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“Precious Lord, take my hand. Lead me on, let me stand. I'm tired, I'm weak, I'm lone. Through the storm, through the night. Lead me on to the light. Take my hand precious Lord, lead me home.” Quizá pudieron ser estas las últimas palabras entonadas por la voz insumisa y empoderada de Aretha Franklin en su hogar ubicado en Detroit, en el Estado de Michigan al Medio Oeste de Estados Unidos. Con los mismos acordes y la misma conmoción con que cantó en el funeral de Martín Luther King el 9 de abril de 1968, la ‘Reina del soul’ habría podido despedirse del mundo sosteniendo con sus últimos esfuerzos aquella voz impetuosa y enérgica que representó un ícono para el soul y resaltó una época dorada de éste género originario de los Estados Unidos, asociado con la esencia afroamericana que combina los géneros del Rhythm & Blues y el góspel.
Barack Obama, quién se declara un ferviente seguidor de la artista, y quien decidió llevarla a la histórica ceremonia de Toma de Posesión como primer Presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos, habría dicho días después, en un perfil publicado en The New Yorker, y tras haber llorado por la emoción que causa la presencia de una titán del soul como Franklin visto en el escenario del Kennedy Center Honors en Washington D.C. en el 2015, que “Nadie encarna más plenamente la conexión entre el espíritu afroamericano, el blues, el R. & B., el rock and roll y la forma en que las penas y el dolor se transformaron en algo lleno de belleza, vitalidad y esperanza. La historia de Estados Unidos surge cuando Aretha canta.”
Aretha Franklin, quién nació el 25 de marzo en Memphis y se mudaría con su familia desde pequeña a Detroit, ciudad en la que su vida culminó, habría de reconocer desde pequeña su misión de cantar la historia de su país y los derechos de la comunidad afro. Iniciando en el coro de la iglesia a la que asistían frecuentemente los sábados en la noche, Franklin empezaba a potenciar su voz a través de las melodías que interpretaban en la iglesia y de los nuevos sonidos que habría de explorar con el piano que la aguardaba en casa. Su padre, Clarence LeVaughn Franklin, quien fue pastor y gran amigo de Martin Luther King, sembró en Aretha Franklin la importancia de reconocer su ascendencia, su historia y las luchas que los afroamericanos han labrado a lo largo y ancho del territorio estadounidense a través de los años y las transformaciones. De ahí, ‘Lady soul’, como también fue apodada, anudaría su música al reconocimiento y revalorización de la identidad afroamericana y comprometería su arte a dignificar los aportes que esta población mayoritaria le había otorgado a la cultura de los Estados Unidos.
Pese a que Franklin dejaría de viajar a otros países a causa de su fobia a volar, sus letras y sus canciones lograrían sobrepasar las fronteras de diversas naciones e incluso, llegar a sonar en la eternidad del universo. Sus magníficas composiciones y el eco de sus canciones le darían el mérito de adueñarse de 18 premios Grammy, la mayoría de ellos, a Mejor Actuación Vocal Femenina. Incluso, en un listado de las 100 mejores canciones de rock de la historia, realizado por el canal musical VH1 en el año 2000, Respect habría de ubicarse en el segundo puesto por detrás de Satisfaction de los Rolling Stones.
Con más de 50 álbumes realizados, entre los que se destacan The Gospel Soul of Aretha Franklin (1956), Laughing on the Outside (1963), I never loved a man the way I love you (1967), Lady Soul (1968), Amazing Grace (1972) Who’s Zoomin’ Who? (1985), entre otros, Aretha Franklin se consolidaría como una referente e ícono del soul y, en general, de la música a nivel mundial. Su trayectoria la alzaría en el altar de la música y la convertiría en un ejemplo a seguir por toda la comunidad afro, pues Franklin habría de convertirse en el espejo de la lucha y el carácter aguerrido de su población.
En el 2017, ‘La Reina del soul’ anunciaría su retiro del escenario musical. Sus complicaciones de salud le impedirían seguir cumpliendo a cabalidad con su agenda de conciertos y presentaciones en Estados Unidos. Su educación y cultura le decían que no podía seguir cancelando eventos, pues a pesar de su incesante intención de cantar y generar una resonancia en el tiempo y el espacio, sus fuerzas le susurraban al oído que debía finalizar el ritmo de vida que tanto exige a los artistas y dedicarse a observar con sabiduría y orgullo, el legado impenetrable e incorruptible que había dejado en la historia de la música.
Cuarenta y un años exactos han pasado desde la muerte de Elvis Presley, otra de las voces icónicas e insuperables de la música. Hoy, con el amanecer opaco que nos trae la muerte de Franklin, reflexionamos sobre aquellos designios del destino que causan asombro y generan cierta intención de merodear en los intrínsecos sucesos que arropan una curiosidad tan diciente como el hecho de que un 16 de agosto se esfumaron de la tierra las vidas de grandes artistas como Elvis Presley o Aretha Franklin, hecho que no restaría fuerza a la perdurabilidad de sus voces y su herencia a la música.