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“La Unión Europea contra Google” podría ser el título de esta historia. El otro quizá sería “Google se defiende de la Unión Europea”. Ambos cargan una intención y una visión particular de un enfrentamiento que se ha alargado cinco años: de cierta forma, ambos son ciertos. Ayer, el brazo ejecutivo de la Unión (UE), la Comisión Europea (CE), presentó un documento en el que oficialmente consigna sus dudas acerca de la supuesta competencia desleal que la compañía ejerce a través de su motor de búsqueda. Además de esto, la institución anunció que abrirá una investigación formal para indagar asuntos similares, pero esta vez en las alianzas entre la compañía y los fabricantes de celulares que emplean Android, el sistema operativo de Google.
Puesto simplemente, el asunto (que en el fondo es de todo menos simple y está plagado de sutilezas técnicas que pueden inclinar la balanza hacia uno u otro lado) tiene que ver con la forma como Google muestra otras de sus herramientas en los resultados de búsqueda, particularmente lo que tiene que ver con sus servicios de compras, Google Shopping: la empresa, según la visión de la comisión, muestra más prominentemente su propia oferta por encima de la de sus competidores, que en este caso, por ejemplo, podría ser Amazon. “De esta forma, (Google) puede desviar artificialmente el tráfico en línea de otros servicios de compras y así entorpecer su habilidad de competir en el mercado”, aseguró la rama de la CE que regula estos temas, encabezada por la comisaria Margrete Vestager.
La investigación de Android se centrará en la forma como algunos fabricantes de celulares que corren este sistema operativo instalan aplicaciones de servicios de Google en temas como videos, búsqueda o incluso mapas. “Esta (investigación) se centrará en esclarecer si Google ha violado las leyes de competencia de la UE al impedir el desarrollo y acceso al mercado de sistemas operativos móviles competidores, aplicaciones y sistemas, en detrimento de los consumidores y desarrolladores de servicios y productos innovadores”.
Google ahora tiene, como mínimo, un plazo de 10 semanas para contestar a los cuestionamientos de la CE y desde ahí el proceso se puede extender uno o dos años hasta llegar a un acuerdo o a una decisión sancionatoria por parte de la Comisión. De ser lo segundo, la empresa podría afrontar una multa del orden de US$6.000 millones (el 10%) del volumen de sus negocios en 2014; si este escenario se llegase a dar, la decisión es apelable ante una corte.
En un memorando a sus empleados, filtrado a portales como Recode y TechCrunch, Kent Walker, consejero general de Google, aseguró que la competencia de la empresa está a solo un clic de distancia del usuario (algo que, seguramente argumentará, se debe en buena parte a su motor de búsqueda) y que el mercado móvil es dominado por las aplicaciones, no tanto por los sistemas operativos. Dicho eso, Android está presente en más del 70% de los teléfonos inteligentes en el mundo, según las estimaciones más conservadoras.
En un contexto más amplio, Google es apenas una de las empresas norteamericanas de tecnología que están siendo investigadas por una serie de asuntos: desde competencia desleal, pasando por líos tributarios, hasta flojas políticas de privacidad en línea. En el abanico de los blancos de las leyes europeas están Apple, Facebook y Amazon, tres de los nombres más grandes en un mercado global que abarca ventas en línea, telefonía celular y, sin mayor grandilocuencia, la comunicación de unos 1.300 millones de usuarios en el mundo.
Las ambiciones legales de la UE han comenzado a ser duramente cuestionadas en EE.UU. debido a las potenciales implicaciones para el desarrollo de las compañías tecnológicas de este país en uno de sus mercados más lucrativos. Los daños, a largo plazo, poco tienen que ver con multas. Lo que las investigaciones de la UE pueden llegar a hacer es alterar el modelo de negocios parcial, o acaso entero, de estos gigantes globales. Por ejemplo, Francia llegó a plantear una ley para impedir que tiendas como Amazon ofrezcan descuentos sobre libros y, al mismo tiempo, la posibilidad de enviar gratuitamente los bienes comprados en el sitio a sus clientes: o la una o la otra y en esta diferenciación la compañía perdería una ventaja enorme que, hasta ahora, no ha podido ser abordada en una escala global (a muy bajos precios) por otros competidores, mucho menos por librerías tradicionales.
En noviembre del año pasado, el Parlamento Europeo llegó a adoptar una resolución no vinculante, de carácter simbólico, en la que requería que un motor de búsqueda no podría estar vinculado a otros servicios ofrecidos por la misma compañía. En palabras simples, la desarticulación completa de Google como emporio en línea, quizá.