Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
De niño escuchaba hablar del Granada, un equipo que aun ante los más débiles, perdía. Iba de la mano de su abuelo al estadio, juntos se enfrentaban a los aires fríos de todos los inviernos. Caminaban por las gradas hasta llegar a su puesto, aquel donde se sentaban con el pálpito del corazón. Hoy, que ya han pasado décadas de aquellos partidos, el equipo está en primera división y a duras penas puede verlo: es profesor de la Universidad de Virginia, en un país donde es un milagro que transmitan fútbol español. Pero cuando el milagro se da y la vida se equilibra, y entonces ve a Rui Silva sacando desde atrás o a Martínez Penas “Chamán” gritando, vuelve a caminar con su abuelo por los corredores de la memoria.
“Yo soy un poeta que tiene por patria la infancia. Es un lugar a donde uno trata de volver, consciente de que no puede volver. No es el fútbol en sí el hecho poético, sino el lugar que ocupa en mi vida, que tiene que ver con mi relación con mi abuelo, con mi formación sentimental y con mis primeras pasiones, mis primeros asombros, mis primeras alegrías, decepciones y fracasos”.
Le sugerimos: De Samuel Longhorne Clemens a Mark Twain (III)
El primer vínculo que Fernando Valverde recuerda haber tenido con la literatura, es el mismo que tuvo con el fútbol y que, a impresión suya, es el primero que tenemos con el mundo: la curiosidad, el asombro.
La biblioteca de su abuela era el lugar mítico de su casa. Cuando aprendió a leer, el lomo de un libro lo atemorizaba: era el Infierno, de la Comedia de Dante. Pero la fascinación que le dejó la lectura de ese libro, le tejió un lazo irrompible con la tradición literaria occidental, algo que en adelante le alumbraría el ímpetu de los escritores que no pueden seguir la vida sin escribir: “Hay dos momentos cuando uno empieza a escribir. En el primero los poemas se hacen para alguien en concreto. Luego hay una segunda primera vez, que en mi experiencia tuvo lugar cuando tenía 18 años, y es cuando uno empieza a escribir poemas para un lector sin rostro, entonces el juicio crítico cambia por completo porque no es lo mismo escribirle a un lector sin rostro que puede ser de cualquier edad y de cualquier tiempo. Esto cambia el tono del poeta y su postura ante el mismo ejercicio poético”.
Entre los poemarios que Valverde ha publicado, están Viento favorable (2002), Madrugadas (2003), Razones para huir de una ciudad con frío (2004), Los ojos del pelícano (2010), La insistencia del daño (2014) y Poesía (1997 – 2017). Ante la cuestión de cómo surge un poema, reflexiona que no hay peor idea que escribir sin tener una idea clara y que la imaginación es fundamental, pues altera el pensamiento y transforma las ideas en un material diferente. De hecho, cuenta, Percy Shelley, uno de los poetas del romanticismo inglés, “decía que la imaginación es posiblemente el mayor instrumento que los hombres tienen para la bondad. Él estaba convencido de que nuestra capacidad para imaginar el dolor y el sufrimiento de otras personas nos obliga y nos empuja a hacer el bien. Es decir, Shelley estaba hablando de la empatía, de cómo la imaginación nos hace ponernos en el lugar de los otros: esa es la gran apuesta de la poesía, el cómo las ideas se transforman a través de la imaginación y un autor puede convertirse en mil hombres”.
Valverde necesita escribir solo. Está convencido de que la poesía es la comunión de soledades; también habla de que la mejor poesía en español se ha escrito en América.
¿Cómo dialoga con la tradición de Andalucía, de la Generación del 27?
Para un poeta granadino es imposible no establecer un diálogo con la figura más universal de la poesía española, que es Federico García Lorca y que es el poeta de mi ciudad. La sombra de Lorca ha estado siempre presente en mi vida, de un modo u otro. Su influencia es inevitable, por su radical apuesta por la vida, por su empatía hacia los marginados, por los desfavorecidos. Así que el diálogo con la Generación del 27, para un granadino, es García Lorca y para cualquier andaluz, son también Rafael Alberti o Luis Cernuda.
***
El paisaje de Valverde es el atardecer de García Lorca. Sus recuerdos de infancia, dice, son parecidos a los de Lorca. La geografía poética hace parte de la memoria de Valverde, por ello, tanto su tradición literaria, como su infancia, son parte de su imaginación, si la entendemos a la luz de Shelley. Sus temas, además de la infancia, son la muerte y el paso del tiempo: imágenes inconfundibles del ocaso. Y su tema complejo es el amor: “ser original escribiendo poemas de amor es completamente difícil”.
¿La poesía es un intento de atrapar el tiempo?
Nos invita a una reflexión y eso ya es mucho en el tiempo que estamos viviendo. Es un tiempo de velocidad, donde todo se mide de forma cuantitativa. Los seguidores que tienes en las redes sociales habla de la relevancia que tienes en el mundo social. Es un mundo donde todo acaba en la frialdad de las cifras y de las matemáticas. El capitalismo se ha encargado de establecer las ecuaciones necesarias para convertir todo en productividad y en un resultado económico. Así que la poesía, que no puede cuantificarse, que no puede desglosarse en frías ecuaciones, que no produce un rendimiento económico, ese nadar contra corriente de la sociedad capitalista, sin duda nos ayuda a explicarnos muchas realidades que están escondidas detrás de la farsa de quienes, desde la oligarquía del mercado, tratan de controlarnos la vida.
¿Y qué ha sido –o qué es– la poesía en la historia del hombre?
La poesía ha pasado por distintas etapas. Pienso como en un momento se volvió filosófica tratando de dar de las explicaciones que la religión no era capaz de aportar. Durante la ilustración trató de ponerse de parte de las ideas para generar una filosofía que nos ayudara a construir una sociedad armónica. Durante el romanticismo lo que se hizo fue una consciencia capaz de enfrentarse a esas ideas con la radicalidad del “yo”, en el sentido del hombre libre. Creo que el sentido de la poesía hoy es enfrentarse al poder como forma de discriminación y manipulación. La poesía tiene la obligación de defender al hombre como individuo y de defender la libertad de los pueblos. Con esto no me refiero a que se tenga que hacer una poesía política sino todo lo contrario: tal vez haya que despolitizar el mundo y humanizarlo, tal vez haya que segregar la política al plano de las ciencias fallidas.
***
Por esa relación entre lo poético y lo humano, Valverde se pregunta dónde nace el arte. Y, seguido de un suspiro, responde: “el arte nace en las ceremonias funerales, como una reacción frente al gran misterio de la muerte. Eso no ha cambiado desde la primera edad del hombre hasta los tiempos modernos”: desde lo inimaginable hasta las naciones modernas.