The Post: Luz y sombras

La reciente película de Steven Spielberg, The Post, ha despertado halagos por su mensaje sobre la libertad de prensa en una era en la que Donald Trump batalla contra el periodismo. Sin embargo, la cinta dejó por fuera de cámara aspectos importantes sobre la historia real.

Camilo Gómez Forero / @camilogomez8
04 de marzo de 2018 - 11:38 p. m.
Tom Hanks y Meryl Streep encarnaron a Ben Bradlee y a Katharine Graham, legendarias figuras del diario Washington Post / Cortesía
Tom Hanks y Meryl Streep encarnaron a Ben Bradlee y a Katharine Graham, legendarias figuras del diario Washington Post / Cortesía
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El placer de The Post se encuentra en recordarle a todos, de manera sigilosa, cuáles son las verdaderas razones del periodismo. "La prensa está para servir a los gobernados y no a los gobernantes", dice Hugo Black, juez de la suprema corte de Estados Unidos, en el mejor diálogo de la película. El error, sin embargo, radica en que la cinta primó el drama por encima de la narración y se omitieron varias precisiones históricas, muy jugosas, del relato original. Para hablar en términos periodísticos: The Post, los oscuros papeles del Pentágono funciona como noticia, pero le hizo falta profundidad como reportaje.

El domingo 13 de junio de 1971, la 'Dama Gris', como se le conoce al prestigioso The New York Times, publicó en primera página un artículo titulado "Archivo de Vietnam: rastros del estudio del Pentagono"; en él, Neil Sheehan, autor de la nota, develaba detalles de un exhaustivo informe sobre la guerra de Vietnam que había solicitado Robert McNamara, exsecretario de Defensa de los presidentes John F. Kennedy y Lyndon B. Johnson sobre la intervención de Estados Unidos en Indochina.

Este reporte contenía cerca de 3.000 páginas de análisis, más unas 4.000 de archivos anexos, y señalaba que la participación de los estadounidenses en la guerra se había dado antes de que fuera de conocimiento público y, lo que es peor: a pesar de conocer la realidad de que ese conflicto no llevaba a una victoria, varios mandatarios del país siguieron enviando tropas al campo de batalla por cuestión de orgullo.

Al Times le tomó meses leer y verificar la información del informe que le había filtrado Daniel Ellsberg, un exanalista militar descontento con el camino que estaba tomando el gobierno con respecto a la guerra. Ellsberg recibió ayuda de sus hijos de 13 y 10 años, Ron y Mary, para fotocopiar los documentos, un detalle que por decisión del director no se contó en la película. Este valiente hombre, conocido por muchos como ‘el primer delator’ enfrentó cargos por violar la Ley de Espionaje y fue considerado por el gobierno como ‘el hombre más peligroso de América’.

El 2 de marzo de 1971 los papeles llegan a manos del New York Times. El editor del periódico, Gerald Gold, reunió a varios periodistas en una habitación del Hotel Hilton en Nueva York en donde minuciosamente leyeron el informe y compusieron la nota con datos de las páginas filtradas. Al conocer que se trataban de documentos confidenciales, hubo un pulso dentro del periódico entre el bufete de abogados que representaba al diario, editores y redactores por la publicación de las páginas. Finalmente se optó por publicar la nota que sacudió a la prensa y a toda la nación. El fiscal general de los Estados Unidos, John N. Mitchell, expidió un telegrama al Times para exigirle que cesaran las divulgaciones sobre el tema debido a que se estaba incumpliendo una ley sobre revelación de secretos del gobierno, y las publicaciones tuvieron que parar.

La intrépida odisea del Times por escanear y corroborar la información fue ignorada en la película. Sucede lo mismo con las experiencias de Ellsberg quien, si bien es presentado dentro de la historia, queda en un segundo plano.

Steven Spielberg, uno de los directores más exitosos de la era moderna de Hollywood, se ha convertido en una especie de historiador de ese país. Entre sus más recientes obras también se encuentran las anecdóticas Lincoln y Puente de Espías, también basadas en hechos reales y aclamadas por la crítica. Pero esta vez el director decidió concentrarse en el drama de The Post y relegó el papel del diario neoyorquino, que fue, a final de cuentas, el que se quedó con el Premio Pulitzer por su investigación y su lucha dentro de los juzgados.

Otro héroe de la historia que no es retratado es el profesor Alexander Bickel, quien fue el redactor de la defensa del New York Times en el juicio que libró el periódico contra el gobierno estadounidense por el caso de la publicación de los papeles del pentágono. El texto, y la victoria del Times como tal, sirvió como un precedente fundamental para futuros casos en la lucha por la libertad de prensa, pues señalaba que, si el presidente tenía un poder para ordenar a la prensa, su ejercicio debía limitarse a circunstancias extraordinarias.

Cuando se le prohíbe publicar al Times los artículos relacionados con la guerra de Vietnam, el director del Washington Post, Ben Bradley, ve el momento crucial para que su periódico entre en el juego y decide que ellos continúen con la tarea de publicar la jugosa historia. Bradley fue uno de los editores más importantes del Washington Post, quien estuvo también vigilando la información relacionada con el caso Watergate y la labor de los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein.

Pero Bradley se enfrenta a un problema en la publicación. Por esos días, el diario comenzaba la venta de sus acciones en el mercado, por lo que un problema con el gobierno podría significar una caída en sus ventas y por ello debía acudir al permiso de la editora del Post, Katharine Graham, para publicar. Graham, interpretada magistralmente por Meryl Streep, se enfrenta a todo un ejército de hombres que le aconsejan qué decir y cuándo decirle. Su papel parece un poco distante de la realidad, pues se muestra como una mujer inexperta en su cargo que no sabe qué hacer al tomar las riendas del periódico luego de que su marido, Phil Graham, se suicidara. Sin embargo, para 1972 Katharine ya tenía ocho años al frente del medio, por lo que ya tenía más conocimiento sobre su manejo.

Otro error de la película está en una atemporalidad, pues al final se muestra cómo el gobierno del presidente Richard Nixon censuró a los periodistas del Washington Post de cubrir los eventos en la Casa Blanca luego de las publicaciones sobre Vietnam. Sin embargo, la censura al Post ocurrió luego de los eventos del escándalo de Watergate.

Hay mucha luz en The Post. Su mensaje llega en un momento crucial en el que la prensa, no solo en Estados Unidos con Donald Trump, sino en el resto del mundo, dígase Venezuela con Maduro o Rusia con Putin, está en un momento crítico de lucha por la libertad. Esa reflexión tan importante, que está refugiada en una historia del pasado para denunciar un peligro que se corre en la actualidad, es lo más emocionante de la película. Sin embargo, quedan muchas sombras en la historia y eso le hace perder rigor. Da la impresión de que este episodio de victoria de la libertad de prensa fue obra del Washington Post, cuando en realidad los héroes fueron The New York Times, Daniel Ellsberg y Alexander Bickel. Los demás siguieron el camino.

Por Camilo Gómez Forero / @camilogomez8

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