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“En Chimá nace un santo”, una reflexión sobre relaciones sociales y creencias religiosas

La literatura ha reflexionado sobre el componente mítico-religioso de las sociedades. En su libro “En Chimá nace un santo”, Manuel Zapata Olivella explora cómo desde las creencias y las actitudes populares se desafía un orden social establecido. Dado que una población rural del norte de Colombia, liderada por un pastor religioso, manifiesta que hoy será la segunda llegada de Jesucristo, exploramos cómo el escritor colombiano reflexiona alrededor de las relaciones sociales y las creencias religiosas.

28 de enero de 2021 - 05:52 p. m.
Manuel Zapata Olivella, en su libro "En Chimá nace un santo", reflexiona sobre los componentes míticos y religiosos de una comunidad del Sinú.
Manuel Zapata Olivella, en su libro "En Chimá nace un santo", reflexiona sobre los componentes míticos y religiosos de una comunidad del Sinú.
Foto: Archivo Particular
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“Los novelistas construyen sus universos narrativos con el mundo en el cual nacieron, con las ideas e imaginarios de su época. Universos que la palabra recrea para configurar otros mundos posibles”, así comienza la presentación de En Chimá nace un santo, de Manuel Zapata Olivella. Las expresiones culturales, su relacionamiento con ellas, así como la lectura que hizo de estas formas de conocer y vivir, fueron el punto de partida de su literatura; y el universo mítico-religioso, en particular, el horizonte de esta obra.

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Chimá, un pueblo rodeado por la ciénaga del Sinú, por ese Sinú que Zapata Olivella llevó tatuado en su ser y que decidió explorar en sus dimensiones sociológicas, políticas, económicas, estéticas y legendarias, a partir de los cuentos de tradición oral, la brujería, los mitos de vieja estirpe zenú, las fiestas populares, entre otras expresiones más, es el escenario en el que el escritor nacido en Lorica recrea las supersticiones, idolatrías y creencias de un pueblo que vive en el olvido. “Los dramas y conflictos de los personajes se expresan a través del mito y la violencia vividos por esta pequeña comunidad sobre la cual pesa una arraigada religiosidad, llena de creencias, miedos y fantasías. Esto provoca evasión hacia el campo de lo mágico, como apunta el epígrafe de la novela, como una esperanza de salvación”, afirma Darío Henao Restrepo.

“En Chimá nace un santo” cuenta la historia de Domingo Vidal, un hombre parapléjico que se transforma en santo para los campesinos de la región del Sinú, luego de salir ileso de un incendio. A partir del Día de los Difuntos, Santo Domingo ocupó el lugar de San Emigdio, el santo oficial católico del pueblo, y con ello, a partir de lo contradictorio y lo complementario entre la superstición y la religiosidad, se empiezan a tejer relaciones sociales y políticas entre latifundistas, comerciantes e Iglesia católica, “guardiana de las buenas costumbres y la sumisión al orden imperante”. Aunque estas temáticas no se apartan del sello literario del autor, pues ya las había tratado en escritos previos, en este libro Zapata Olivella profundiza en la particularidad de la mentalidad religiosa de los chimaleros.

Desde lo mítico, la obra es una reflexión sobre la condición humana, pues es una exploración de los mecanismos de identidad y resistencia cultural frente a un orden establecido. “A fin de cuentas, la persecución a los adoradores de Santo Domingo, más que por su desbocada superstición, se hace porque resulta inadmisible el desafío a los intereses de la Iglesia católica, representada por el padre Berrocal”. La adoración a Santo Domingo superó los límites de la comunidad, llegó a Lorica, a los pueblos costeros del río Sinú y a los que están próximos a las ciénagas, y la violencia se convirtió en la fuerza con la que se restableció la devoción a San Emigdio.

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“Zapata Olivella consigue develar en el entramado de la novela la confrontación entre prácticas de religión católica y prácticas de saberes mestizos. La figura de Santo Domingo introduce la inversión del orden jerárquico y de las formas de miedo, pues desafía al santo instituido por el fundador español. Además, promueve el contacto libre y familiar entre los hombres y su santo, algo más acorde con el ethos de los chimaleros y su tradición cultural híbrida entre las prácticas aborígenes indígenas, las prácticas africanas y las prácticas de la religión católica, provocando así una amalgama de opuestos”, concluye Henao Restrepo.

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