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Un hombre que ha perdido la memoria encuentra una carta. Es de Inés. La lee y la siente cercana, aunque, claro, no la recuerda. Decide escribirle de vuelta, sin saber a dónde enviar la correspondencia. Decide escribirle para reconstruir su pasado. Cree que ella le entenderá, que ella tiene todas las respuestas a las preguntas que ni siquiera sabe hacerse. Se escribe, en el fondo, a sí mismo, a ese otro que apenas nace. Así comienza 29 cartas, autobiografía en silencio (Babel Libros), de Julio Paredes.
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La escritura de las cartas es imprecisa, hay algo que no se cuenta. Algo tienen también de diario, y en este caso es un narrador al que le toca inventarse el día a día de quien es ahora. No quiere preguntar mucho acerca de ese que fue. Tiene miedo a desconocerse en esa memoria subjetiva de los demás y que le cuenten las cosas que ya no haría. Ahora no le interesa ser más un intelectual. Prefiere mirar las nubes, estudiarlas. Se parecen a esa nebulosa en la que se encuentra: “Espero que al ver las primeras nubes en el horizonte, identifique en su presencia fugaz y juguetona la señal para buscarla a usted de nuevo”, le escribe a Inés.
En la vida real esa Inés es María Osorio, la editora de Babel, a quien Paredes le enviaba carta por carta, lentamente. Demoraron años en publicarlas. Dice Paredes que “cada libro es partir de ceros, es partir de la ignorancia (…) y encontrar una voz que no sea la de uno”. Aquí encontró la voz de un hombre que se entrega al enigma de la autoconciencia de la escritura. Las imágenes que acompañan el libro también fueron hechas por el autor, y parece incluso que hubieran sido hechas por el personaje.
El hombre sin recuerdos tal vez quiere dejar de ser invisible, porque pareciera que solo la memoria nos diera cuerpo y reorganizara ese rostro que vemos al espejo, que nos completáramos solo cuando nos leen los demás.
Tal vez por eso escribimos cartas que nunca enviamos (o que sabemos que nunca nos van a responder): para entender nuestros motivos, reconstruir nuestros pasos por la vida de los demás y, más que para pedir perdón, para reconocer que quien se equivoca siempre fue otro, ese que fuimos y que ahora pretendemos olvidar.
La obra 29 cartas, autobiografía en silencio es ese viaje interno, el de un hombre amnésico, pero también el de uno mismo, ese que junta piezas de sí en sus pasos, en su biblioteca, en la forma que decide darle a esa nube cambiante.