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Las violencias desatadas en este estado del litoral atlántico, no provienen solo del narcotráfico, sino de una delincuencia organizada para secuestrar, manejar la trata de blancas y expoliar a los migrantes centroamericanos que tienen una de sus rutas establecidas por el sur del Estado, en Córdoba y Coatzacoalcos. Veracruz es uno de los estados con más fosas comunes en su territorio. El hecho de brindar un respaldo directo al nuevo gobernador es una forma simbólica de señalar el acompañamiento a la gestión de la nueva gobernación y dar un mensaje de seguridad y búsqueda de la verdad, corresponder a los más de dos millones de votos que tuvo el partido Morena en tierra veracruzana y reafirmar lo que ha sido llamada por Obrador como “la cuarta transformación de México”.
Un día antes, durante el acto de posesión del 1 de diciembre en la capital del país, hubo dos discursos donde Obrador explicó en qué se basa esa cuarta transformación: el discurso oficial, de investidura, donde recibió la banda de presidente ante los parlamentarios, ante el presidente saliente y los invitados internacionales Obrador sentó las bases del nuevo régimen y señaló críticas concretas y responsabilidades directas de la desigualdad social en el modelo neoliberal que había prevalecido por una treintena de años en México. Su gobierno intentará dar un giro a una política de inclusión social y a una profunda reforma energética para la que ha invitado a todos los expertos, una revitalización agraria y grandes obras de infraestructura.
En el segundo evento del día de posesión, tras la aceptación del bastón de mando que le otorgaron los pueblos originarios en el Zócalo, Obrador expuso, en un lenguaje llano, y con ejemplos concretos los “cien puntos” de su plan de gobierno con los que plantea reformas radicales y grandes inversiones en educación, infraestructura y desburocratización del estado. El discurso en la plaza pública se alejó de los tecnicismos y explicó a la nación los frentes de acción de su mandato y anunció los mecanismos de veeduría, rendición de cuentas y revocatoria popular con los que irá sometiendo al escrutinio público su gestión como mandatario.
En la calle y en la prensa las opiniones sobre el nuevo gobierno son divergentes. Mientras la base electoral, analistas en prensa e intelectuales confían en el nuevo gobierno, las críticas internas más generalizadas pasan por llamarlo despectivamente “Presidente de izquierda” y difundir el temor a que una política adversa y de desacuerdo con Estados Unidos cree alzas, cambios de aranceles que entorpezcan el intercambio comercial, aumente la inflación y cause mella en la clase media. Otras críticas insisten en señalar la dificultad de financiamiento para las políticas sociales que plantea. Además hay señalamientos sobre autoritarismo y censura de prensa, dudas sobre la capacidad de endeudamiento del gobierno para las obras determinantes como las carreteras interoceánicas del istmo, la pavimentación de carreteables, ampliación del aeropuerto, y el tren maya que pretenden ser los pilares de la cuarta transformación.
¿De dónde saldrá el dinero para dar becas a estudiantes de preparatorias y universidades y a la tercera edad?, es la pregunta que muchos repiten. El anuncio de reducción del gasto público y disminución de salarios llega con el anuncio de un paro en el sector judicial. La política exterior está en tensión porque plantea una determinación nacionalista frente a la necesidad de establecer un consenso y acuerdos entre la América central y la América del norte y contener o cambiar las condiciones reales que propician la migración. La percepción de que su estrategia de seguridad no funcionará, porque disuelve cuerpos de seguridad corruptos pero mantiene intacto al ejército, hace que algunos sospechen que el ejército es otra de las entidades permeadas por el narcotráfico, lo cual genera dudas de un cambio real en la seguridad pública.
Su política exterior estará definida en mejorar el bienestar interno (opciones de trabajo, de asilo y condiciones laborales) para que la migración sea alternativa, pero la actitud defensiva que ha tenido Estados Unidos para frenar las migraciones en México tras los éxodos de caravanas migrantes que se movilizan desde Centroamérica en los últimos meses preanuncia la primera crisis bilateral derivada de la militarización de frontera ordenada por Trump y el temor al cierre comercial de la frontera.
Al nuevo presidente de México le queda un sexenio para hacer realidad la cuarta transformación política que ha ido a explicar en su primer día de presidencia. Anuncia que cada mañana hará un consejo de seguridad para examinar la estrategia de pacificación del país. Su llegada al poder es la única esperanza destacable para enfrentar las políticas neoliberales que han decidido el atraso y el mapa político actual de América Latina. Si las transformaciones sociales que plantea, mejoran las condiciones de vida de todos los mexicanos en los próximos años, las izquierdas fragmentadas del continente tendrán una nueva oportunidad de pasar de ser oposición y no-poder a constituirse en gobierno con vocación social.
Por ahora, siguiendo los postulados de la “cuarta transformación”, le quedan seis años para plantear un cambio o continuidad de la política antidrogas y crear oportunidades para mejorar las condiciones de la migración. Un sexenio para derrotar la corrupción burocrática. Seis años para oponerse sagazmente al muro de Trump (Obrador anunció una “zona libre” donde se genere empleo suficiente para dar trabajo y condiciones dignas, doble salario mínimo, anunció a los migrantes de la demarcada “zona libre” de Tijuana, Ciudad Juárez y alrededores). Le quedan seis años para integrar las escuelas populares al sistema educativo nacional y abrir el centenar de universidades y el sistema de becas que anunció y que estarían adaptadas a las necesidades de cada región. Seis años para ampliar la pensión a los ancianos del todo el territorio y reconocer la deuda social y la inclusión vinculante con los pueblos originarios. Seis años para frenar los aumentos del costo del combustible, buscar nuevas formas de energía renovables y hacer lo que la izquierda no había tenido la oportunidad de hacer en México: gobernar y provocar el cambio social en una realidad concreta.