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De todas sus obras, ninguna fue tan decisiva como su “Historia de Portugal”, 19 volúmenes elaborados en una labor solitaria entre la década de 1970 y 2011, que acabaron por apuntalar su recorrido profesional.
El historiador fallecía en una residencia de su Santarém natal (centro de Portugal) el pasado viernes, tras una prolífica vida en la que destaca su papel como formador de una generación de historiadores maravillados con su peculiar manejo de fuentes y una metodología no exenta de polémica, recuerdan expertos portugueses.
”Mi padre, enfermo desde hace varios años, fue un eminente historiador, pedagogo, investigador y académico, que deja una obra monumental”, recuerda a la prensa su hijo, el historiador de Arte Vítor Serrão, subrayando que “contribuyó a renovar la historiografía de Portugal y a formar muchos jóvenes investigadores”.
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Veríssimo Serrão comenzó a abordar la historia antes incluso de licenciarse en Ciencias Histórico-Filosóficas en la Universidad de Coimbra en 1948.
Un año antes llevó a la imprenta su “Ensayo Histórico sobre el significado de la Toma de Santarém a los Moros en 1147”, y ya el mismo año en que obtuvo el título, se estrenó como conferencista.
Su investigación se centra en la participación de los humanistas portugueses en la cultura europea del siglo XVI y la historia local, sobre todo de su Santarém natal.
En su estudio se incluyó la formación de Brasil, la cuestión epistémica de la historiografía portuguesa y algunos personajes destacados durante las décadas finales del Antiguo Régimen y el inicio del Liberalismo, entre los siglos XVIII y XIX.
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No siempre su obra gozó del aplauso general, especialmente su “Historia de Portugal”.
”Independientemente de que se critique la metodología, que era la de la época, es un fresco que, durante algunas décadas, fue la mejor forma de mirar el país”, ha dicho Nuno Gonçalo, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa.
La principal crítica eran las “interpretaciones fuertemente nacionalistas” que contenía la obra, aunque por otro lado ofrecía “una gran bibliografía de levantamiento de fuentes”.
Los recelos eran comprensibles, pero justificables según los expertos por el contexto en el que se formó Veríssimo Serrão, la dictadura salazarista, periodo en el que la academia estaba “muy marcada por un fuerte nacionalismo historiográfico”.
No por ello, agregan, se debe ignorar el “rigor” con el que el historiador abordó los debates de 1580 sobre la sucesión de la Corona portuguesa, o la biografía dedicada a otro ineludible personaje de la historia lusa, el Marqués de Pombal (“Marqués de Pombal: el Hombre, el Diplomático y el Estadística”, publicada en 1982).
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Su vida profesional incluyó periodos en el extranjero: en Toulouse trabajó durante gran parte de los años 50, antes de regresar a Coimbra para defender su tesis de doctorado, “El Reinado de D. António Prior de Crato: 1580-88”, y entre 1967 y 1972 residió en París como director del Centro Cultural Portugués de la Fundación Calouste Gulbenkian.
Entre ambos periodos fue particularmente prolífico, dando clase y conferencias sin dejar de publicar trabajos sobre humanistas portugueses en las universidades de Salamanca, Montpellier y Toulouse.
También escribió sobre las relaciones de Portugal con las cortes europeas en el siglo XVI, el Brasil colonial (siglos XVI y XVII) y la crisis dinástica de finales del siglo XVI.
Una carrera que le permitió ocupar la cátedra de Historia en la Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa en 1973, de la que además fue rector hasta que fue apartado del cargo con la Revolución de los Claveles un año después, en la que sonaron con más fuerza las críticas hacia su modo de ver la historia.
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También hacia su amistad con Marcello Caetano, el último presidente del Consejo de Ministros de la dictadura, sobre la que dio cuenta en “Confidencias en el Exilio” (1985) y “Correspondencia con Marcello Caetano 1974-1980” (1994).
El paso de los años permitió ver con distancia su labor, y comenzaron a llegar los reconocimientos, destacando el Príncipe de Asturias recibido en 1995.
Fue también presidente de la Academia Portuguesa de Historia, entre 1975 e 2006.