Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
“Los maestros en la vida vienen disfrazados desde la cara que menos nos gusta. Desde lo que no es cómodo y tal vez con algo que nos hace sufrir”. Con estas palabras, la escritora y orientadora Jimena Fajardo rememora un episodio de su vida en el que el dolor, la desesperanza y la culpabilidad fueron los protagonistas. Hace 18 años viajó con su familia a Venezuela a realizar ventas de tecnología para gestión del talento humano. En menos de ocho días, cuando apenas se estaba acoplando a su nueva vida, su hijo menor sufrió un accidente que le quemó gran parte del cuerpo. A partir de ese momento Jimena entró en un estado de profunda reflexión. De darle un vuelco a su vida y entender un porqué, pero ante todo un para qué.
Había dos opciones sobre la mesa: quedarse en el lamento o encontrar la oportunidad de ayudar a su hijo, quien finalmente ha sido el maestro de esta historia. Ella escogió la segunda y empezó a trabajar desde un lenguaje apreciativo, amoroso y con un enfoque de oportunidad. Esto significa generar una conexión desde el afecto y el reconocimiento. Es dejar atrás los juicios y prejuicios. Una forma de pensamiento que le trazó el caminó a seguir. “Juan, mi hijo, fue mi punto de quiebre. Generó un cambió en mí y me permitió desarrollar habilidades para ser orientadora”. En el proceso de recuperación de Juan conoció a un alto ejecutivo que a pesar de tener una posición destacada y estabilidad económica no se sentía feliz. Él le pidió un acompañamiento para cambiar esa realidad.
“No tenía idea de hacer evaluaciones a un gerente, así que empecé a estudiar orientación y mi carrera tomó otro rumbo”. Jimena pasó de la abogacía a entender los comportamientos del ser humano y ayudar a que otros descubran sus talentos. En el libro cuenta que acompañó a varios empresarios a descubrir un propósito superior en sus vidas, pero durante la marcha se encontró con falsas ideas acerca del éxito, la felicidad y el fracaso. Conceptos que han trascendido en el tiempo y que se enfocan en la fama, el dinero, los cargos y lo que la sociedad quiere. Destaca que la gente está desubicada, que no son conscientes de sus fortalezas y por el contrario se sumergen en miedos y se alejan de lo que realmente los hace felices.
Al recorrer cada página, la escritora y orientadora realiza una serie de ejercicios que pasan por preguntas, fábulas y frases que tiene un objetivo: lograr que los lectores cuestionen su realidad, que reconozcan sus debilidades y empiecen a trabajar en ellas. Los reta a identificar qué referentes marcan su vida, a descubrir qué los apasiona, pero también a aceptarse tal cual son. Que no tienen que ser iguales a nadie y que siempre están a tiempo de encontrar ese para qué de su existir. Que cada acción es determinante para dejar un legado. Además, hace una reflexión del verdadero éxito, que no debe medirse a partir de un salario o un cargo. Su verdadera medida debe estar en la satisfacción que produce determinada actividad en los seres humanos.
Plantea que por medio del amor se puede redireccionar ese propósito de vida y que ésta se disfruta en lo simple y lo cotidiano. Que para avanzar se necesita soltar esas ideas de lo bueno y malo. De culpabilidad. “Tenemos que dejar de alimentar a nuestra víctima interna que nos hacer creer que no merecemos nada y nos sumerge en un mundo de limitaciones”. Para lograr derribar estos muros, Jimena Fajardo identificó un ciclo al que denomina TICS (temores, interpretaciones, creencias limitantes y supuestos), que refuerzan la idea de que estamos aprisionados y que es imposible librarse de ellos. Pero este ciclo hace parte del ser humano y para transformarlo se necesita ser conscientes de que existe.
Para lograrlo, en la segunda parte de ¿Qué pensó el sapo cuando lo pisé? cita una frase que estuvo en la entrada del templo de Delfos, en Grecia, en donde se consultaba a los dioses, que dice: Homo Nosce Te Ipsum y significa: Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses. Esto permite entendernos en toda nuestra dimensión espiritual, sicológica y física. “Un proceso determinante para dejar todas las máscaras que nos han impuesto y trabajar desde nuestro verdadero ser”, destaca Jimena Fajardo.
En este camino también habla del sistema educativo como un actor que busca moldear a todos de la misma forma, ocasionando un caos creativo y de identidad. Habla del miedo y cómo desde el gobierno, la iglesia e incluso la familia lo utilizan para mantener a las personas en un estado en el que sean incapaces de actuar, dóciles a sus caprichos. Pero, propone diferentes caminos desde la confianza, la disciplina o la pasión por lo que se quiere como el motor para salir de esa zona de confort y alcanzar los objetivos propuestos. Hace énfasis en los valores y las convicciones como pilares de cada persona.
“Los problemas se inician cuando no somos fieles a nuestros valores y convicciones. Esto implica que nuestro carácter se debilite y caigamos en un círculo vicioso de crítica, inconformismo, ocuparnos de la vida de los demás y no encontrarle sentido a la nuestra”, puntualiza Jimena, quien hoy se dedica ha empoderar y acompañar a las personas a alcanzar sus sueños a través de procesos que se destacan por el afecto, la comprensión y la paciencia. Proceso que a ella le permitió escribir una nueva historia. La escritora estará en la Feria del Libro, en el pabellón 6, hablando de ¿Qué pensó el sapo cuando lo pisé?