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"Yo seré tu espejo"

El Museo de Arte Moderno de Bogotá inaugura este jueves la más reciente muestra del fotógrafo colombiano Ruven Afanador.

Liliana López Sorzano / Nueva York
25 de agosto de 2011 - 04:46 a. m.

El barrio de Chelsea. La puerta del estudio 7B se abre. Lo primero que sale es un frescor mezclado con acentos de mirra que contrasta con los 40 grados húmedos, implacables, que azotan a Nueva York de manera inusual.

La oficina de Ruven Afanador es de paredes blancas y espacios limpios. Fotografías propias y ajenas, únicamente en blanco y negro, representan los adornos del lugar, con excepción de la música instrumental contemporánea que llena el aire. La sensación es como la de un oasis, la de un espacio zen donde se respiran tranquilidad y equilibrio.

El blanco y negro ha sido un elemento esencial en su arte fotográfico, lo prefiere por su clasicismo y por su atemporalidad. Afanador nos recibe en camisa blanca y pantalón crema de lino, su uniforme de verano. La moda, esa con la que ha trabajado todos estos años, dejó de ser materia de experimentación personal y ahora prefiere lo práctico para que funcione en todas partes. El vestir es parte de su evolución y en tiempos fríos es el negro el que se apodera de su guardarropa.

Con su gran estatura y su acento extraño, que no pertenece a ningún lugar específico, Afanador habla de esta exhibición de 80 retratos a la que le puso el nombre de “Yo seré tu espejo”, que se ve hoy en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. El escogerlos implicó esculcar su valija de memorias. “Fue todo un proceso. Fue muy interesante ver mis retratos desde otro punto de vista. Encontré unos que se me había olvidado que hice. Aprendí más de mí mismo. El primero data de 1989 y el último tiene un mes”. Al principio los retratos iban a ser sólo de personas famosas, pero la idea fue evolucionando y se incluyeron imágenes de desconocidos.

Sobre su mesa hay una foto de documento en blanco y negro que sostiene una cruz. Es su padre, quien murió hace un año y que como cualquier deceso remueve y sacude la vida. La de él no fue una excepción. Tenerlo cerca, presente en un pequeño retrato, lo ha ayudado a sobrellevar su ausencia.

Cuando mira sus fotos siente que están marcadas con remembranzas de infancia, puede hilar y encontrar sutilezas que lo remiten a sus épocas en Bucaramanga y llegar a momentos específicos que explican en cierta medida el enfoque de sus imágenes. Afanador alza la vista hacia la pared y muestra una fotografía de una modelo en la que mariposas negras se posan en su cara. “Cuando vivía en Colombia mi casa tenía un amplio patio y por la noche, a la hora de la cena, salían las mariposas negras y les tenía pavor. En la imagen este es un símbolo visual propio”.

Los personajes públicos son parte importante de la trayectoria de este fotógrafo colombiano que ha logrado llegar a un espacio donde entran pocos en el mundo de las imágenes. Con la afluencia de información, los retratados suelen saber de antemano con quién se están metiendo. ¿Y qué hace Afanador para quitarles la máscara de flashes y de aplausos? “Creo una atmósfera especial para cada persona, lo cual se presta mucho para que se entreguen y se dejen manejar de la forma que prefiera. La gente generalmente lo aprecia y lo disfruta”.

Sus tomas requieren tiempo de preparación e investigación, que se reflejarán en cada detalle de cómo el estudio está preparado: la música, el catering, la iluminación, las zonas privadas, un área distinta para cada actividad, el maquillaje, la peluquería, el estilismo y un equipo escogido con cautela para cada persona, para que se sienta de la mejor manera posible. Todo está entrenado para captar pequeños patrones de comportamiento del personaje en cuestión, que se convertirán en información valiosa a la hora de tomar la foto. Son una especie de grupo de espías que saben, además de hacer muy bien su trabajo, traducir las señales y mover las fichas correctamente. “Son personas claves, porque son las primeras que tocan literalmente al personaje a fotografiar y me pasan toda la información”, confiesa Afanador. En este juego también es importante tener contentas a las personas que manejan a la celebridad, porque suelen ser los más difíciles de tratar.

Ya en el estudio su ojo se pone atento para captar eso que le guste, eso que lo provoque, esa reacción milimétrica a la reacción del otro, eso que trae, que transmite la persona del otro lado del lente. “Cuando termino el trabajo quiero sentir que hice todo lo que pude y sentirme satisfecho, contento con el resultado y no me rindo hasta cuando siento eso. Todos los retratos de la exposición son imágenes que como fotógrafo las llevé al punto ideal”.

Según Afanador, para las personas en el poder que cuentan con el tiempo manejado por segundos, como Hillary Clinton, la planificación de una toma puede ser de semanas para tener sólo cinco minutos para hacer la foto. A la hora de fotografiar actrices, las prefiere consagradas, porque las estrellas emergentes sienten mucha presión, no tienen un look definido y son manejadas por personas con poca experiencia.

La toma con Courtney Love, la actriz, cantante y exesposa del fallecido Kurt Cobain, fue inesperada, como ella misma. “Fue como uno se lo imaginaría, como una montaña rusa. Me encantó, pero “abusó” a todo el equipo. Nada era suficiente para ella. Love no se siente normal a menos de que vaya en contra de todo, pero en el momento de hacer las fotos era algo increíble. No daba abasto, cada movimiento, cada cosa que hacía era la perfección de lo que ella es, de su abandono. Ella estaba descalza, el estudio estaba limpio, blanco impoluto, y el piso lo dejó todo negro. No sé cómo hizo, pero la refleja mucho a ella”.

Cuando le preguntaban hace unos años por el personaje que deseaba retratar, siempre contestaba Gabriel García Márquez. Ese momento llegó hace unos años y antes de llegar a su casa, en Ciudad de México, le escribió una carta en pergamino, envuelta a la manera antigua para que él entendiera lo importante que sería tomarle la foto. Cuando Afanador se mudó a Estados Unidos tenía 14 años y su manera de enfrentar el desarraigo fue leyendo los libros de García Márquez. Los leyó todos. “Cuando le presenté las ideas de la foto, me respondía que él no era un actor, que no iba a hacer nada de eso… entonces lo único en lo que estuvo de acuerdo fue en la ruana. Me mostró cómo la usaba cuando era estudiante y creo que al final funcionó muy bien, porque ésta es un símbolo muy especial dentro de la cultura colombiana”.

La experiencia con Pedro Almodóvar no fue tan grata en ese momento, ya que las personas a su alrededor no se encontraban en la mejor disposición y él decidió hablarle en inglés todo el tiempo. El director de cine es de esos personajes que Afanador admira profundamente y que lo inspiran. Ya había fotografiado a muchos de los actores con los que ha trabajado, como Antonio Banderas, Marisa Paredes, Rossy de Palma, Bibi Andersen, entre otros. “Al final, conseguí la imagen que quería, le tenía el libro mío de Torero de regalo porque Matador, su película, había influido en mi proceso del estudio del torero y ese gesto lo confundió mucho. Ahora, que acaba de salir su nueva película, me pidió que le tomara las fotos. La situación evolucionó, pero en el momento fue muy inesperado”.

La mayoría del tiempo de Afanador se consume en esas relaciones que entabla al obturar su lente. Estos retratos son una muestra de las amistades entrañables que han surgido de su oficio artístico. En blanco y negro, ahí está su mirada ,que siempre está dispuesta a robarles un pedazo de la esencia para congelarlos e inmortalizarlos en una imagen.

MAMBO. Calle 26 N° 6-00.
 

Por Liliana López Sorzano / Nueva York

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