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Un homenaje a Roberto Junguito

Presentamos en este capítulo de la serie Historias de Vida, creada y ejecutada por Isabel López Giraldo, los recuerdos y vivencias del exministro de Hacienda Roberto Junguito, fallecido el pasado 27 de diciembre.

Isabel López Giraldo
29 de diciembre de 2020 - 05:37 p. m.
Roberto Junguito e Isabel López Giraldo, en una pausa de la charla que dio lugar a este texto.
Roberto Junguito e Isabel López Giraldo, en una pausa de la charla que dio lugar a este texto.
Foto: Archivo Particular
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Una de las cosas que he hecho muy recientemente en mi vida es reconstruir la historia de la familia para publicarla en un libro de circulación restringida que obsequié a los míos.

Un español, con quien compartimos apellido, nos contactó buscándonos a través de Google. Llegó a uno de mis sobrinos para decirle que quería conocerme. Él complementó la información que yo ya tenía.

Rama paterna

El apellido Junguito no es muy común y tiene origen español. Recuerdo cómo escuchábamos a mi papá contar la historia de que nuestro abuelo fue un capitán español que llegó a Cartagena para con los años hacerse gobernador en Maracaibo.

Nuestra ascendencia, desde el bisabuelo, es de familia cafetera. Mi bisabuelo montó la finca La Fragua en 1895, que conserva una maquinaria antiquísima, en una de las grandes zonas de Cundinamarca, específicamente en las montañas del municipio de Nilo.

Al igual que mi bisabuelo, mi abuelo y mi papá, yo también fui cafetero con finca en San Francisco y La Vega – Cundinamarca.

Rama materna

Mi bisabuelo, de apellido Bonnet, vino con su hermano desde Francia a hacer fortuna. A finales del siglo XIX abrió un almacén supremamente elegante en Bogotá de bienes y productos importados de Francia, conocido como “el almacén de los franceses”. Las importaciones las hacía por vía marítima y transportaba por el Orinoco y el Meta.

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Mi bisabuelo materno era tipógrafo y ayudó a hacer los billetes en la época de los 1000 días. Cuando trabajé como miembro de Junta del Banco de la República, bajé a los sótanos en compañía de Miguel Urrutia, y le dije: “Miguel, aquí tiene que haber billetes hechos por mi bisabuelo.” Efectivamente, encontramos en varios de ellos marcada la litografía Otto Sleder.

Mi mamá también tenía sangre alemana. Su familia llegó, originalmente, a un municipio cerca de Bucaramanga.

Soy muy cercano a su tierra, Isabel, pues la familia de mi abuela era de Salamina – Caldas. Me refiero a los Ospina Hernández, dedicados a la academia. En realidad, eran familias muy tradicionales de la época establecidas en Bogotá.

Casa materna

Tengo dos hermanas y un hermano. Eduardo continuó con la vida tradicional cafetera. Mi hermana, Maitoria, es casada con un hijo de don Emilio Toro, muy de su tierra. Don Emilio Toro fue uno de los reyes del antiguo Caldas, un manizalita que ayudó con las misiones de Banco Mundial. Y mi hermana Elena era casada con el señor Schmit y después con el señor Borrero del Huila.

Infancia

Durante toda mi infancia las vacaciones las pasé en fincas, eran tres meses del año disfrutando en el Nilo en medio del café y del ganado, así pues, fui una persona con arraigo a la tierra, una persona de fincas y no tanto de viajes. Vine a conocer el mar siendo ya muy grande y los Estados Unidos cuando tenia catorce o quince años por razones académicas.

Gimnasio moderno

Estudié en el Gimnasio Moderno hasta tercero bachillerato para continuar en el Lawrence Hill School que clasifica en el top tres del ranking de los mejores y más sofisticados colegios privados de Estados Unidos.

Mi llegada a este internado fue muy curiosa y se dio cuando mi papá consideró que, en un momento dado, me estaba empezando a “parrandear”. Su decisión marcó mi vida, porque si bien en el Gimnasio Moderno la educación y la disciplina es de confianza, en el Lawrence comenzó mi interés intelectual y empecé a mirar la vida otra manera.

Tuve que aprender muy rápidamente el idioma para poder sobresalir en medio de americanos enviados por sus padres buscando garantizar el ingreso de sus hijos a las mejores universidades, mientras que los latinos tan solo éramos cuatro o cinco.

Al comienzo extrañaba muchísimo a mi familia, pero tuve la oportunidad de compartir con ella durante las vacaciones.

Conservo a mis amigos del colegio. Uno de ellos, Felipe Toro, es mi cuñado. Recuerdo también a Carlos Manuel Torres, el ´Capi Torres´ y a Jorge Miguel Camacho.

Universidad de los Andes

Cuando me gradué, no tenia idea de lo que iba a estudiar. Fui muy buen futbolista y tenista, circunstancia que hizo que recibiera cartas de profesores invitándome a las universidades de Brown y a la Universidad de Pensilvania, pero mi papá me dijo: “Se esta volviendo demasiado gringo, por lo mismo, ahora debe venir a vincularse con Colombia”.

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Los hijos de los cafeteros dependíamos de los precios del café que, cuando eran buenos, a uno le daban blue jeans nuevos y hasta lo mandaban a los Estados Unidos a estudiar. A mi papá le tocaron dos momentos distintos: los años 50 que fueron de bonanza, y cuando salí del colegio, que ya eran los 60 cuando me trajo de nuevo al país.

Llegué a la Universidad de los Andes en el mes de junio, pero, en esa época, solo ingeniería comenzaba a mitad de año. Así pues, mi única alternativa era entrar a esa facultad. Presenté exámenes y como siempre fui bueno en matemáticas pasé sin problema.

En primer semestre tomé el curso de Principios de Economía para Ingenieros. De inmediato lo supe y pensé: ¡A mí me gusta mucho más esto que los laboratorios de física y química, y que la misma ingeniería!

Pedí cambio y entré a la Facultad de Economía donde me encontré con Eduardo Wiesner Durán, luego ministro de Hacienda; Francisco Ortega, papá de Juan Ricardo y gerente del Banco de la República; Miguel Urrutia, que era profesor.

Me gradué de economista y me gané una beca para estudiar en el exterior.

Princeton

Apliqué a varias universidades y fui aceptado en Stanford, en la de Chicago muy reconocida en economía, y en Princeton por la que me decidí. Mi colegio era aliado de Princeton y quedaba a quince minutos, entonces necesariamente me sentía más identificado con ella.

Primero saqué un grado en Demografía, luego un Máster de Economía y luego una candidatura al Doctorado de economía.

Asistente de investigación y profesor

Empecé a trabajar desde que estaba en los Andes. Roberto Villaveces, profesor que, en compañía de Francisco Ortega, contrataba estudiantes para ponernos a “echar máquina” pues en ese momento no había computadores sino unas calculadoras enormes con sesenta o más huecos. Ayudábamos a hacer cálculos a los profesores, a sacar correlaciones.

Resulta que, como quería fumar pipa en ese momento y me costaba trescientos pesos, pensé: “Voy a ser asistente para poder comprarme una”. Entonces fui asistente de investigación en la Universidad, tomé los primeros cursos de lo que se llama el PEG de la Universidad de los Andes, la primera escuela de economía de graduados, el primer máster. Hice la mayoría de los cursos hasta que viajé al exterior, pero recibí clases con profesores extranjeros.

A mi regreso de Princeton fui profesor de Los Andes.

Su esposa

Fui profesor de Nohra siendo esposos. Nos casamos en primer año, hace más de cincuenta años, cuando me retiré de la escuela de graduados. Como no me quería quedar solo, vine a Colombia, me casé, y en el segundo año me devolví con mi esposa.

Nohra iba en segundo semestre de universidad y tenia que terminar su carrera en los Andes, entonces yo venía en calidad de profesor.

Estudió con César Gaviria, Juan Carlos Jaramillo, y muchas de las personas que han sido protagonistas de temas importantes en Colombia. Y yo fui mucho más exigente con ella que con el resto. Esta experiencia lo primero que me mostró fue que, la relación de esposo y esposa cuando uno es profesor y ella es estudiante, se corta totalmente.

Nohra Pombo, mi esposa, hace parte de una familia muy de tradición bogotana. Su abuelo y bisabuelo, los Koppel, fueron los fundadores de Bavaria.

Cuando recién nos conocimos, dos primas de Nohra querían conocer la Guajira. La mama les dijo: “Bueno, pero ustedes tienen que ir con chaperona. Deben conseguir tres amigos en la Universidad que las acompañen con los que nunca hubieran salido”. Así pues, fui escogido a dedo.

Ese fue el comienzo de nuestra historia. Como dos meses después del viaje me iba para Princeton, entonces salimos intensamente hasta casarnos. Yo tenía veinticuatro años y ella veinte, porque en esa época uno se casaba muy joven.

Sus hijos

Tenemos dos hijos: Roberto, casado con paisa, presidente de Cerrejón y de la Organización Corona. Andrea, casada con Francisco Salazar, muy bogotano de origen caldense. Su bisabuelo, Félix Salazar, fue el primer gerente del Banco de la República.

Vida profesional

Departamento Nacional de Planeación

Considero que fui buen profesor al que, además, le gustaba la Política Económica, la política en general.

Llevaba año y medio en los Andes cuando me ofrecieron ser jefe de la Unidad de Estudios Industriales y Agrarios de Planeación Nacional. Estando allí conocí a Guillermo Perry y trabajé con Jorge Ruiz Lara, en lo que se convirtió mi primera experiencia con la política económica.

Estando en Planeación se dio el tránsito del gobierno del presidente Carlos Lleras Restrepo a Misael Pastrana Borrero. En ese momento Guillermo y yo éramos los únicos dos que íbamos a un consejo de política económica con nuestro director de Planeación Nacional, Jorge Luis Lara, cuando, de repente, se “agarró” con el presidente Pastrana y nos echaron a todos.

Fedesarrollo

Rodrigo Botero había sido asesor económico del presidente Lleras y había creado Fedesarrollo, entonces con él, Antonio Barrera, Guillermo Perry y yo, fuimos las primeras cuatro personas que entramos a hacer parte de esta prestigiosa institución y, con el tiempo, tres nos hicimos directores.

Federación Nacional de Cafeteros

Mi papá siempre había querido que yo trabajara con la Federación Nacional de Cafeteros por lo mismo me había presentado a don Arturo Gómez Jaramillo. Un día recibí una llamada de don Arturo Gómez para decirme: “Quiero que seas representante de la Federación en Londres para remplazar a Felipe López”. Felipe trabajaba con Jorge Ramírez, personas que representaban a Colombia en la Organización Internacional del Café.

Le cuento una cosa muy curiosa. A mi me reemplazó el presidente Juan Manuel Santos, y Juan Camilo Restrepo lo reemplazó a él.

Estuve en Londres y regresé, poco después, a la Federación cuando comenzó el gobierno de Alfonso López Michelsen.

La decisión de regresar la tomé porque pensaba: “Ya estuve dos años en Londres, tema que conozco con suficiencia, lo que quiero es volver a ser economista en Colombia”.

Volví a Fedesarrollo donde permanecí cuatro años. Me reemplazó Miguel Urrutia que, a propósito, es mi concuñado, pues somos casados con dos hermanas.

La cosa política

Después de Fedesarrollo empecé en la cosa política y aquí hay una historia que resulta divertida.

Colaboré con Belisario Betancur, él como candidato para la Presidencia de la Republica. En ese momento quien le manejaba los temas económicos era Ernesto Samper, curiosamente liberal.

Belisario había sido presidente de Anif, y el segundo era Ernesto cuando yo venía trabajando en el equipo económico. Entonces Belisario le dijo: “Oiga, Samper, voy a ser candidato del Partido Conservador y quiero conocer economistas conservadores”. Y Samper le contestó: “El único economista conservador que yo conozco es Junguito”. Entonces fue en realidad Samper el que me llevó a colaborar con Belisario.

Ministro de Agricultura

Perdimos esa campaña por muy poquitos votos contra Turbay. Pero, en el 2002, Belisario me nombró ministro de Agricultura. En el entretanto, yo había sido director de Fedesarrollo y presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia – SAC.

Para mí fue una experiencia interesante, claramente, al principio no tenía ninguna experiencia, no sabía “echar discursos”. Fue la primera vez que visité el Congreso de la República y fue muy natural aprender cómo hablarles a los congresistas, cómo gastarles tiempo y explicarles las cosas. Este fue un primer reto.

Afronté situaciones complejas en las regiones, hubo un enfrentamiento con los algodoneros en la Costa que pedían plata a niveles imposibles, entonces aprendí a decir que no. También aprendí cómo mantenerse en línea con la política económica.

Dejé el Ministerio de Agricultura de una manera abrupta y divertida. El presidente me dijo: “Roberto, estoy muy contento con usted.” Poco después viajé a Venezuela a desarrollar, con mi homólogo, el tema de la siembra de árboles. Estando allá recibí un mensajero del presidente que me dijo: “Ministro, el presidente le manda a decir que vaya a reemplazar al doctor Edgar Gutiérrez quien no puede ir a una reunión en el día de hoy sobre deuda externa y que se llevará a cabo en Santo Domingo”.

Me fui para el aeropuerto con ese destino, llegué a la reunión con Diego Pizano, cuando, de pronto, en la mitad de la reunión, recibí una llamada de mi esposa que me dijo: “Mis hijos y yo estamos felices de volverte a tener en la casa.” Y le respondí: “¿Qué pasó?” Entonces me explicó que había habido un cambio de gabinete y que me habían sacado. Yo no tenia ni la menor idea.

Generación de economistas

Creo que, a esta generación mía, la que viene desde Urrutia pues Miguel es el más sénior de todos, y a otros más jóvenes como Mauricio Cárdenas, nos han dado la inmensa oportunidad de tener puestos de gran relevancia e importancia desde muy jóvenes, además, con una gran delegación de poder de parte de los presidentes. Sin duda, la formación académica en economía compensaba la experiencia política. Nosotros veníamos con unos conocimientos tanto mayores a los que había, nuestra ventaja era la de ser capaces de entender, un poco mejor, los problemas y las posibles soluciones.

Hay una estructura académica soportada en la investigación, porque desde la Universidad se empiezan a escribir los primeros trabajos, a leer lo que han escrito los otros. Es esa disciplina de lo que es Fedesarrollo.

Desde un comienzo estudié la industria azucarera y panelera, escribí los primeros libros sobre café, de mi tesis doctoral de Princeton había escrito sobre temas económicos y política fiscal.

Nos criticaban porque ser muy teóricos, afortunadamente, como tenía finca, más o menos sabía algo al encuentro con la realidad. Cuando fui ministro de Agricultura, a mis treinta y nueve años, cuando venía de ser presidente de la SAC, conocía los gremios del sector privado y la problemática del sector agropecuario. El paso difícil fue, ante todo, el Congreso.

Comunidad Europea

Pero el presidente Betancur se comportó muy bien conmigo. Me dijo: “Roberto, quiero que te vayas para una embajada.” Así pues, me fui para la Comunidad Europea como embajador.

Ministro de Hacienda

Estuve en Bruselas un año y estando allá me volvió a llamar: “Quiero que vayas a una reunión de deuda externa”. Fui a hablar con el presidente, me dijo: “Voy a cambiar a mi ministro de Hacienda y te quiero en ese cargo.”

Fui ministro de Hacienda en el momento más difícil de Colombia durante la crisis de la deuda externa de los 80. Afronté problemas muy fuertes, pero también viví anécdotas.

En ese momento, el Banco de la República hacía todos los cambios internacionales y no se podían comprar divisas desde los bancos comerciales. Al revisar cuántas reservas internacionales había, me dijeron: “En diciembre, cinco mil millones”.

Cuando llegué en julio iban en mil quinientas. Pregunté qué estaba pasando. Ya se habían acabado los dólares, los francos suizos, solo quedaba oro sin refinar. La pregunta era cómo pagarles a los importadores. Se debía hablar con el Banco de Inglaterra para saber cómo, a cambio del oro, nos podrían prestaban dólares.

También tuve que afrontar el problema fiscal. No teníamos recursos para pagar a finales de diciembre, hubo que hacer grandes acuerdos con el Fondo Monetario Internacional y hacer un programa de ajuste. Belisario me decía: “Yo no hago acuerdos con el Fondo. Primero dejo la Presidencia”. Le dije: “Bueno, presidente, hagamos todas las políticas del Fondo nosotros primero y luego acudimos a él”. Estuvo de acuerdo.

Y no fue solo el ajuste fiscal, también afrontamos el ajuste de la tasa de cambio cuando se devaluó. Cuando acudimos al Fondo Monetario nos dijeron: “Usted está haciendo bien las cosas, estamos dispuestos a darles apoyo”.

Embajada en París

A mi retiro del gobierno, Belisario me dijo: “Bueno, ahora le voy a mejorar la propuesta. Lo voy a mandar a un sitio donde se toman los vinos locales. Quiero que sea mi embajador en París.”

En París vivimos dos o tres años. Allí me volví a enrolar en la vida académica para ser otra vez profesor en la Universidad. Había aprendido un poco de francés en mi estadía en Bélgica donde tomé cursos que me sirvieron en París, aunque con el inglés hubiera sido suficiente.

En la vida diplomática el trabajo es poco, es realmente para la señora por la vida social. Aproveché entonces para aprender de historia. Me dediqué en un salón cerrado en la embajada donde había libros viejos. Hice una inmersión en los archivos de las relaciones de Colombia con los reinos de Francia e Inglaterra, leí los contratos de las negociaciones de la deuda externa de Colombia a lo largo de la historia durante todo el siglo XIX y escribí un libro de historia.

Asociación de exportadores de café

Durante mi siguiente etapa profesional estuve frente a la Asociación de Exportadores de Café y cuando se le dio independencia al Banco de la República en el año 91.

En ese momento afronté la decisión entre la política y la economía. Álvaro Gómez Hurtado, que era mi jefe político pues yo he sido godo, re godo de los oscuros, me dijo: “Roberto, quiero que usted sea quien me reemplace en el Congreso”. Incluso me dijo antes que a Enrique Gómez, su hermano.

Banco de la República

Al día siguiente me llamó Ruddy Hommes a decirme que el presidente Gaviria quería que yo hiciera parte de la primera Junta Directiva del Banco de la República en la que estuve por nueve años hasta 1999.

Siempre se me daban las cosas sin alcanzar a imaginarlas siquiera. En ese momento tuvimos que hacer un acuerdo con el Fondo y, como había negociado con ellos en los 80 cuando la crisis se presentó en el gobierno de Pastrana que fue tan dura, propuse en el Banco de la República que me enviaran como su representante. Así negocié el nuevo acuerdo.

Ministerio de Hacienda

Recibí una carta de Jorge Humberto Botero en la que me decía: “Roberto, escribí sobre finanzas públicas para el candidato Uribe.” Y me envió un artículo que medio desbaraté y le dije: “Mire, el problema es así”.

Con el Fondo y todos los expertos hice un trabajo magnífico que le hice llegar. Pero no pasó nada hasta que me contactó nuevamente para decirme: “El candidato Uribe quiere entrevistar a algunos ex ministros de Hacienda. Viaje a Bogotá pasado mañana”. Vine, me reuní con Uribe que me preguntó: “Bueno, ¿cómo está la economía?”

Al día siguiente viajaba a Miami con la familia de vacaciones. Mientras manejaba, me dijo el conductor del Banco: “¡Doctor, doctor, el doctor Uribe le manda a decir que se devuelva!”

Una vez en la oficina Uribe me dijo: “Roberto, hoy escuché a todos y estoy convencido de que lo quiero como ministro de Hacienda”. Y le dije: “Usted lo que tiene es que convencer a mi esposa”. Y la llamó: “Hola, doña Nohra, estoy acá con su esposo…”

Entonces le dije: “Presidente, yo asumo el cargo, pero no me voy a quedar mucho tiempo”. En efecto hice mi tarea en seis meses, ya había sido ministro, ya había hecho lo que era importante, pasé la Reforma Tributaria, la reforma financiera, la reforma laboral, y negocié con el Fondo Monetario. Entonces dije: “¡Me retiro!”

José Darío Uribe alguna vez me dijo:

— Yo me acostumbré a que, desde chiquito, sale uno de un cargo y queda en la nada, pues todo es temporal, y le toca a uno a arrancar desde cero. Pero uno vuelve a su profesión. Lo bueno es que, al ser economista, uno siempre tiene oportunidades en los gremios o en los centros de investigación o en la academia. Es una ventaja enorme.

Esos cargos son temporalidades. Son cargos donde se tiene el chance de hacer una tarea muy difícil en un tiempo corto. Hay otros que se han quedado mucho tiempo y han hecho tareas estructuradas sobre todo cuando son tiempos de crisis, porque la tarea es precisamente enfrentarlas.

Fasecolda-Fedesarrollo-Columnista-Deportista-Escritor

Fui director de Fasecolda y volví a Fedesarrollo como investigador.

Me he dedicado a escribir, a opinar, a participar en foros. Lo último que he hecho es un libro de Historia Económica de Colombia, que acabé de sacar.

Como le mencionaba, desde pequeño juego tenis, y lo sigo haciendo. Creo que soy de los últimos de la generación que juega a mi edad. También juego golf, me gustan los caballos, y sigo subiendo montaña, caminando.

Escribí el libro de la historia de los Junguito acompañado de fotos antiguas para preservar y fortalecer nuestros lazos.

Soy un eterno enamorado de mi esposa y de mi familia. Siempre vuelvo a lo esencial.

#HISTORIASDEVIDA #ISALOPEZGIRALDO www.isalopezgiraldo.com

Por Isabel López Giraldo

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