Elvis Presley fue causante de dudas, odios y aclamaciones. Sus comienzos como artista divagaron en unas cuantas presentaciones que bien hubieran sido su límite musical si ningún hombre de sabia intuición hubiera confiado en su talento. Intereses banales se enriquecieron en su nombre. Pero también fue aclamado por su magna voz: símbolo inmortal de su lucha contra todo lo inadmisible.