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El hecho tuvo lugar la noche del viernes santo cuando los adultos compartían una reunión informal con Luis Flórez Roa, hermano de la víctima. Luz Marina Rendón, pareja de José Manuel, cuenta que las tres amistades tomaban agua de panela que ella misma había preparado y compartían una bolsa con pan rollo que había llevado Ricardo.
Al principio bromearon con acompañar el pan con salchichón cervecero, pero decidieron no hacerlo por la sencilla razón de que no se debe comer carnes rojas -ni derivados- el día de la muerte de Jesucristo. Conversaban sobre series de Netflix basadas en libros. Alrededor de las veinte horas surgió una aislada discusión sobre cuál era el mejor libro de la historia de la literatura colombiana. José Manuel y Luis rápidamente se pusieron de acuerdo en que era Cien años de soledad, mientras Ricardo alegaba con vehemencia que era La Vorágine. Los tonos argumentativos fueron subiendo deliberadamente hasta enardecer la fría noche bogotana.
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Luz Marina dice que en un momento las ventanas del apartamento estaban completamente empañadas, como cuando hay una fiesta multitudinaria en un espacio reducido. Los tres hombres permanecían de pie gritando como locos anécdotas literarias y nombres de personajes que ella jamás en su vida había escuchado. José Manuel y Luis coincidían en que el inicio de la obra de García Márquez era infinitamente superior al de La Vorágine: “Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia” vs “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
Ricardo defendía la prosa de Rivera a la cual calificaba de “elevada, poética y documental”, mientras acusaba a la de García Márquez como “pura majadería costeña”. La tapa fue cuando José Manuel señaló a Arturo Cova (personaje principal de La Vorágine) de “amanerado”, y lo comparó con la “incuestionable virilidad” de José Arcadio Buendía (fundador de Macondo). Ricardo se enfureció y le pidió que se retractara. Luis intentó agarrar a su hermano y, después de un intrascendente forcejeo, fue arrojado con violencia al sofá. José Manuel vociferaba que La Vorágine era un panfleto comunista mientras que la “epopeya” garcíamarquiana era una oda a la sensibilidad y al intelecto universales.
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“Arturo Cova no era marica, marica usted” le recriminó Ricardo a José Manuel. Luz Marina intentaba convencer a su pareja de abandonar la futilidad de la conversación. Luis volvió sobre su hermano recibiendo insultos y otro empujón. “Váyase de mi casa, simio, que esta no es la selva esa que a usted tanto le gusta, acá somos civilizados y varones” le devolvió José Manuel a Ricardo. “A ver, demuéstrelo pues”. José Manuel, en completo silencio, se fue para su habitación, revolcó el armario y volvió con un bate de béisbol. “¿Qué es lo que quiere que le demuestre?”. “Pues que es un varón”. José Manuel, ante la mirada atónita de Luz Marina y Luis, estalló el bate en la cabeza de Ricardo. Veintiún años le dieron a José Manuel, que en ningún momento del juicio negó los hechos.
Al salir de los juzgados de Paloquemao, un periodista le preguntó: ¿Se arrepiente? Y el recién imputado respondió: No, hay que ser muy obtuso para pensar que La Vorágine supera en algo a Cien años de soledad. Detrás venía Luz Marina, con los ojos aguados. El mismo periodista la abordó: Señora ¿quiere decirle algo a la opinión pública? Y ella manifestó: me pondré a leer esos libros para ver quién tenía la razón. Luis, el hermano de la víctima, se encuentra recluido en un psiquiátrico del norte de la ciudad.