El Magazín Cultural

La violencia erótica de Rubem Fonseca

De la pluma ardorosa y cruel del brasileño Rubem Fonseca se puede esperar cualquier sorpresa.

Alberto Medina López
19 de noviembre de 2016 - 02:00 a. m.
Rubem Fonseca es un escritor y guionista de cine brasileño.
Rubem Fonseca es un escritor y guionista de cine brasileño.

De la misma forma como es capaz de describir en su obra maestra, El gran arte, un asesinato perfecto, cada historia de amor que se le ocurre trae consigo el detalle violento, el color de la tristeza, la sangre fría de la venganza, la amargura del odio, el amor que mata y hasta el extraño placer que despierta lo inmundo, como ocurre en Viaje de bodas.

Mauricio y Adriana, amigos de infancia, deciden casarse para felicidad de sus prestantes familias que soñaban con esa alianza. Él tenía un apartamento en la ciudad donde disfrutaba de una vida lujuriosa con amigas dispuestas al placer pasajero. Ella era una chica virginal y aplicada.

La luna de miel no fue como la soñaron. Mauricio se maravilló de su desnudez, pero le faltó fuerza para amarla. Aunque “la luz indirecta que venía de la sala revelaba el delicado tono alabastrino de su cuerpo, el denso monte de pelos rubios en el delta de sus piernas”, su placer no se encendía.

Sólo recordando a Ludmila, la preferida en su mundo de goces ocultos, logró una erección y actuó con rapidez para impedir que la flacidez lo sorprendiera. Logró penetrarla “hasta sentir que una membrana se había roto…”.

En el viaje de bodas por el río Colorado, acampando en las noches, la frustración de Mauricio creció hasta la amargura. No lograba amar a su esposa como quería porque su cuerpo no le daba. El arma del placer no respondía de la misma forma como lo hacía con las amigas voluptuosas que lo visitaban en su apartamento de soltero.

Es aquí donde la pluma magistral de Fonseca, uno de los más grandes escritores brasileños de la historia, aparece con la fuerza de la sorpresa. Mauricio y Adriana coinciden en la necesidad del retrete. Ella entra primero y deja visible “aquella repugnante, inmensa masa excrementicia”.

Después de ese episodio, descrito por Fonseca con gran elegancia, Mauricio la mira de otra manera y logran el deleite del amor. “Se acostaron, y él la besó en la boca, sorbiendo su saliva, y lentamente recorrió con la lengua las más recónditas partes del cuerpo de la mujer que amaba (…) Después la poseyó, sintiendo un ardor que nunca había experimentado”. La pareja desfalleció en el goce de esa íntima comunión.

El maestro Rubem Fonseca logra un juego erótico en el que lo ideal se vuelve materia. Mauricio tiene idealizada a Adriana y le cuesta trabajo la erección para el amor. Pero al ver las inmundicias que su cuerpo expele, la humaniza, la vuelve de carne y hueso, la transforma en materia de goces y deseos. Sólo en ese momento despiertan en él las ansias dormidas.

Por Alberto Medina López

 

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