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Marte 109
No alcanzamos a traer música, pero en las noches de tormenta podemos recordarla y llorar. Nos despertamos limpios, como si nunca nos hubiéramos ido.
Antonio Ungar
Le sugerimos leer La voz conciliadora, pero incómoda de Patricia Lara
It’s the end of the world as we know it
Era el fin del mundo. Alarmado, él le confesó su amor y le pidió vivirlo de inmediato. Ella entendió la premura. El mundo no terminó, como era su costumbre. Ellos tampoco.
Enrique Patiño
Visita
Estira un dedo hacia la cuna de Manuel, le toca su manita. Si solo eso bastara para ayudarla a dormir, las ojeras dejarían de ser tan profundas y las personas hablarían de otra cosa que no fuera el accidente. Pasos comienzan a rondar el dormitorio, ella deja la mitad de la cama libre. Solo hasta que el colchón se hunde, cierra los ojos y se cubre la cabeza sin perder el contacto con Manuel. La habitación sigue igual de fría, las sábanas igual de
tibias. Concilia el sueño imaginando la respiración de quien espera esté a su lado.
Yaniana Castro Rátiva
Sonámbulo
No sabía que era un sonámbulo, no se lo creía ni a mi propia madre, hasta que un día, sin saber por qué, amanecí desnudo en un motel junto a una mujer muerta, no podía creerlo ni siquiera cuando la policía me arrestó.
Alexander Anchia Vindas (Costa Rica)
Consuelo para doña Graciela
Del occidente llegó la rubia de senos turgentes y ojos brillantes color esmeralda. Del oriente, aquella con el cabello corto y castaño, alta y esbelta, con un par de piernas hermosas. Del sur llegaron dos hombres fornidos y con una sonrisa eterna; uno era trigueño, sin cabello. El otro, un poco más alto y con el cabello de color negro. Todos estaban desnudos, estáticos; sin una miserable tela que los embelleciera. Esperaban impávidos las órdenes de doña Graciela pero ella no sabía qué hacer; lloraba con una rabia muda, sola y abandonada con sus cuatro maniquíes. Fue lo único que no le pudieron embargar de las tiendas de ropa, herencia de sus padres que consumió treinta y cinco años de su juventud. «La situación de verdad está complicada» dijo el abogado antes de largarse, no sin antes cobrar sus honorarios. Se avergonzó de sí misma y se cubrió el rostro con las manos. Sintió entonces el abrazo inefable de cuatro cuerpos inertes que la consolaron como nadie en su vida.
Andrés Felipe Torres Cortés
Deseo
Me preguntas cómo llevo el encierro y te sorprendes cuando digo que bien. Y es que lo imposible es lo posible que se ignora. Yo pinto una ventana y me escapo volando. Dibujo una puerta y puedo salir a pasear. Me entretengo coloreando un mar y pronto vienen los delfines a jugar con las olas. Recorto una pérgola en papel japonés y puedo resguardarme del granizo entre tus brazos.
Hortensia Mañas
Vita Flumen
En la orilla de aquel río me encontraba maldiciendo mis días. El sonido de su voz todavía retumbaba en mi cabeza y explotaba mi paciencia. Nunca había sentido tanta rabia por haber sido tratado como un objeto y mis nervios supuraban dolor. Era un día gris, silencioso y misterioso. El agua estaba congelada y su calma escondía un oscuro final. Me encontraba sentado, pues mis piernas no soportaban el esfuerzo y la vida se iba de mi cuerpo. La arena era mi cama, mi tumba, y el aire era una fuerza que me arrastraba. Intentaba gritar pero no quedaba ya voz en mí. La muerta acariciaba cada palmo de mi piel y mi cuerpo se relajó dejándose caer a la tierra que me acogía fría en sus brazos.
Alex RG
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La voluntad de Dios
El ser humano creyó no poder soportar los truenos, rayos y centellas que caían sobre su vida. Tampoco las lluvias y los soles y las flores que hacían nacer el regocijo y la risa. Entonces creó a Dios. Y le construyó templos amplios y ricos para que viviera; y le otorgó el templo más precioso; su corazón. El ser humano quiso ignorar que en su creación había puesto cuanto él era y cuanto deseaba ser. Poderoso, infinito, eterno. Así, Dios ya estuvo
dispuesto a exponer sus caprichos conforme él lo hace. Le dijo, no pidió, al ser humano que debía adorarlo. Y así se hizo. Fue adorado a su voluntad. A la voluntad del ser humano.
Joaquín Peña Gutiérrez
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