa de cómo las personas convierten una obra de arte en un clásico global.
Explique esta afirmación final suya: si “Cien años de soledad” se hubiera publicado antes del “boom” literario y editorial de 1967, “habría caído en la misma oscuridad global que las obras de Héctor Rojas Herazo y Eduardo Caballero Calderón”.
García Márquez tuvo la idea para escribir Cien años de soledad en 1950. Poco después se hizo muy amigo de Rojas Herazo y también leyó las obras de Caballero Calderón. Lo cierto es que la idea original de Cien años de soledad y su estilo eran muy parecidos a las historias rurales y tradicionalistas de estos autores. Pero a García Márquez le ayudó estar dentro del “boom” para darle a su idea un giro más cosmopolita y latinoamericano, tal como tiene la versión de Cien años de soledad de 1967 y no la de 1950. Para mí, es un ejemplo de cómo las obras de arte no se pueden desligar de la relaciones sociales y el contexto en el que son imaginadas.
Más allá del talento y la disciplina, ¿hasta qué punto Gabo fue un visionario que investigó un mercado y fabricó el producto cultural que reclamaba su época al recrear en una sola obra, como usted lo muestra en el libro, novelas como “La búsqueda del absoluto” (1834), del francés Honoré de Balzac; “Los Sangurimas” (1934), del ecuatoriano José de la Cuadra, hasta “Pedro Páramo” (1955), del mexicano Juan Rulfo?
Gabo es un artista de su tiempo que estaba muy bien informado sobre el futuro inmediato de la novela en América Latina y de las tendencias del mercado literario internacional. Tenía la misma información que contemporáneos como el venezolano Adriano González León, la mexicana Elena Garro, el colombiano Álvaro Cepeda Samudio o el argentino Manuel Mujica Láinez. Todos publicaron obras literarias exitosas que demuestran que conocían bien la situación inmejorable de la novela latinoamericana en la década de 1960. Pero lo que le dio a García Márquez una ventaja adicional para escribir y divulgar su novela al comienzo fueron su trayectoria personal, profesional y sus contactos con importantes escritores y editores del boom latinoamericano.
Sucedieron muchas cosas en el mundo para que el libro se convirtiera en un clásico universal. ¿Fue mucho más que sentarse a esperar a que los astros se alinearan, no?
Cuando Cien años de soledad se publicó, García Márquez no pensó que había escrito un clásico sino un libro muy bueno. De hecho, su expectativa era que se lograse vender la primera edición de 10.000 ejemplares en seis meses. Pero se agotó en tres semanas. Como explico en el libro, convertirse en un clásico global depende de varios factores y dos son básicos. Primero, que el autor y su entorno pierdan el control sobre la difusión de la obra y, segundo, que esta se la apropien a lo largo de los años nuevas generaciones que nada tuvieron que ver con su creación.
Termina el libro profundizando en la configuración y trascendencia de un clásico de la literatura. ¿Para usted, junto a qué otros clásicos debe figurar Cien años de soledad?
En mi investigación confirmé que a menudo lectores de todo el mundo ponen a Cien años de soledad junto a El Quijote, La Divina Comedia, En busca del tiempo perdido, Madame Bovary, Moby Dick o Guerra y paz. Tampoco faltan las comparaciones con otro tipo de obras artísticas como Las Meninas de Velázquez o La Mona Lisa de Da Vinci.
Aparte de las exigencias del canon literario, explíqueme ese fenómeno increíble de apropiación universal del legado macondiano, sea para un pozo petrolífero de la British Petroleum o para miles de cosas más. ¿Un clásico puede ser tan popular?
Un clásico es clásico porque, conforme pasan los años, tiene la capacidad de entrar en la vida de nuevas generaciones de lectores de maneras muy diferentes a las imaginadas por su creador. Hoy, Macondo es mucho más que una aldea de ficción. Decenas de personas oyen hablar de Macondo por primera vez como el nombre de una plataforma petrolífera, una cumbia, un restaurante, una librería, una plaza pública, un buque de carga portacontenedores o hasta una estrella situada a 91 años luz de la Tierra.
¿Qué sintió al terminar de estudiar a un autor y una novela que ha sido traducida a 49 idiomas, ha vendido más de cincuenta millones de copias y figura entre las treinta obras literarias más vendidas de todos los tiempos?
Escribir Ascenso a la gloria me tomó diez años, visitando archivos y bibliotecas en siete países, y amasando información producida sobre la novela en todos los continentes a lo largo de más de sesenta años. Lo primero que sentí fue alivio y luego una gran sorpresa, porque solo entonces, al terminarlo, me di cuenta de la enormidad del libro que empecé en 2009.
¿Cuándo publicará su libro en español?
Confío en que salga en 2021. Busco una editorial para publicarlo en español.
* Comparta sus impresiones a través de @NelsonFredyPadi o npadilla@elespectador.com
* Vea el video sobre el archivo de Gabriel García Márquez, la exposición y el libro a partir de él, preparado para los lectores de El Espectador por el Harry Ransom Center y el profesor Álvaro Santana-Acuña: https://youtu.be/D74qVY_zbZU