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Este 24 de diciembre en horas de la mañana murió a los 81 años por complicaciones derivadas del cáncer, en su casa en la Hortensienstrasse de Berlín, Carlos Eduardo Rincón Bolívar, en compañía de su esposa Gerda Schattenberg. Sin embargo, como El inmortal, personaje de Jorge Luis Borges, acerca del cual escribió un espléndido ensayo, encontraría en la literatura, el río secreto que purifica de la muerte a los hombres.
Después de graduarse de filosofía de la Universidad Nacional, Rincón se radicó en Alemania oriental para realizar sus estudios doctorales en la Universidad de Leipzing –alma máter que en el 2003 le otorga además el doctorado honoris causa–. Werner Krauss, el último gran romanista alemán de quien fue colaborador, lo acogió en la Academia de Ciencias de Berlín, al igual que Elizabeth Hauptmann, antigua colaboradora de Bertolt Brecht, en el Berliner Ensemble. Enseñó como profesor emérito, desde 1990 hasta su retiro, en el Instituto Central para América Latina de la Freie Universität Berlin (Universidad Libre de Berlín). Por estas acciones fue declarado por el pintor Roberto Matta como el colombiano más prusiano, pues a pesar de residir en tierras germanas siempre mantuvo el interés de ahondar sobre la conformación cultural de su país. Quizás por este motivo muchos pensadores sugieren que gracias a los estudios de Rincón, Colombia ha avanzando en la modernización de su identidad cultural.
Este erudito bogotano realizó publicaciones en castellano, alemán e inglés. Dirigió así mismo colecciones editoriales, proyectos de investigación y simposios en Alemania y América Latina con apoyo de la Fundación Volkswagen y el Servicio Alemán para el Intercambio Académico (DAAD). Además participó con gran protagonismo en importantes discusiones de ámbito internacional sobre la crítica literaria, la posmodernidad y los estudios culturales. Los estudiosos de su obra dicen que Rincón cultivó tres frentes: la presencia permanente de la literatura y la crítica literaria del Brasil, punto ciego de buena parte de la crítica literaria predominante en el continente; el posicionamiento de autores latinoamericanos —García Márquez y Jorge Luis Borges, en particular— en el plano de lo contemporáneo y, finalmente, su destacado oficio como traductor al español de autores como Theodor Adorno, Walter Benjamin, Mijail Bajtin, Foucault, Canguillem, Habermas, Chomsky, y Antonin Artaud, entre muchos otros.
Fue un pensador muy leído y acatado que construyó una obra muy amplia y profunda que traza relaciones infinitas entre los aspectos más variados. Día a día se referencia en los claustros de todo el mundo, pues alumnos suyos son profesores en universidades de Alemania, Suiza y América Latina. Asumió su vida como una cruzada para sacar adelante lo que creía que valía la pena, compartir su conocimiento e incentivar a los jóvenes investigadores de América Latina en encausarse en nuevos tópicos o mirar desde teóricas recientes, temas antiguos. Fue profesor invitado de las universidades de Harvard y Stanford y en sus últimos años dictó cursos en la Universidad Nacional y seminarios en la maestría y el doctorado de la Universidad Tecnológica de Pereira, donde estableció contactos y amistades sinceras.
Julián Serna, filósofo colombiano con quien escribió Borges, lo sugerido y lo no dicho, lo definió como poseedor de una inteligencia excepcional. “Carlos era el intelectual más destacado que Colombia tenía en Europa. Dejó un vació muy grande que difícilmente se va a poder reemplazar en todo el trabajo que desarrollamos en la academia, porque no era el típico especialista sino que tenía una visión muy trasversal de los asuntos y era muy original en sus pensamientos”, aseveró el escritor.
Por su parte César Valencia Solanilla, director del doctorado en Literatura de la UTP, afirmó que para sus programas de postgrado fue un privilegio contar con una de las mentes más brillantes de la historia contemporánea colombiana. “Es una gran pérdida que se haya ido este hombre tan maravilloso y generoso en su sapiencia, con un gran espíritu de fraternidad y una vasta libertad de pensamiento”, concluye el gestor.