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Iván Sikic: “Mi responsabilidad como artista es observar y hacerme preguntas”

La exposición “Amor humano”, curada por Juliana Steiner, cuestiona los abusos cometidos contra la mujer en nombre del amor. Sikic, autor de la obra, y Steiner hablan sobre los objetivos de esta muestra digital.

Laura Camila Arévalo Domínguez
31 de julio de 2020 - 01:50 a. m.
La exposición está disponible en la página web de la galería peruana Vigil Gonzales desde el pasado 18 de julio y se cerrará el próximo 18 de agosto.
La exposición está disponible en la página web de la galería peruana Vigil Gonzales desde el pasado 18 de julio y se cerrará el próximo 18 de agosto.
Foto: Galería Vigil Gonzales
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“Amor humano”, el nombre de esta exposición, se basó en un dicho muy popular en Perú: “Amor serrano, más me pegas más te amo”. Es tan popular como el que tenemos en Colombia: “Porque te quiero te aporrio”, y que ahora decimos con un poco más de vergüenza, pero que sigue vigente. El peruano Iván Sikic, artista de esta muestra, propone que tal vez ese es el problema de Latinoamérica y el resto del mundo: “El lenguaje, al final del día, es lo que termina perpetuando el problema. El día que cambiemos la manera en la que hablamos habrá una transformación contundente”. Pero Sikic se enfocó en una violencia que afecta una fracción de los humanos: la que mata a las mujeres por ser mujeres.

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Esta muestra, curada por Juliana Steiner, comenzó siendo un perfomance inspirado en los sonidos, los rituales y la estética de la cultura huayno (propia de la región andina en países como Perú, Bolivia, Argentina y Chile). En 2017, el artista invitó a cinco bailarinas a crear una coreografía que homenajeara a las víctimas de feminicidio. Usualmente, en esta danza también participan los hombres, pero el artista decidió que solamente hubiese mujeres: buscaba subvertir el sistema patriarcal que, históricamente, ha privilegiado el rol masculino en todas las esferas sociales.

Tres años después el problema, además de seguir vivo, se agrava: los feminicidios y la violencia de género se han agudizado en medio de las largas cuarentenas que atraviesa Latinoamérica. Las madres, hijas, hermanas y esposas quedaron encerradas en medio de un abuso que, en nuestro caso y según el Observatorio Colombiano de las Mujeres, creció un 175 %. Por esta razón, Sikic y Steiner decidieron que la muestra debía exhibirse digitalmente durante el aislamiento preventivo, que aunque imposibilita el contacto con la obra, busca más conversación sobre un problema que se convirtió en un paisaje al que ya nos acostumbramos.

Esta muestra se compone de capas que cuelgan del techo. Estas prendas, que son el elemento principal que usan las bailarinas durante la danza de la Tunantada, parecen abrazar una silueta invisible. Roland Quintana Rafael fue el artesano que le ayudó a Sikic a diseñar estos objetos que llevan bordados las fechas, ciudades y nombres de las mujeres que fueron asesinadas. En el piso y debajo de las capas hay una montaña de tierra en la que también se enterraron unas papas a las que, más adelante, les saldrán las raíces que representarán lo enraizadas que se encuentran nuestras dinámicas machistas, convertidas en cómplices de los finales más radicales a los que las mujeres están expuestas.

En Colombia también tenemos una famosa frase con la que nos referimos a los casos en los que, en nombre del amor, violentamos al otro. Es un problema global que se camufló en nuestro lenguaje más contidiano...

Juliana Steiner: ni nos damos cuenta de que las decimos ni de lo que implica que las digamos. Estos abusos terminan, muchas veces, en feminicidio, así que tenemos que hacernos responsables de la forma en la que nos expresamos. La manera en la que nos comunicamos es muy diferente del tipo de sociedad en la que vivimos.

En 2016, Colombia firmó un proceso de paz entre la extinta guerrilla de las Farc y el Gobierno Nacional. El arte, antes y después del Acuerdo, ha producido obras que reflexionan sobre el conflicto colombiano. También se han enfocado en la violencia contra la mujer, pero últimamente algunos espectadores creen que el tema se está desgastando, que no se debería hablar tanto sobre estos asuntos porque, según ellos, podría generarse el efecto contrario: aburrir a los que quieren mantener atentos, los ciudadanos... ¿ustedes qué piensan?

Juliana Steiner: aún hay conflicto en Colombia. No nos podemos cansar de hablar sobre eso. No hasta que se termine. Los artistas tenemos una responsabilidad con estos temas. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién? Sobre la violencia de género: el problema es que nuestro sistema patriarcal aún busca silenciar a las mujeres. Está hecho para que sea muy complicado que los hombres respondan por sus crímenes cuando nos agreden. También a los hombres los han abusado y los abusan. Es horrible lo que pasa, así que tenemos que seguir planteando discusiones sobre esto.

Iván Sikic: el sistema que tenemos fue creado por hombres y estamos pagando las consecuencias de eso, pero también experimentamos un punto de inflexión importante en el que ya somos capaces de darnos cuenta de que no puede seguir pasando. Aunque el sistema lo hayan creado los hombres, no tiene que defenderlos solamente a ellos. Si la gente se aburre o no, bueno, es que mi responsabilidad es observar y hacerme preguntas. Lo que busco es que alguna persona, además de mí, logre cuestionarse cosas. Estos diálogos son vitales y tengo un compromiso con ellos.

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La capa que se descuelga del techo parece abrazar una figura invisible, como si quisiera abrigar un vacío. Más abajo están las papas, que representan una historia en la que las mujeres indígenas de la sierra de Perú se metían estos tubérculos en la vagina para evitar ser violadas por las guerrillas armadas y el ejército peruano, en las décadas de 1980 y 1990, ¿fue cierto esto? ¿De dónde salió esta historia?

Iván Sikic: la papa es oriunda de Perú y el peruano es muy nacionalista con su comida. Este es un ingrediente básico de nuestra cocina que también está muy atado a la cultura huayno. La danza del huayno suele ser un pisoteo que imita a la siembra y cosecha de la papa en la Sierra. El simbolismo de este alimento era importante porque, a pesar de que no sabemos si fue cierta o no esta historia, es una imagen muy potente. El hecho de que exista esta creencia nos indica que hay señales preocupantes. También estábamos muy conscientes de que era una exhibición que nadie podría visitar. Trabajo perfomances duracionales y Juliana (Steiner) me sugirió mostrar el paso del tiempo durante la exhibición de la obra. Eso lo lograré con las papas: brotarán raíces. Además de que simbolizan esperanza, serán el símbolo de la profundidad del problema.

En una capa está el nombre de una de las víctimas que usted tuvo en cuenta para la obra. ¿Individualizarla la rescata de la cifra que engloba el total de los asesinatos?

Iván Sikic: los nombres fueron muy importantes en el desarrollo de esta obra. Incluso, siempre pensé en los apellidos. Después decidí que, por respeto, no lo haría así. Durante el perfomance había un maestro de ceremonia que leía los nombres de 150 mujeres de todo el mundo que habían sido asesinadas. Era vital que esos nombres se mencionaran una y otra vez para recordar. Es el efecto opuesto que quería lograr la persona que quiso silenciar esa voz. Es una batalla en contra del agresor.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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