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Gonzalo Arango: la obra del olvido

Y de pronto, paulatinamente, la voz de Gonzalo Arango comenzó a transformarse en la voz de los “rebeldes sin causa” y a entreverarse con los escándalos y el espectáculo, y también, recogidos los muertos de la tempestad, a extinguirse.

Fernando Araújo Vélez
30 de septiembre de 2020 - 10:06 p. m.
Gonzalo Arango creía en lo humano, le quitaba arandelas místicas o divinas al arte y al artista, y estaba convencido de que para transformar al mundo era urgente transformar al individuo. La suma de uno más uno daría cien, y mil, y millones. Por eso escribió "Manos unidas".
Gonzalo Arango creía en lo humano, le quitaba arandelas místicas o divinas al arte y al artista, y estaba convencido de que para transformar al mundo era urgente transformar al individuo. La suma de uno más uno daría cien, y mil, y millones. Por eso escribió "Manos unidas".
Foto: Ilustración: Nátaly Londoño Laura

Pasó del grito al silencio, de la pulsión al ostracismo, de la herida a la oscuridad, y se fue apagando, opacada por el ritmo y el vértigo de Andrés Caicedo, por su suicidio, 1977, las decenas de notas, documentales y columnas que se hicieron en su honor, y por el premio Nobel de Gabriel García Márquez. El suicidio y el premio terminaron por vender más que los escándalos antisistema y antitradiciones de un poeta que no tenía reparos en señalar al sistema como responsable de la aparición de bandoleros y asesinos de toda calaña.

Fernando Araújo Vélez

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.Faraujo@elespectador.com

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Francisco(82596)01 de octubre de 2020 - 12:17 a. m.
Hola, amigos. Está dicho en el comentario: Gonzalo Arango fue un profeta, con el halo sagrado y el corte de acero que acompaña la figura del profeta. No corta sino con la espada de la palabra que penetra hasta donde la dejamos llegar. Y esa pregunta con la que termina su elegía a Desquite, lleva años respondiéndose en forma trágicamente negativa. Y es verdad: los Desquites siguen resucitando.
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