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Las letras del país vecino

Álvaro y Gabriela Alemán comparten, además de lazos de sangre, la pasión por las letras. Ella es uno de los nombres importantes de la literatura ecuatoriana actual. Él trabaja en la edición comentada de las obras completas de Jorge Carrera Andrade. Ambos estuvieron en Bogotá presentando El Fakir editores.

Ángel Castaño Guzmán
06 de mayo de 2015 - 12:31 a. m.
Gabriela Alemán / Gabriela Alemán
Gabriela Alemán / Gabriela Alemán
Foto: EFE - José Jácome

El Fakir editores es una apuesta que, según se lee en la página web, busca darle nuevos aires a las letras ecuatorianas. La pregunta es inevitable, ¿Entonces por qué el primer libro de ustedes es de un autor colombiano? Además, ¿qué hay en la obra narrativa de Hernán Hoyos que los impulsó a reeditar 008 contra Sancocho?

Parte de la idea de “darle nuevos aires a las letras ecuatorianas” consiste en romper el cerco que el registro civil ha establecido sobre esas mismas letras en la forma de un nacionalismo textual restrictivo; en realidad se trata de un limitante propiamente crítico. El discurso crítico-literario en el Ecuador ha utilizado el paradigma de la construcción nacional como el principal enfoque para aquilatar la relevancia de las obras a estudiar, los textos se estudian desde la perspectiva de sus contribuciones para la creación de comunidades imaginarias. La postura favorece ante todo el realismo como discurso privilegiado en el proyecto de incorporar la población marginal a la literatura y debido a esa coyuntura, activamente ignora, o desconoce, formas de representación inconvenientes al proyecto.

Esto se explica en parte debido al papel protagónico de la Casa de la Cultura Ecuatoriana a partir de mediados de los cuarenta del siglo pasado, una institución concebida precisamente—luego de una derrota militar ante el Perú y la consiguiente pérdida de territorio—para crear una cultura plenamente identificada con la soberanía cultural y con la experiencia local. El impulso ideológico de ese momento consagró una postura crítica que, lamentablemente y debido al desarrollo desigual y reducido de los Estudios Literarios en el país, sigue siendo hegemónica. Pese a ello, El Fakir como proyecto, dista mucho de postularse como su contrario, nuestra visión rechaza el cosmopolitismo de celebridades literarias  que niegan la importancia de lo local y la historia literaria a nombre de una sensibilidad posnacional y metropolitana.

Timothy Brennan habla del mundo de los novelistas cosmopolitas como un no-lugar conveniente, Aijaz Ahmad condena a los escritores internacionales que validan los placeres de la no-pertenencia; nosotros creemos que buena parte de la escritura más interesante del presente aparece en los intersticios de lo nacional, en lo barrial por ejemplo, en el ámbito semi-rural, en la producción literaria de extranjeros que piensan al país desde otras lenguas, en las zonas fronterizas de todo tipo, pero sobre todo en la construcción de una literatura nueva que conozca profundamente sus antecedentes junto con la historia secreta de las demás literaturas regionales y que sea consciente de la necesidad de pensar en su propia y emergente coyuntura.

En ese sentido, iniciar nuestra labor editorial con la edición de 008 contra Sancocho no hace sino validar nuestra voluntad y nuestra vocación por la llamada literatura menor, aquel discurso que no aspira a la eternidad pero que sin embargo, es pertinente, significativo y múltiple. Italo Calvino dice en sus Seis propuestas para el nuevo milenio que una de las condiciones de la literatura para el futuro es la multiplicidad, en el caso de Hoyos esto se puede entender como la complicidad de muchos, todos aquellos que han leído su obra a hurtadillas, durante décadas. Parte de lo que nos atrae de este autor es su ocupación subrepticia de un nicho de lectura desapercibida en la ecología textual, el de la literatura leída a escondidas que, si uno lo piensa bien, es en sí misma una clara categoría discursiva. Parte de la razón por la que no se registra radica en el habitual desprecio de la crítica literaria y de la industria editorial latinoamericanas por la recepción, sabemos muy poco sobre cómo se lee, qué se lee y cuándo se lee, siempre hemos sido reacios en la región a elaborar etnografías de lectura. Y sin embargo, en el momento digital aquello se vuelve posible con relativamente poco esfuerzo.

Otro atractivo de Hernán Hoyos es que se trata de un autor lo más lejano posible a un escritor pretensioso, lo que es refrescante y a la vez un alivio enorme; la fuga de la arrogancia literaria y el contacto con obreros de palabras como Hoyos es una recompensa en sí misma; nos gusta Hoyos, además de por la obvia razón de que es un escritor interesante y con oficio por la simple razón de su condición de ave rara, de extraño.

La editorial nace bajo el manto de la obra de César Dávila Andrade. Háblenos un poco de este autor y de las razones que le motivan entusiasmo en su trabajo literario.

Dávila Andrade—el Fakir—es, como el mismo Hernán Hoyos, una rareza de las letras ecuatorianas. Inicialmente un poeta modernista tardío, luego un narrador realista a medias y finalmente un poeta hermético; su genio nunca ha sido disputado. Existe un consenso generalizado sobre el valor inmenso de la totalidad de su obra (algunos lo sitúan como el poeta más importante de su generación, otros, como el narrador más grande de todos los tiempos) y sin embargo, muy poco, más allá de la anécdota extravagante (Dávila Andrade fue dipsómano y suicida), aporta a entender sus contribuciones. La dificultad parcialmente, consiste en clasificar lo que hace: una prosa poética que tal vez se pueda pensar por medio del mote “gótico andino”, una poesía indisciplinada en permanente búsqueda expresiva. A esto se suma el hecho de un autor proveniente de una ciudad pequeña en su momento, Cuenca, en la provincia del Azuay y el resultado es el de un autor enigmático en su tiempo que hoy nos inspira a celebrar y a editar, precisamente, textos que participan de  su condición medial, entre-caminos, a des tiempo, no como una deficiencia sino como una fortaleza. Proponemos mediante el recurso al amparo de César Dávila Andrade, una re lectura y re edición de la mayor parte de su obra con el propósito de entender su diferencia, y de seguirla. 

¿Qué mecanismos han pensado para hacer circular las obras publicadas por ustedes? ¿Cómo puede un lector que viva fuera de Bogotá conseguir este libro de Hoyos y los demás títulos? A propósito, ¿qué otras obras piensan sacar a la luz pública?

Una de las enormes dificultades de los libros en América Latina es traspasar fronteras. Creemos que estamos en un momento en el que no podemos desechar las herramientas que nos ofrece la era digital. Todos los libros que hará El Fakir tendrán una versión en papel y otra en versión e-book. Y si alguien en otro país quiere el libro en papel, se lo enviaremos por correo. 008 contra Sancocho va a tener distribución nacional en Colombia, llegamos a un acuerdo con la Librería Libélula de Armenia y ellos van a ser el centro de distribución para las librerías independientes colombianas. Nuestra idea es llegar, también, a nuevos públicos y por eso vamos a reeditar la obra narrativa de César Dávila Andrade en formato cómic. Cada uno de sus cuentos saldrá como un cómic, con tapas diseñadas por los mejores ilustradores ecuatorianos que eventualmente serán editados en formato de libro. Vamos a editar libros de autoras de las décadas del treinta y cincuenta que han desaparecido para la historiografía literaria ecuatoriana y, estamos ultimando detalles para publicar una novela gráfica y una traducción del francés.

¿Qué percepción existe de las letras colombianas en el Ecuador? ¿Qué autores de acá son leídos allá? Y ¿qué autores de Ecuador merecen estar en el radar de los lectores de América Latina?

Se lee mucho a Fernando Vallejo y Gabriel García Márquez se consigue en todas las librerías del país; en poesía a Piedad Bonnet y a Juan Manuel Roca pero lamentablemente ahí queda clara la dificultad de traspasar las fronteras. Un buen acercamiento, además porque el pabellón de Colombia estuvo muy bien provisto, fue cuando Colombia fue el país invitado de la Feria del Libro de Quito hace dos años. Ahí llegaron libros de Antonio García, Ricardo Silva, Mauricio Bonnet, Hugo Chaparro, Andrés Ospina, Pilar Quintana, Octavio Escobar, Nahum Montt, Carolina Sanín, Juan David Correa, Juan Álvarez, Federico Díaz Granados y un largo etc. Pero falta muchísimo para conocer a los grandes autores colombianos que circulan en ediciones locales. De los autores ecuatorianos hay muchos que merecen estar en el radar, de los indispensables del pasado: Alfredo Gangotena, Jorge Carrera Andrade, Hugo Mayo, César Dávila Andrade.

 

Por Ángel Castaño Guzmán

 

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