¡Viva la patria!: “but, which country?”

Las luchas del coronel James Rook y el militar Daniel florencio o'leary han sido relegadas por las versiones oficiales del Bicentenario. Reivindicamos en este especial a las poblaciones afro, a los excluidos y los extranjeros en la Independencia de Colombia.

Laura Camila Arévalo Domínguez
06 de agosto de 2019 - 10:10 p. m.
Daniel Florencio O´Leary Burke fue un militar irlandés que posteriormente se convirtió en el edecán de Simón Bolívar.  / Cortesía Flickr
Daniel Florencio O´Leary Burke fue un militar irlandés que posteriormente se convirtió en el edecán de Simón Bolívar. / Cortesía Flickr
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De los británicos en América se sabe que, por ejemplo, James Rooke, coronel irlandés de la Legión británica, fue herido con “un balazo en el codo del brazo izquierdo, que le rompió la articulación, desflorándole el hueso”, durante la Batalla del Pantano de Vargas. Con el otro brazo tomó la extremidad que ya le habían arrancado y gritó “Viva la patria” con un español torpe, que se le había grabado después de tanto tropiezo. El cirujano militar inglés que lo atendió le preguntó en inglés “Which country: England or Ireland?”, y Rooke, después de batir la cabeza hacia los lados para decir que no, que ninguna de esas dos, le dijo: “La que me ha de dar sepultura”. Pasaron dos o tres días después del procedimiento y luego lo llevaron a un convento. Según Vawell, otro militar inglés que combatía bajo las órdenes de Bolívar, Thomas Folley, el cirujano, lo dejó al cuidado de los frailes, que debían seguir las precisas instrucciones del médico. Cuando este se fue, los cuidadores decidieron que la masa de hilas humedecidas con aceite y vino serían más efectivas para la curación del coronel y, a las pocas horas, no sin antes padecer los ardores y alucinaciones de la agonía, Rooke murió.

James Rooke, militar irlandés, llegó a Suramérica porque, después de la Batalla de Waterloo en la que se enfrentaron las huestes británicas, alemanas y holandesas de Wellington, contra las francesas de Napoleón, sus servicios como militar ya no eran tenidos en cuenta. No había trabajo para 500.000 soldados que solo sabían combatir, así que la oferta que les hizo el venezolano Luis López Méndez para que algunos militares europeos viajaran a apoyar la revolución americana fue la oportunidad para abandonar el desempleo. 

Los registros de algunos historiadores hablaban de razones mucho más románticas por las que los militares extranjeros llegaron a pelear una batalla ajena. Se dijo que lo hicieron para dar la vida por un pueblo que peleaba por una causa valerosa, pero también se destacó la falta de ubicación laboral y se habló de las pésimas condiciones de Inglaterra, Irlanda y Alemania después de la guerra. Además, muchos de los soldados europeos que combatieron en Venezuela y la antigua Nueva Granada eran estudiantes o trabajadores informales que, sin ningún conocimiento militar, se enlistaron en las filas de Bolívar. En este continente había una guerra, así que había trabajo, y las causas de esa guerra eran en nombre de la libertad, así que estaba justificado. 

Inglaterra se declaró neutral ante los enfrentamientos entre América y España para no poner en riesgo sus relaciones comerciales, pero, en silencio, permitió la partida sin resistencia de los hombres que aceptaron las promesas sobre remuneraciones económicas y tierras fértiles en Suramérica. Luis López Méndez, el encargado de los reclutamientos y las promesas, tuvo que pagar sus incumplimientos con cárcel, ya que no solo no pudo pagarles a los soldados, sino tampoco al reino británico, que, también por debajo de cuerda, ayudó con armamento. 

Entre 1817 y 1819 llegaron a territorio americano 5.808 soldados que no hablaban español. Tuvieron que integrarse a los de aquí. A los que sin ningún conocimiento militar le creyeron a Simón Bolívar que podían ser libres y que se lo merecían. Con el español que se hablaba en Suramérica, pero sin las armas que tenían en Europa, tuvieron que juntarse con los que no entendían cuando se les ordenaba que corrieran, dispararan o se escondieran. Ni los mandatos de los que dirigían en inglés, ni mucho menos de los que en español lanzaban alaridos en medio de la sangre. Nada. Después de las vidas que se perdieron por el choque cultural y climático al que los europeos no estaban acostumbrados, estos soldados siguieron a Bolívar hasta encontrarse con Francisco de Paula Santander en la antigua Nueva Granada. 

La Batalla del Pantano de Vargas y la de Carabobo fueron los dos enfrentamientos en los que la Legión británica hizo la diferencia, aunque el resultado de las seis expediciones también se vio reflejado en las victorias de Boyacá, Bomboná y Ayacucho. Todos los recorridos que se iniciaron con un número robusto de hombres terminaron con pocos efectivos,  ya que a medida que se iban aproximando, entendían que los pagos prometidos y las condiciones para las batallas serían precarios. En 1819, por ejemplo, llegaron 700 soldados que en Inglaterra habían sido parte de la ocupación de Francia y Bélgica, pero solo la mitad logró integrarse a la Legión, que quedó al mando del general Urdaneta. El resto murió por diversas enfermedades que dejaron sus cuerpos esparcidos por tierras apartadas de sus familias, sus hogares y sus propias luchas. 

Los soldados europeos no solo tuvieron que enfrentarse al ejército español, sino a sus propios compañeros, que los discriminaron desde su llegada. No entendían qué hacían peleando una batalla tan lejana. Querían ser independientes por sus propios medios: los otros ya tenían sus tierras y los soldados criollos, indígenas y mestizos no querían ceder sus luchas, ni sus muertos, ni sus heroísmos. Muchos de los ingleses decidieron enfilarse después de haber combatido su propia pelea en Europa porque solo sabían hacer eso: apuntar, disparar y matar. Convertidos en máquinas de guerra, cuando la de ellos terminó, tuvieron que pelear otra, así el riesgo fuera perderlo todo, como pasó con muchos, que murieron desnudos porque ni uniformes había para abrigarlos. Según Marco Gómez Jaramillo, cuando tener soldados extranjeros comenzó a ser más caro que no tenerlos debido a los costos de reclutamiento, equipamiento y salario, Simón Bolívar redactó un decreto en diciembre de 1820 que prohibió al servicio de la república traer más tropas de otras tierras. 

Después de los desafíos que representó la negativa de los oficiales locales ante los legionarios extranjeros, y luego de superar a medias la barrera del lenguaje, los conocimientos estratégicos de los europeos fueron apreciados. Su experiencia en Waterloo, y su edad, ya que muchos eran veteranos de guerra, sofisticaron las ofensivas de las huestes de Bolívar, que escuchó atentamente los comentarios de, por ejemplo, el coronel Manrique, jefe de Estado Mayor: “Todos los cuerpos del ejército se han distinguido, pero merecen una mención popular las compañías británicas a las que su excelencia el presidente de la República, sin embargo de ser la primera vez que combaten bajo nuestras banderas, les ha concedido la Estrella de los Libertadores en premio de su constancia y de su valor”.

Además de Rooke, fueron varios los que se destacaron gracias a su esfuerzo por la libertad suramericana. Johann von Uslar fue un comandante de Simón Bolívar que, con su formación prusiana, preparó a más de 150 tiradores de Hannover que pelearon bajo las órdenes del general Rafael Urdaneta. Daniel Florencio O’Leary, el irlandés que acompañó a Bolívar en los procesos de integración que el Libertador emprendió, fue quien se encargó de recopilar, en 32 tomos, los detalles, intimidades y características de lo que fue la vida y el proceder de Bolívar. “Muerto el Libertador y destruida su grande obra, me retiré a Jamaica a organizar sus papeles y escribir mis memorias”, dijo O’Leary, quien llegó a América como voluntario de guerra y 19 años después fue promovido a capitán efectivo. Su posición como edecán de Bolívar lo ubicó en primera fila y lo convirtió en el mayor testigo de diversas campañas como la liberación de Venezuela, que se concretó en la segunda Batalla de Carabobo en 1821. 

La historia oficial no concluye mucho sobre los ingleses y sus motivaciones. Las razones nunca fueron las mismas: unos por dinero (los que se devolvieron cuando no obtuvieron el pago), otros porque no habrían podido dedicar su vida a otra cosa y otros por motivaciones políticas: los que decidieron quedarse y hacer de Suramérica su nueva patria. Al final, los móviles de estos hombres terminan siendo lo de menos. El resultado es que después de  la guerra y a pesar de sus dolores, agonías y espantosos desenlaces, Bolívar se convirtió en Libertador

Por Laura Camila Arévalo Domínguez

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