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Jorge Telerman: “El sector cultural no perdió ningún paraíso”

El director del Complejo Teatral de Buenos Aires es uno de los invitados al Gran Foro de Artes, Cultura, Creatividad y Tecnología, evento en el que varios expertos hablarán sobre sus experiencias en estos campos. El próximo jueves, 12 de noviembre, Telerman participará en un espacio llamado “Del Río Bravo a la Patagonia: experiencia y transversalidad cultural antes, durante y después de la pandemia”, a las 4 dela tarde.

Laura Camila Arévalo Domínguez
09 de noviembre de 2020 - 02:00 a. m.
Jorge Telerman es un político, empresario, gestor cultural y periodista argentino.
Jorge Telerman es un político, empresario, gestor cultural y periodista argentino.
Foto: Archivo particular.

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¿Cuál es su percepción sobre la economía naranja? Se lo pregunto con este concepto y no el de industrias creativas, para hablar de la propuesta del gobierno liderado por el presidente Duque sobre este tema…

No es la primera vez que lo comento: soy un ferviente adherente. Me parece que es uno de los aspectos más atractivos de las políticas culturales de Colombia y que hoy los está posicionando en un lugar de relevancia y vanguardia. Soy optimista sobre la capacidad que tienen nuestros países en relación con las nuevas formas productivas y la creciente importancia que tiene la economía naranja en la economía mundial, en donde claramente creo que nuestros países pueden sacar pecho. Creo que hay que apuntar a que las decisiones de las políticas culturales tengan una continuidad y se vayan fortaleciendo, puesto que allí veo no solo el beneficio económico en términos de generación de riquezas y condiciones de desarrollo para nuestros países, sino en un aspecto casi que opuesto a las commodities a las que nuestra región estaba habituada a centrar ciertas esperanzas con sus economías. La pandemia no ha sido otra cosa que un acelerador de procesos, más que un cisne negro que nos vino a cambiar la orientación de las cosas.

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Según usted, las consecuencias derivadas de la pandemia son una nueva capa de una crisis que ya venía de hace varios años…

En principio tomo la crisis en su sentido etimológico: es un colador. La crisis es aquel proceso en el que algunas cosas pasan y otras no. No tiene una connotación negativa, simplemente hay cosas que suceden y otras que no. Soy amigo de creer que no hay orígenes, solo comienzos. En ese sentido, cada una de estas circunstancias acelera procesos, dan nuevos comienzos. No nos hemos desviado de ningún camino original ni teníamos que encontrar la hoja de ruta que se nos perdió. Nunca se pierden hojas de ruta.

Usted es mucho más optimista con respecto a la inclusión de nuevas tecnologías en el sector cultural. “Las transformaciones se dan producto de la aparición de las nuevas herramientas”, fue una de sus frases para explicarlo…

La pregunta que nos hacemos es cómo el genio artístico puede usar esas herramientas provenientes del genio científico para darles un nuevo sentido. Cuando uno mira el desarrollo de la historia del arte, que es como revisar la historia de la humanidad, encuentra que los grandes cambios son productos de la producción de herramientas y no a la inversa. En ese sentido, los mundos que imaginan las artes y los que imaginan las ciencias son de un mismo universo. Esas herramientas son cada vez más apropiadas por el arte y comienzan a producir en la circulación de esos bienes culturales. Lo híbrido deja de ser un campo de experimentación. Nosotros, por ejemplo, los teatros de la ciudad de Buenos Aires, ya hemos iniciado una nueva capa de producción de nuestros contenidos escénicos y justamente los llamamos así: modos híbridos.

El grueso del sector de las artes se niega a automatizar o acoplarse a lo que la tecnología ofrece. Las razones tienen sentido: calidad, experiencia, sobrevivencia, etc.

El análisis de la historia del arte siempre se divide entre apocalípticos e integrados. Me sitúo siempre del lado de los integrados. Sé que toda creación del genio humano puede ser usada para el mal. Despejemos de una vez y para siempre la cuestión de la técnica, de quién se sitúa detrás del artefacto: cuando el genio se sitúa detrás del artefacto salen genialidades, cuando el mediocre se sitúa detrás del artefacto, es difícil esperar algo bueno. A veces les digo a mis estudiantes que creo que uno sigue leyendo autores porque lo emocionan y no porque crea que hayan dicho la verdad. Hay un texto fundador de la Escuela de Fráncfort, de Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, y era una mirada apocalíptica sobre las cosas que nos podría deparar la posibilidad de que la técnica ya ofrecía la oportunidad de reproducir mecánicamente una obra de arte y se disolvía el aura: aquel contacto único e irrepetible que yo tengo con la obra de arte. A pesar de los avances, aún seguimos necesitando ir al teatro a ver ese encuentro único e irrepetible de los actores y el director. Eso seguirá existiendo, pero se le agregarán otras capas. Estamos ante un fenómeno inusual en términos de la proliferación de la información y yo me situaría más allí: ¿cómo han desaparecido las instituciones curatoriales que aconsejaban qué consumir?, pues había menor cantidad de información.

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¿Cómo lo están haciendo en Buenos Aires?

En los teatros de la ciudad de Buenos Aires había una carpeta que de desarrollaría en el 2023, pero tuvimos que hacerlo ahora: usar nuevos materiales y reenfocar nuevos presupuestos para ver de qué manera nos equipábamos para tener salas de teatro inteligente y así invitar a un director de México a que nos dirigiera una obra aquí. Siguen siendo artes escénicas, pero estamos aprovechando eso.

Usted prefiere no hablar de reconstrucción, sino de construcción, ¿por qué?

Para evitar la melancolía y salir de la idea de que hay que recuperar paraísos perdidos. No hemos perdido ningún paraíso. Hay muchas cosas que estaban sucediendo antes de la pandemia y que no nos gustaban. Ya estábamos pensando de qué manera podíamos agilizar la escena. Mucho se había escrito sobre el posdrama, por ejemplo. Eran búsquedas que ya comenzaban a necesitar sacudones. Si siento que algo he perdido y lo tengo que reconquistar, me convenzo de que, en principio, no lo voy a lograr. Nada será igual a lo que existía. Pero además, afortunadamente pasa así, porque me pierdo de lo único sobre lo que puedo actuar, que es el futuro. Esta herramienta que se nos ha dado es la que el arte siempre ha trabajado. Imaginar nuevos mundos. Esa capacidad de imaginar lo que no existe es la que hace que, finalmente, las cosas existan. Muchas cosas que vivimos en nuestra cotidianidad, son producto del pensamiento del arte.

Imaginémonos que ya hay vacuna y podemos salir. ¿Cree que en ese momento el modelo híbrido que propone sí seguirá consumiéndose? En ese momento ya podremos visitar las librerías, los teatros, los museos…

Absolutamente. Será más fuerte porque en ese momento se convertirá en una opción y estará despojado de todo carácter doloroso y preventivo. Estará alejado de la idea de un virus. Será visto como lo que es: una nueva forma de pensar el arte. No es un analgésico, no es un sustituto. No suceden sustitutos en el arte, suceden agregados. Cuando pasa el tiempo y se alejan de ese motivo original que los creó, quedan en su verdadera dimensión.

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¿Cómo está la relación entre los artistas y el Ministerio de Cultura en Argentina? ¿Cree que la interacción entre las dos partes es importante?

Voy a hablar como si no tuviera nada que ver con eso; es decir, como si la analizara pero luego no la sufriera. La relación ideal entre la comunidad artística y el Estado debe ser de respeto, pero con desconfianza. Creo que así será potente. Más allá de que a los que ocupamos lugares públicos nos gustara que la gente diga que es estupendo lo que hacemos, sigo creyendo que una de las acciones centrales que más nos benefician es tener artistas inquietos. Incomodarnos y hacernos dudar de las ideas es muy valioso. De todas formas sigo creyendo que el Estado tiene no solamente la oportunidad, sino la obligación de fomentar las artes. No hay otra forma de hacer eso: hay que apoyar constante y contundentemente a los artistas. Creo que, en ese sentido, una ciudad como Buenos Aires tiene los mecanismos para garantizar las condiciones materiales y de libertad que necesita la creación. Aliento que haya tensión entre las dos partes, es el momento en el que mejor funciona.

El acceso al público para los dos eventos será gratuito mediante una inscripción previa en www.gfacct.org.

Laura Camila Arévalo Domínguez

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

Periodista en el Magazín Cultural de El Espectador desde 2018 y editora de la sección desde 2023. Autora de "El refugio de los tocados", el pódcast de literatura de este periódico.@lauracamilaadlarevalo@elespectador.com

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