Seminare (En primera persona)

El pasado 23 de octubre se celebró el cumpleaños de Charly García. Sus comienzos, conciertos, canciones y quebrantos de salud han sido parte de la historia que lo convirtió en "un grande".

María Acosta @paunks
25 de octubre de 2019 - 12:10 a. m.
Charly García nació en Buenos Aires, Argentina. Actualmente tiene 68 años. 
 / Cortesía
Charly García nació en Buenos Aires, Argentina. Actualmente tiene 68 años. / Cortesía

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Cómo no pensar que Charly García lograría calmar parte de mis pensamientos continuamente intrusos.

Cuando cursé primaria me la pasé escribiendo en la última hoja de mis cuadernos: "Say no more". Esa frase me equilibraba, por así decirlo. Al escribirla con un trazo sutil sobre la hoja, en letra cursiva, con mi pulso constante y mi caligrafía aceptable, me daba gusto observar cómo se veía: “es corta, simple, contundente”, pensaba. Adicional a esto, me dejaba llevar por mis pensamientos y simulaba concentrarme sobre lo que estaba sucediendo a mi alrededor: prefería no opinar frente a las voces que escuchaba de mis compañeras. Sus temas no me interesaban o no los entendía, a menos que me preguntaran algo al respecto. De lo contrario yo simplemente guardaba silencio y escuchaba algunas voces, algunas palabrerías. Mi atención estaba en ese pedazo de papel, en esa cueva de emociones que me permitían lograr desvanecerme por completo del panorama colegial en el que me encontraba.

Mientras escribía me llegaban imágenes de angustia: ver a mi madre pelear con mi padre la noche anterior por el teléfono que nunca debió sonar, "¿Quién es esa mujer Eduardo?". Las lágrimas, el grito, la radio en las mañanas, la decisión, el ruido de la lámpara al caer, el dolor que no creía sentir. Estaba encendida en un lugar que no quería para mí, "¡No peleen!", gritaba, y mi luz seguía encendida.

"¿Mona, por qué escribes: Say no more?", me preguntaban mis compañeras. "Primero, sé que proviene de un músico que no les gustará", les respondía.

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Muchas veces deseé explicarles a mis amigas quién era para mi Charly. A veces llegaba a mostrarles sus canciones, los sonidos del piano, el canto fuerte, "Los dinosaurios", "cuando el mundo tira para abajo, es mejor no estar atado a nada..." ¿Cómo explicar esto?, me preguntaba. Pues entenderlo era también, en parte, relacionar la historia de mi vida. Sabía que estaría expuesta a toda crítica. Las canciones evocaban a la sociedad, la revolución, su vida, mi entendimiento emocional, y la conciencia familiar que llevaba en ese entonces. Yo venía de un colegio en el que el chismorreo y la envidia siempre estuvieron presentes. Era amiga de todos y de nadie, y para las personas que me preguntaban sobre mí, la respuesta la pensaba antes de contestar. Yo no quería palabras de consuelo o esperanza, no pedía eso. De hecho, no pedía nada. Evadía toda clase de atención en mí y procuraba darles más importancia a sus vidas, pues en mi vida jovial, en gran medida, estuvo Charly. Yo sabía que él no me juzgaría.

Un año después de que nací, Carlos Alberto García Moreno compondría el álbum "La hija de la lágrima". Algunas canciones como “Kurosawa”, “Chipi-Chipi”, “Fax U”, fueron mi amuleto para sobrellevar la única y final desilusión humana: la amorosa, personal y con sentido que tuve hace un par de años atrás. Leía también en los diarios las veces en las que Charly entraba en rehabilitación y yo pensaba, "Si se muere ya dejó obra, es un grande, un groso, él no morirá.” Los diarios tildaban con suma frecuencia que él estaba de nuevo con serios problemas de salud, repetían las probabilidades de su posible muerte. Yo había llorado por Mercedes, por Cerati, por Spinetta, pero Charly aún seguía existiendo, componiendo, tan campante en las salas de los hospitales. "Le dieron de alta", "Logró recuperarse", leí después en los titulares.

Las letras que escuché en un principio fueron “Cuchillos”, “Telepáticamente”, “La ruta del temtepié”, y luego vinieron canciones como "Rasguña las piedras" o "Confesiones de invierno": clásicos de Sui Géneris. Para ese entonces tuve la oportunidad de agudizar más mis sentimientos recónditos. También logré ver la producción fílmica de "La noche de los lápices" y esas canciones me permitieron conocerlo como compositor, pero también me di la oportundiad de conocer algunas nimiedades de su vida personal. Algo en mí despertó, sus canciones contenían política y a la vez amor, palabras que yo a penas comprendía en mis pasos de juventud. Al terminar la película lloré, lloré mucho. Mi tío, quien para ese entonces vivía conmigo, me decía: "No llore chinita, es duro pero no llore."

De pequeña también tuve una mejor amiga. A ella le encantaba Nirvana, en especial Kurt Cobain, y me parecía siempre oportuno que ella me contara sobre su gusto por él. Yo la escuchaba y me alegraba saber que me entendiera y supiera qué era disfrutar la música de alguien a quien admiraba. Fuimos creciendo y el sentimiento hacia la música se agudizó aún más. Cuando Charly se enteró de que Cobain murió, decidí decolorarse el pelo y así hacerle un homenaje. Así lo demostró en el unplugged.

Charly atravesó una calamidad contundente que fue La guerra de las Malvinas, hecho que lo obligó a salir del país, y mientras esto sucedió, yo aún no había nacido. Sin embargo, años después conocí la canción "Un perro andaluz", que fue una pieza clave en la rebelión contra el clima político que se estaba viviendo en Argentina.  Yo recuerdo estar con mi amiga en mi habitación. Por esos días tenía en mente canciones de Serú Girán y ella acababa de darme la noticia de que se iba del colegio por un problema de salud. Yo pensé en decirle a mi padre que me cambiara a donde ella se trasladaría, pero finalmente no logré convencerlo. Ella era testigo de mis historias familiares, de mis deseos, de mi vida jovial, pero, finalmente, yo ya sentía que se me iba esa pequeña construcción de recreos personales. Mientras tanto, García seguía allí, con su música, otra vez en un hospital, otra vez los medios, la voz argentina. Para acomodarse en mis acontecimientos, sacó su nuevo álbum "Influencia". Una frase de esa canción plasmó la fotografía de mi pasado: "Puedo ver y decir y sentir, algo ha cambiado..." Efectivamente algo había cambiado. 

Nosotros cargamos con una herencia que nos recuerda la razón de un presente casi siempre conmovedor y aceptable al final. Desde pequeño Charly aprendió a tocar piano. Su primera canción la tituló "Corazón de hormigón". Gracias a su madre, que se la pasaba hablando de él, a Charly lo conocieron varias personas: "Es un chico especial", contaba. En el álbum "Alta fidelidad", participaría una mujer maravillosa: Mercedes Sosa. Ella, al ver al joven Charly tocar piano, le dijo a su madre que era un grande, y su madre, por supuesto, acertó. Tiempo después y con gran orgullo, Mercedes se convirtió en una madre para Charly, una guía, un amor, un consuelo. Su pasado en un presente de admiración. Este niño que tuvo un amor. 

Por la vida de Charly pasaron muchas personas que no alcanzaría a describir. Por mi vida también pasaron personas, que, así como a Charly, me amaron y me defraudaron.  Sin embargo, para nombrar algunos nombres y acaso profundizar sobre el 23 de octube, Charly decidió celebrar alguno de sus cumpleaños con Palito Ortega, Fito Páez, León Gieco, David Lebón, el negro García, Hilda Lizarazu. Personas que hicieron parte fundamental de su vida y él de la de ellos.  Fue mentor, pero también alumno, aprendiz de la vida, un “símbolo de paz”.

No sé cuánto tiempo más dure Charly, pero si sé que duraré escuchándolo hasta el fin de mis días. Crecí y sigo creciendo con su "Filosofía barata y zapatos de goma", “Cinema verité”, “Cuchillos” y “Adela en el carrousel”. Sigo dejando entre papelitos la frase "Say no more", no para divagar entre mis pensamientos recónditos y distraer mi realidad, al contrario: en estos ratos robados me permito entender nimiedades que nos arroja la memoria para así fortalecernos en ella. 

Podcast 1: Charly también dibujó y escribió un libro que se titula: "Líneas paralelas: artificio Imposible", nombre que le dio a su gira en el año 2013, año en el que se presentaba de nuevo en Bogotá. Yo me encontraba en la clínica de Méredi por un hecho que había ocurrido en la Universidad Nacional. Una situación que me sacó lágrimas de impotencia pues un amigo había tenido episodios epilépticos causados por LSD. Al final del día, tras lidiar con esee momento, me enteré de que Charly canceló su concierto por una decaída. Su salud estaba de nuevo por el suelo.

Podcast 2: A Charly como solista le fue mejor, aunque no estuviera convencido en un principio. Para ese entonces nació la canción "No llores por mi Argentina". También tomó partido como compositor de las canciones "Promesas sobres el bidét" o "Yendo de la cama al living", temas que lo arrojaron con mayor fuerza hacia su poesía entre la revolución y el amor.

Podcast 3: ¡Feliz cumpleaños, grande!

 

 

 

Por María Acosta @paunks

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