Los enigmas de Shakespeare

Cuatro siglos después de su muerte, el genio de la literatura anglosajona sigue despertando pasiones e interrogantes y el rompecabezas parece insoluble.

Juan Carlos Rincón / Especial para El Espectador
27 de marzo de 2019 - 04:00 p. m.
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Londres

La vida y obra del dramaturgo, poeta y actor inglés William Shakespeare -el escritor más importante en lengua inglesa y uno de los más influyentes en la literatura universal- es una constelación de incógnitas con las cuales se podría escribir una moderna novela de misterio.

Su talento y su historia despiertan tantas dudas como aplausos generan sus obras, y 400 años después de su muerte el debate ha hecho crecer su leyenda porque se conocen pocos detalles documentados de su vida que aumentan la intriga y el interés por su trabajo literario.

La propia autoría de su obra generó un debate de nunca acabar, llegando al punto de promover diversas teorías que para negar su prolífica inspiración, atribuyen parte de sus trabajos a un homónimo actor de la época, y también al filósofo, escritor y político Francis Bacon, entre los más nombrados.

Muchos se preguntan como este genio de origen rural, que apenas fue al colegio hasta los 15 años y fue prácticamente autodidacta, pudo escribir tan intensamente y en apenas 22 años las 37 obras, 154 sonetos y 3 largos poemas narrativos que lo hicieron universalmente famoso.

La academia acepta hoy la autoría de las obras y considera especulativas estas creencias que en gran parte tienen origen en la escasez de información concreta sobre el famoso autor, al hecho de que apenas terminó el colegio y a que los estudios grafológicos a partir de los pocos documentos judiciales y mercantiles que existen de su puño y letra, se atribuyen a un hombre de nivel académico insuficiente.

Quienes cuestionan la intelectualidad de Shakespeare -los llamados “anti-stratfordianos”- resaltan las dificultades que tuvo el dramaturgo para acceder a una educación universitaria, que según varios de sus amigos su nivel de latín y griego aprendido en la escuela era escaso, y fundamentalmente que la complejidad de sus obras habría necesitado un nivel cultural más alto. En la época se consideraba que los escritores provenían de la nobleza o de estratos privilegiados.

TO BE OR NOT TO BE…That is the question

El famoso soliloquio de Shakespeare en la apertura de la cuarta escena del acto tercero de la tragedia de Hamlet, Príncipe de Dinamarca, es la frase más conocida universalmente, no sólo del autor, sino de la lengua inglesa y ha sido referenciada y explotada en innumerables obras de teatro, literarias y musicales, en el cine y en la filosofía popular.

“Ser o no ser, esa es la pregunta”, es memorable porque compendia la dimensión universal del escritor que alcanza y trata el concepto profundo y filosófico de la duda que asalta consciente o inconscientemente a los seres humanos frente a las decisiones importantes y es entendible en muchas culturas y niveles educativos.

Los defensores de la autenticidad de las obras del “Bardo de Avon” (como se le ha llamado popularmente), afirman que la falta de educación magistral no lo descalifica y aseguran que el autor tuvo acceso a las bibliotecas y fuentes literarias de mecenas y amigos ilustres, y a una diversidad de temas y conocimientos que luego se reflejarían en sus obras, desde históricos, linguísticos y legales, hasta matemáticos.

Sus historiadores consideran que el joven Shakespeare fue un lector voraz que se alimentó en múltiples orígenes y que gracias a ello y a su innegable talento, sobresalió como autodidacta y pudo ser fiel a su condición de bardo; la de transmitir en forma oral -y también escrita- las leyendas, historias y poemas de los pueblos europeos.

En sus sonetos, Shakespeare explicó claramente que buscaba siempre hacer algo nuevo con lo viejo, darle nueva vida. Por ello se nutrió de la mitología, de Plutarco y Lope de Vega, y tomó historias preexistentes como las crónicas de Inglaterra, Escocia e Irlanda, para reconstruir escenarios o transformarlos, en vez de inventar o crear. Allí radica precisamente su originalidad.

Para acercarnos a esos enigmas de Shakespeare, he escogido una forma inédita. Aunque practicar la religión católica era ilegal en la época de Shakespeare (tras la separación de la Iglesia de Inglaterra en 1559), es casi seguro que el célebre autor era católico. Sus padres lo eran, fue bautizado como tal, y además así lo reveló en un escrito posterior a su muerte el Arzobispo anglicano de Lichfield, Richard Davies, quien lo conoció personalmente.

Adentrarse en su historia es similar a seguir un “rosario secreto” con los momentos significativos de la vida, pasión y muerte de William Shakespeare y de su escritura; a través de sus propios misterios; los gozosos, dolorosos y gloriosos.

Misterios Gozosos

Del nacimiento.Nadie sabe cúando ni donde nació exactamente Shakespeare. Para efectos históricos se ha asumido que el autor llegó al mundo en Stratford-upon-Avon, al sur de Birmingham, el 23 de abril de 1564 (el día de San Jorge, patrono de Inglaterra) porque en la época se acostumbraba bautizar a los recién nacidos tres días después y allí existe registro de ello; abril 26. Sin embargo, esa fecha corresponde al antiguo calendario juliano, basado en el movimiento aparente del sol para medir el tiempo y el cual cuenta todos los años como bisiestos. De acuerdo al actual calendario gregoriano que ajustó la regularidad de las fiestas litúrgicas y que rige desde 1582, la fecha correspondería al 3 de mayo.

Del bautizo. En las actas de la Iglesia de la Santísima Trinidad en Stratford-upon-Avon, nuestro personaje fue registrado oficialmente en latín, como “Gulielmus Filius Johannes Shakspere”, en inglés William el hijo de John Shakspere, que corresponde en español a Guillermo, hijo de Juan Shakspere. Es leyenda el número de variantes del apellido del famoso escritor (más de 80) y se considera que ninguna forma de deletrearlo es “más real” que otra. Entre las más encontradas fuera de su apellido original y el mundialmente reconocido Shakespeare están Shakespere, Shackspeare, Shakespear, Shaxspere, Shaxper, Schackspere, Shackespere, Shakspeare y Shackespeare. La razón radica en que la lengua inglesa no es fonética y no existe una regla única de pronunciación, con lo cual las derivaciones de Shakspere son múltiples.

De la educación: Tampoco existe certeza de los estudios de Shakespeare y se considera que hasta los 15 años asistió a la escuela local (Stratford Grammar School), de lunes a sábado y de 7am a 5pm, con una intensidad equivalente al bachillerato actual. La percepción se basa en que era católica y humanista y a que se impartía además gramática y literatura en latín y griego, que según algunos críticos de la época, el autor no aprendió bien. Sin embargo, legalmente no tenía derecho a la educación gratuita porque su padre ocupaba un cargo en el gobierno local. Y para aumentar la duda, los archivos parroquiales se perdieron y no hay ningún registro de que haya sido alumno.

Del matrimonio: Fue un escándalo local y se realizó gracias a una licencia especial. Shakespeare se casó de 18 años, el 27 de noviembre de 1582, con una mujer ocho años mayor, Anne Hathaway, quien tenía tres meses de embarazo. El 26 de mayo de 1583 nació su hija Susanna y dos años después, el 2 de febrero de 1585, los mellizos Hamnet y Judith. Su hijo moriría a los 11 años en agosto de 1596 y algunos críticos consideran que su nombre inspiró la famosa tragedia Hamlet. Se cree que el matrimonio del dramaturgo no fue el más feliz y luego del nacimiento de los hijos se pierde el rastro. Se conoce que su esposa siempre vivió en Stratford-upon-Avon y que William iba regularmente una vez al año después de haberse establecido en Londres. Incluso se cree que Anne nunca asistió a una obra de su esposo.

Los años perdidos: El período entre 1585 y 1591, posterior al nacimiento de los mellizos Shakspere es llamado el de los años perdidos porque no hay evidencia del paradero de William y en cambio innumerables conjeturas e historias sin fundamento sobre ese lapso de su vida durante el cual habría salido de Stratford-upon-Avon persiguiendo el sueño teatral. Es claro que Shakespeare emerge en Londres como actor y autor en 1592. Antes de esa fecha se especula que trabajó para su padre como aprendiz de fabricante de guantes, que fue profesor de escuela, que estudió leyes, que huyó porque fue encontrado robando ciervos en el parque del juez de Stratford, que viajo a Italia, que estuvo en España y se unió a la Armada Imperial, que fue soldado en Holanda. Otras teorías sostienen que se unió a un grupo de actores viajeros de la compañía “Lord Chamberlain’s Men” (Los hombres de Lord Chamberlain) cuando pasó por Stratford, y también que fue guardián de caballos en los teatros de Londres donde podía además seguir las obras.

Misterios dolorosos

De su escritura. A nuestro genio le costaba trabajo escribir…a mano. En esa época las obras eran manuscritas a pluma y tinta –un trabajo lento- y el autor, que además de escribir, dirigía y actuaba, tenía un ritmo de vida muy intenso y según varios estudios, sufría de calambres en su mano. Se considera que escribía temprano en las mañanas antes de los ensayos y tarde en las noches luego de las presentaciones y la cena, y que debió utilizar escribas a los que dictaba. De Shakespeare sobreviven seis firmas originales, todas diferentes (Willm Shaksp, William Shakespe, Wm Shakspe, William Shakspere, Willm Shakspere, y William Shakspeare), en las que se aprecia su escritura irregular. Y para completar el misterio, ninguna de ellas responde a William Shakespeare, como se le conoce hoy.

De los manuscritos: No existe ningún manuscrito original de las 37 obras dramáticas de Shakespeare, de sus largos poemas y sonetos. Todos ellos se quemaron en 1603 durante el incendio del “Globe” y además, aunque la impresión de libros se había extendido en Europa, el autor no se interesó en la publicación de sus obras, que según él, habían sido escritas para ser actuadas en el teatro y no leídas. De hecho, Shakespeare nunca publicó alguna de ellas. Se conocen hoy gracias a sus colegas actores John Heminges y Henry Condell, quienes registraron e imprimieron en forma póstuma 36 de sus obras, en 1623, con el nombre de “El primer folio”, para mantener viva “la memoria de un amigo tan digno y compañero de vida, como era nuestro Shakespeare”. Este libro es la fuente principal de todos los textos publicados del dramaturgo y divide su producción en historias (10), comedias (15) y tragedias (11) pero no incluye sus poemas líricos. Se hicieron sólo 750 copias, de las que han sobrevivido una tercera parte, en su mayoría incompletas.

Poesía forzada. Entre 1592 y 1594 en Londres, la plaga transmitida por las ratas se convirtió en una epidemia que causó más de 50 mil muertes y forzó a las autoridades al cierre de los teatros (una de sus fuentes de propagación por las malas condiciones higiénicas), obligando a los actores a salir en gira por meses para sobrevivir y sólo se les permitía regresar cuando la pandemia hubiera pasado. Shakespeare se quedó sin trabajo porque no había demanda de obras y comenzó a escribir poesía por encargo, completando su primer compendio, Venus y Adonis, en 1593, dedicado al joven Henry Wriothesley, Conde de Southampton y uno de sus mecenas. Escribió principalmente extensos poemas narrativos y mitológicos pero se le considera como un excelente autor de sonetos líricos con las temáticas del amor, del tiempo, y de los valores morales y éticos. Se cree que su obra poética fue escrita entre 1592 y 1597 pero que Shakespeare no deseaba que fuera revelada por ser personal e íntima y sólo circulaba entre sus amigos. En 1599 aparecieron publicados sin su autorización dos de sus poemas en una colección titulada “El peregrino apasionado”, y luego en 1609 apareció igualmente sin su autorización, la compilación completa impresa por Thomas Thorpe -un editor amigo de escritores- que estaba dedicada a un misterioso señor W.H., posiblemente un mecenas del autor.

Obras inéditas. Se sabe que algunas de las obras de Shakespeare se perdieron y se tiene certeza de dos de ellas, ambas comedias. La primera es “Love’s Labour’s Won” (Penas de amor ganadas), escrita antes de 1598 y registrada el 7 de septiembre de ese año. Pero se ignora si es una obra pérdida, si es otro título para la conocida pieza “Mucho ruido y pocas nueces” o la continuación de la comedia “Penas de amor pérdidas”. La otra es “Cardenio”, una adaptación inspirada en un episodio de Don Quijote de La Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra, que fue escrita con John Fletcher en 1612. Hay referencias de ella y se sabe que una comedia llamada Cardenno (o Cardenna) fue representada dos veces ante la Corte por la compañía de Shakespeare, la primera en febrero de 1613 con ocasión de las fiestas por el matrimonio de la princesa Isabel, y la segunda el 8 de junio ante el embajador del Duque de Saboya, días antes de incendiarse el teatro El Globo donde se quemaron todos los manuscritos. Además, una leyenda asegura que otras obras inéditas yacen en la tumba del escritor, la cual nadie se ha atrevido a remover en la iglesia de la Santísima Trinidad en Stratford, por respeto y además por miedo a su epitafio: Buen amigo, por Jesús, abstente de cavar el polvo aquí encerrado. Bendito sea el hombre que respete estas piedras, y maldito el que remueva mis huesos.

De su muerte. Shakespeare es de los extraños casos de personas que coincidencialmente murieron el día de su cumpleaños y probablemente es el más famoso de todos junto al gran pintor renacentista italiano Rafael Sanzio da Urbino (abril 6, 1520), y la actriz sueca Ingrid Bergman (agosto 29, 1982). Pero más allá de esa circunstancia inusual, su muerte es otro enigma. Según la historia más difundida, cuatro semanas después de firmar su testamento murió de una fiebre contraída en una borrachera que tuvo con dos de sus amigos para festejar nuevas ideas literarias, Ben Jonson y el poeta Michael Drayton. El autor no era un bebedor consumado como sus compañeros, pero es exagerado creer que el efecto fue mortal. Se sabe en cambio que en 1616 hubo una epidemia de tifo y fue llamada “la nueva fiebre”. Otros señalan que pudo ser asesinado por Thomas Quiney, su yerno bribón con quien tenía serias diferencias, o que murió de hemorragia cerebral debido a su debilitamiento por el intenso esfuerzo físico y mental como escritor y actor, y más recientemente investigaciones de científicos alemanes basadas en la máscara fúnebre y a la posible existencia de un tumor en su ojo izquierdo, señalan que murió de cáncer. Lo cierto es que el autor vivió más años que el promedio de expectativa en la época (35) y tuvo una vida prolífica y relativamente saludable. Su testamento es otro enigma, alimentado porque a su esposa le dejó “mi segunda mejor cama”, cuya interpretación es difícil. Algunos señalan que era una forma de mostrar su desavenencia con Anne y dejar la mayoría de su herencia a su hija primogénita Susanna. Pero en la época, la primera cama era la de los huéspedes y la segunda la del matrimonio, y además por ley, a su mujer le correspondió una tercera parte de sus bienes. Otro hecho curioso es que el testamento original que sobrevive está escrito en tres páginas, cada una de un tamaño distinto, y con una firma diferente de Shakespeare.

Misterios gloriosos

Anunciación en Londres. Se cree que Shakespeare empezó a escribir sus obras hacia 1589 en Londres tras el fracaso de la Armada Imperial española en su intento de invadir Inglaterra. La mayoría de escritos sobre Shakespeare señalan que era un hombre de buenas costumbres y de naturaleza tranquila y la primera mención lo sitúa ya en 1592 como actor de la importante compañía teatral “Lord Chamberlain’s Men”. Debutó en la función de Enrique VI (primera parte), obra que el mismo escribió y dirigió, y que se presentó en el Teatro “The Rose” (la rosa). Fue un éxito y a partir de ese momento inició su camino de triunfos. Se considera que ya había escrito las otras dos partes del mismo drama y que ese mismo año compuso Ricardo tercero y la tragedia romana de Titus Andronicus. En la compañía era Jefe de dramaturgia y además actuaba y dirigía, se le pagaba en efectivo y con un porcentaje de las ganancias, y en esa época los teatros ofrecían 6 obras diferentes por semana, únicamente en las tardes del verano y en seis funciones semanales, con lo cual un actor participaba en cerca de 30 por temporada. A Shakespeare no le faltaba trabajo porque el teatro estaba de moda y en los siguientes 20 años tuvo que escribir casi dos nuevas piezas por temporada; 37 en total, entre tragedias, comedias y dramas históricos.

Del Teatro. La fama del dramaturgo creció a la par que la de la compañía que ofreció acciones a sus actores para ser copropietarios y hacia 1595 “Lord Chamberlain’s Men” era la compañía teatral líder en Londres. Sin embargo, actuaba en un espacio en arriendo y dos años después fue obligada a cerrar. Muchos actores e inversionistas se unieron para construir el nuevo teatro en la orilla sur del río Támesis, con capacidad para más de 3 mil espectadores pero el proceso estuvo acompañado de controversia. Se utilizaron las maderas del primer teatro de la época isabelina, “The Theatre”, construido en 1576 en Shoreditch al este de Londres, pero contra la voluntad de su dueño James Burbage, a quien se le había vencido la licencia. Una noche, el teatro fue desmantelado viga por viga por el carpintero Peter Street y doce personas más, entre ellas varios actores, y los materiales fueron transportados secretamente por el río en una barcaza, y reedificado. Fue inaugurado en 1599 con el nombre “The Globe” (el globo) y en él se ejecutaron las principales obras de Shakespeare durante los siguientes 14 años, hasta que fue destruido por un incendio en 1613. Se reconstruyó al año siguiente pero fue cerrado en 1644 cuando se prohibieron las presentaciones teatrales. En 1997, más de 350 años después, fue construido respetando los parámetros de la antigua construcción, con capacidad para 1500 espectadores y con su nombre actual: Shakespeare's Globe Theatre.

Bendición real. Cuando Shakespeare se inició en el teatro, la dramaturgia estaba en transición y dependía del patrocinio de los nobles y de la realeza. En la época de la reina Isabel surgieron las principales compañías y “The Queen’s Men” (Los hombres de la reina) era la más importante. El autor realizó su genio e hizo toda su carrera en “Lord Chamberlain’s Men” -que incluía grandes actores y cómicos- y que a partir de 1999 en su sede de El Globo, se convirtió en la más importante del país, hasta el punto que en 1603 la compañía recibió el patronazgo el Rey James I. Pasó entonces a llamarse “The King’s Men” (Los hombres del Rey), lo cual les obligaba a actuar en el Palacio una vez por mes. Las obras dramáticas eran una forma de fomentar el patriotismo, el amor por Inglaterra y la legitimidad y poder de la monarquía y la autoridad soberana del Rey. Como dependía del monarca, la compañía presentaba obras protagonizadas por personajes de la nobleza, las cuales Shakespeare escribía. El espacio para la crítica era mínimo aunque algunos estudiosos señalan que el autor las presentaba veladamente a través de personajes de sus comedias.

Retiro en la cima. En 1612, dos décadas después de su primer éxito en Londres, Shakespeare vendió sus acciones en el teatro El Globo, dejó de escribir y se retiró, consagrado y económicamente poderoso a su nueva casa en Stratford, aunque continuó viajando a Londres para visitar amigos y seguir sus negocios. Sus dos últimas obras, Enrique VIII y Los dos parientes nobles, al igual que la desaparecida Cardenio, fueron escritas ese año con John Fletcher, quien lo remplazó como dramaturgo principal de la compañía. Se afirma que ya no tenía nada más que demostrar y que decidió volver a la vida familiar para acompañar a su nieta Isabel (de 4 años) y dedicar tiempo a la jardinería. Otros señalan que los problemas físicos y los calambres por escribir a mano se habían agravado. Todas son especulaciones porque Shakespeare nunca explicó la razón por la cual dejó de escribir a los 48 años, en la cumbre de su éxito.

Del idioma inglés. A Shakespeare el Diccionario Oxford de Inglés le atribuye haber introducido al idioma al menos 3000 palabras, de ellas unas 1700 inventadas, entre las cuales “assasination” (asesinato) es una de las más usadas. Su genio fue juntar palabras que no se habían usado, convertir verbos en nombres o adjetivos, añadir prefijos y sufijos, e inventar. Además, acuñó expresiones tan universales cómo “El amor es ciego” (Love is blind), “Por el amor de Dios” (For goodness’ sake), “Todo lo que brilla no es oro” (All that glitters is not gold) y “Ni pies ni cabeza” (Neither rhyme nor reason), entre otras. El vocabulario del escritor era tan extenso que se calcula que sus obras contienen más de 29 mil palabras diferentes y que usaba regularmente 7 mil de ellas. En promedio, una persona corriente utiliza hoy en su conversación diaria 2 mil palabras. Con semejante vocabulario, Shakespeare no necesitaba diccionario.
 

Por Juan Carlos Rincón / Especial para El Espectador

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