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En el tropel de la vida que vivió el mítico personaje, que una tarde fuera bautizado en Patillal con el nombre de Rafael Calixto Escalona Martínez, aparecen como por arte de magia la novia del caserío que se enfrentaba sin tapujo a la del pueblo, que por muy lejos que estuviesen siempre recibían el galanteo del jovencito bien vestido y bohemio por demás, que hacia hasta lo imposible por quedar bien con sus conquistas.
Así se sumaron tantos amores, que a él le quedaba complicado asumir su rol de don Juan empedernido. En ese papel de actor principal, en el mundillo amoroso que tejió Rafael Calixto, sus amigos jugaron un lugar preponderante. Él los repartía a los lugares más insospechados con las mejores estrategias, para llevar razones de boca, papelitos con sus frases amorosas y uno que otro regalito.
En esa red, cuya frase esencial era el amor, el mejor narrador musical y quien con sus letras distintas pero no lejanas de lo raizal, se convirtió en el Cervantes del Vallenato, se paseaba orondo como Pedro por su casa, en donde el personaje central era él y no el amor, en donde las mujeres caían rendidas ante su enjundia cubierta por el palabrerío que siempre le acompañó.
Pero como se dice: “a toda olla le llega su tapa”, y por mucho que hubiera repartido el corazón ante tantos amores, Escalona Martínez recibió el primer y único sacudón afectivo, que puso a tambalear el imperio romántico que él mismo construyó. La responsable era una jovencita bien parecida y de buena familia que vivía cerca a Valledupar, donde él tenía montado todo su redil amistoso y ante todo romántico.
Ella llegó con el corazón en la mano, le cambió la vida y lo puso a pensar en serio. Ella de la noche a la mañana, tenía la única oportunidad de amansar lo indomable del trashumante recitador de versos. Ya los nombres de las musas del creador se redujeron y se limitaron a decir: todo gira en torno a los amores de La Maye con Rafa. Si el chupaflor se perdía en cualquier jardín, él ni corto ni perezoso, le brindaba a La Maye las explicaciones necesarias, siempre cubiertas de música.
Esa mujer era y sigue plegada a la historia de su vida, de nuestras vidas, de su historia, de nuestras historias, que moldeó la inspiración de Rafael Escalona Martínez, y ella se convirtió en la única musa que fue más que eso y que desbordó de manera leal toda su pasión.
Pero quién es esa mujer que pese a los constantes viajes de Escalona Martínez detrás del amor o de los embelecos políticos nunca dejó de ser su sombra. Quién es esa mujer que jamás lanzó una mala frase contra el creador de las bellas páginas de amor, quien siempre tenía una excusa para sus ausencias. Quién es esa mujer a la que todo el mundo vallenato exalta y todo el que llega a Valledupar quiere conocer.
Ella tiene nombre propio y está viva. Es Marina Arzuaga Mejía, una flor que le entregó todo su perfume. Ella es la inocente mujer que se enamoró de los pies a la cabeza y que pese a los vientos que traían quejas del comportamiento de su amado, jamás dejó de creer en él. Ella se casó con el mundo de Escalona, desde el mismo instante en que lo vio.
La Maye supo bordar pacientemente los versos hechos en su honor y aquellos de nuevas aventuras que vivía su eterno amor, los supo comprender. Eso es ella. Un mundo de ternura, que no cayó rendida ante el espectáculo de figurar. Ella no necesita levantar su voz para decir que está viva. Todos los vallenatos y los que aman nuestra música, saben que cada vez que se abre el libro para leer los grandes reportajes y crónicas de nuestra música, ella aparece como una musa eterna.
Ella es la mujer que supo agigantarse cuando las tormentas de todo tipo llegaron a su vida. Con y sin la compañía de Escalona Martínez, la gran Maye supo soportar y salir avante ante tanto escollo. Ella dentro de su gran silencio, que es más que todo un culto a la prudencia, se ha levantado como una gran muralla que todos los valduparenses apoyan, sin que ella lo pida.
La Maye, no necesita salir en ningún medio de comunicación a decir que es la esposa de Escalona o que tiene tantos hijos con él. Ella no está interesada en ponerles el apellido a sus hijos para subir de estatus o lograr figurar en los grandes diarios de Colombia. Ella no necesita hacerse fotos con el presidente o el ministro de turno.
Ella no necesita de esa parafernalia que como una mercancía se construye para ser lo que nunca se ha sido. Más de uno sabe la verdad sobre el mundo del compositor y hay que hacer fila en torno a la gran Maye, que nunca pedirá nada pero que sin lugar a dudas, es el gran hilo conductor para entrar en ese territorio llamado ESCALONA, en donde ella tiene un lugar indestronable.
Por eso, cada vez que se habla de La Maye, la cometa de mil colores que tiene la obra de Rafael Escalona trae su nombre en letras doradas.
*Escritor, Periodista, Compositor, Productor Musical.