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Simón Hernández narra a través de las imágenes documentales los relatos no contados de Bogotá, los de aquella ciudad donde también habita lo underground y la nostalgia de tiempos pasados, cuando la música hablaba de rebeldía e irreverencia a través de sus letras.
Hernández le aceptó la propuesta a Juan Camilo Osorio, baterista de la banda, de contar la historia de Ultrágeno como uno de esos relatos de la cultura alternativa que residieron en la capital –o aún lo hacen en el imaginario colectivo- por medio de su lente y su dirección.
“Lo que me llamó la atención de este ejercicio, cuando Juan Camilo me lo propuso, fue tomar esa historia, que todavía está muy dispersa, y coagularla en lo que es esta película”, cuenta Hernández.
Comenzó el proyecto y junto a Pepe Plata, musicólogo y conocedor de la historia del rock en Bogotá, recopilaron la información documental que encontraron, llenaron los espacios vacíos de esa historia con testimonios y se apoyaron de personajes promotores de la música como lo es Liliana Andrade, productora de Velouria y realizadora del programa de CityTv Mucha Música de los 90’s, que acogió en su momento de génesis y ruptura a Ultrágeno.
“Es una historia viva, es una historia no contada, es una historia que se crea con el voz a voz”, así describe Hernández ese proceso de documentación de la etapa de preproducción.
Como descubrimiento curioso, encontraron que Simón Mejía, integrante de la banda Bomba Estéreo, iba ser el bajista de Ultrágeno. “Eso me pareció que era muy extraño”, comentó Hernández.
Pero lo verdaderamente sorpresivo fue concluir que Ultrágeno como banda nunca formó familia a pesar de saber hacer muy buena música.
“Es como tener las 4 direcciones del mapa, cada uno está parado en una esquina y cada uno está tirando para su lugar, y ese centro es donde se encuentran, que es Ultrágeno y nada más”, explica Hernández.
Por eso dentro de las escenas no hay momentos de encuentros de amigos y cervezas o espacios íntimos como banda. Son Amós Piñeros, Andrés Barragán, Juan Camilo Osorio y Santiago Paredes, juntos, haciendo lo que saben hacer, son cada uno de ellos contando su versión de Ultrágeno y son ellos cerrando un ciclo que empezó como un parche de música y rock y luego se diluyó por los proyectos personales de cada uno.
Eso muestra 72584, “la historia por contar de Ultrágeno”, según Hernández, y su importancia para la escena musical en Bogotá.
“La banda es un arquetipo de lo que es la música y lo que son la juventud, la anarquía y contracultura de ese momento. De verdad sí había algo diferente con ellos y se generaba en sus conciertos, la gente y el público”.
72584 narra los 20 años de Ultrágeno, su reencuentro con las dos fechas de conciertos el 10 y 11 de agosto, la raza furia (sus fans) enloquecida, el mito de la banda que muchos no experimentaron de primera mano, la Bogotá que no cambia y se recuerda a través de la música, de quienes fueron testigos de ese movimiento musical de hardcore, metal e industrial que sedujo a quienes buscaban una melodía irreverente y diciente y las voces de sus integrantes que no coinciden en responder por qué no hay más Ultrágeno.
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