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Bienvenidos a una película, basada en el libro homónimo de Louisa May Alcott , donde las mujeres eran preparadas para casarse, tener hijos, llevar un hogar y esperar pacientemente la llegada del esposo y proveedor para sentarse en un sillón y quitarse las botas. Los hombres por aquella época (1868) eran seres superiores; tener un hijo varón representaba una ayuda para la familia, tanto en la labor física como para desempeñarse en cualquier profesión, la mujer, no obstante, representaba una carga, y al hogar formado por los March, les llegaron 4 Mujercitas (Meg, Jo, Beth y Amy) que enfrentaban su adolescencia en plena guerra civil en los Estados Unidos.
Lo paradójico de esta versión, (la novela ha sido llevada al cine cinco veces) radica precisamente en aquellos ideales de lo que significaba ser mujer, han variado o se han deformado para crear otras formas, no obstante, la sociedad ha sido cruelmente perversa para permitir libertad y autonomía a aquellas mujeres que plantean otra estructura de vida; las rebeldes, las causas perdidas, aquellas que no quieren casarse ni tener hijos. Los hombres en Mujercitas no son figuras fuertes, aquí son las mujeres las que llevan la voz, y ese es quizá, el mayor aporte a la literatura de aquel tiempo; cambió la perspectiva del círculo literario dominante acerca de la mujer representada en sus facetas de madre, esposa o viuda; todavía no habían mayores opciones ni espacios laborales porque no eran aceptadas en escuelas ni universidades.
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Se trataba de un protocolo estricto, casi teatral en las relaciones entre los hombres y las mujeres de Mujercitas, donde cada uno debe mantenerse a cierta distancia. Al menos, públicamente. Cuando las jóvenes March empiezan a tener vida más allá de su casa descubren todo un universo ante sus ojos, bailes, vestidos de gala, ¿libros, música? ¿Hombres? Cada una de las hermanas representa una versión distinta de lo femenino en aquella época, aunque la cinta, como en casi todas las versiones del cine, gira alrededor de Jo, quizá por su ambición literaria; porque la hija mayor; Meg no tiene potencial al escoger el camino más fácil; enamorarse y casarse; Beth contrae fiebre escarlatina y Amy está comprometida.
La directora Greta Gerwig nos ofrece una versión no lineal, a diferencia del libro, con saltos de la memoria y los personajes hablando directamente a la cámara.
La última vez que vi a Saoirse Ronan en la pantalla grande fue en The Lovely Bones (Desde mi cielo); allí representaba a una joven de 14 años que, mediante engaños y artificios es violada y asesinada por su vecino. Saoirse ya desprendía su grandeza, fue nominada por esa cinta como Mejor Actriz en los premios Bafta 2010.
Asistir a una nueva versión de Mujercitas, significaba entretenerse con esa pasión desmedida de la juventud de la mujer que termina inexorablemente desde el libro original, en matrimonio.
Y ahora Saoirse es la joven Jo March, ataviada en vestidos hasta el piso y con un rostro del renacimiento para recordarnos la ambición y la rebeldía de la juventud, transformada en el deseo supremo de manifestar más allá del talento, la genialidad.
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Pero que no se nos olvide que es mujer, y la genialidad en una mujer representa una incomodidad latente que puede despertar sospechas, el acto de leer, la convertía de por sí, en una chica rara, y ni qué decir, atreverse a escribir, y a publicar sus historias firmadas con otro nombre.
Jo realiza el recorrido de la felicidad al que pocos tienen acceso, la respuesta de un sí; la firma de un contrato, una promesa; mientras las piernas no alcanzan a correr tan rápidamente como el deseo de llegar a casa para contar la noticia.
Y nos recuerda que Mujercitas, más allá de un libro que reflejara la conducta particular que debería obedecer una mujer: postura del cuerpo, tono de voz y actitud, más allá de la sumisión, pasividad, caridad, obediencia y virginidad obviamente; virtudes absolutamente femeninas por aquellos días.
Bajo este universo de paisajes idílicos de invierno y otoños de hojas amarillas y naranjas, se refleja una contención, algo que podría suceder; aunque en fidelidad a la edición impresa, Gerwig, agrega una cereza de distorsión y Jo March conduce el pastel directamente hasta el jardín de su escuela recién fundada, estampa un beso a su feliz esposo que ofrece clases a los niños; Jo saborea el éxito editorial de sus libros y la entrega y pasión a su fuego creativo en una exquisita solvencia económica, con fondo de violines, flores silvestres y felicidad; el público presiente el engaño, así el editor insista en el final feliz de todos los libros; hay una ecuación que es incompatible con la realidad y toda Mujercita lo sabe, o lo aprende por el camino.
Acaso; sería posible que en la vida real, una Mujercita pueda obtenerlo todo. ¿Esposo, hijos, negocio propio, empleo, fuego creativo, belleza, salud?
Mujercitas es como abrir un baúl de recuerdos, y volverlo a cerrar, aliviadas.