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El inicio
Cuando Theodor Koch-Grünberg llegó al Amazonas no bebió ni una gota de agua. Según él, el líquido podía estar contaminado por plantas y animales desconocidos. Fue, por donde se viera, una mala decisión, sobre todo por lo que iba a hacer en la selva. El Museo Etnológico de Berlín lo envió a Suramérica con una misión: recorrer los ríos Ucayali (Perú) y Purús (Brasil), recolectar objetos etnográficos e investigar la cultura de los indígenas que vivían en la zona, pertenecientes al grupo lingüístico pano.
Koch-Grünberg, sin embargo, nunca vio ninguno de los dos ríos. Viajó 1.000 km más al norte —en un total de cuatro etapas— a través de la región del alto río Negro y del Japurá y sus afluentes, en el noroeste de la Amazonia, en la zona limítrofe entre Brasil y Colombia.
“Hace mucho tiempo el sol era un indio que se dedicaba a desbrozar montaña y quemarla para sembrar ocumo. Él sólo comía ocumo; su cara era brillante”. Ese indio fue visto por Theodor Koch-Grünberg, en una de las mil orillas del río Negro. Y como en la leyenda de los makunaimas vio luego mil indios más, tal vez dos, o sólo el mismo indio: una y otra vez. Se quedó ahí dos años: en medio de la selva, en medio de ese indio, tratando de entender —como si fuera posible—.
Richard Evans Schultes, un estadounidense enviado por Harvard en 1941 al Amazonas, de cabello dorado, ojos azules y piel láctea, pisó el mismo suelo grumoso y, como Koch-Grünberg, se internó en la selva. Con la misma intención pero en diferente forma: entender el mundo indígena a través de las plantas: pedazos de tierra que medían más de lo que muchos ingleses o norteamericanos. Entender, ese fue el fin. El inicio.
2010
Ignacio Prieto y Ciro Guerra recorren el río Negro de Brasil. El mismo que recorrieron Koch-Grünberg 107 años antes y Schultes 69. Luego de que Prieto le mostrara a Guerra los diarios de Theodor Koch-Grünberg, el director de La sombra del caminante (2005) y Los viajes del viento (2009) vio su próxima película en papel.
“Yo le propuse a Ciro tener un acercamiento más profundo a la cultura indígena, y así fuimos a varias comunidades. En Araracuara estuvimos conviviendo con un abuelo de la comunidad, Marceliano Guerrero, quien nos ayudó a comprender mejor las costumbres y creencias de dicha comunidad. Fue sin duda una inmersión profunda en su cultura”, dijo Ignacio Prieto.
Ambos hicieron más de treinta viajes al Amazonas durante cuatro años. Un día Guerra se sentó a trazar el mapa.
“Ciro llevaba trabajando en el tema del Amazonas como tres o cuatro años cuando me pasó el guion. La verdad es que funcionaba bastante regular. Lo que pasa es que las narraciones del mundo indígena son muy extrañas y tienen una manera de funcionar completamente distinta a las de nosotros. Ciro se perdió un poco en ese marasmo de cosas diferentes y místicas y el guion, a pesar de que tenía unas intenciones muy buenas, no funcionaba muy bien”. Jacques Toulemonde fue el coguionista de El abrazo de la serpiente.
“Teníamos los diarios de estos dos exploradores. Sabíamos que queríamos hacer una historia que desafiara el tiempo, el cuerpo: hacer un personaje que pudiera ser otro”. La historia se basó en las más de 2.000 fotografías que hizo Koch-Grünberg y en los diarios del botánico Schultes. Guerra y Toulemonde ficcionaron la historia con Karamakate, el personaje principal que atraviesa el filme llevando a ambos extranjeros a entender su mundo.
“Queríamos que el guion fuera como un río: con su movimiento, con su sonido, con su fluir. El guion trata de mostrar a todos los personajes en un encuentro constante de conocimiento. Cuando Schultes le muestra a Karamakate el sonido de la música, es con exactitud la síntesis de la cinta. Yo estaba escribiendo esa escena, en frente del computador, mientras escuchaba música clásica. Miraba la pantalla, fumaba todo el tiempo. Leí tanto como pude. Los diálogos de la película tienen que ver con el sentir del río”, cuenta Toulemonde.
Escribieron el ambiente: una selva mujer —el único personaje femenino de la película—, que era poderosa, sabia, limpia. La cinta, aunque tiene una historia central, se ramifica en varios de los sucesos históricos que marcaron el Amazonas y que son desconocidos por la mayoría: la presencia de un mesías en medio de la selva que lideró suicidios colectivos, el genocidio debido a la guerra del caucho, la extinción de los pueblos indígenas.
Jacques Toulemonde no para de fumar, viste de negro. Durante toda la conversación tiene los ojos inundados: “El guion es como un iceberg: lo que dicen los personajes es sólo la punta”.