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Historia de un mal año: los peligros para la clase media en la crisis

La crisis económica derivada del COVID-19 empieza a mostrar un efecto preocupante que podría echar atrás 20 años de avances en superación de pobreza: miles de hogares están en riesgo de caer en la escala social, y la clase media, motor de crecimiento, podría desplomarse más del 10 %.

Paula Delgado Gómez
05 de julio de 2020 - 02:00 a. m.
Una proyección de Fedesarrollo revela que en el peor de los casos la pobreza podría subir 6,6 puntos porcentuales hasta 33,6 %.
Una proyección de Fedesarrollo revela que en el peor de los casos la pobreza podría subir 6,6 puntos porcentuales hasta 33,6 %.
Foto: Getty Images
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Aunque muchos pueden no recordarlo, 2014 fue un año clave en la historia socioeconómica de Colombia: por primera vez el número de personas que pertenecían a la clase media superó al de los que se encontraban en condiciones de pobreza. Un logro duramente peleado, más aún en un país con una de las distribuciones de riqueza más desiguales en el mundo. Un par de generaciones antes esta categoría intermedia era tan reducida, que el panorama nacional se dividía fácilmente, como bien reza el dicho, entre los de arriba y los de ruana.

Apenas cuatro años atrás se había celebrado un avance similar: una gran cantidad de hogares en condición de pobreza que ascendieron en la escala social empezaban a ser clasificados como vulnerables. Al país le tomó dos décadas reducir el número de personas que no podían satisfacer sus necesidades básicas (pobres), después de la crisis de 1999, a la mitad (pasó de 50 a 27 %) y la primera consecuencia de ello fue un cambio radical en la composición de las clases sociales.

Según el análisis de Carlos Caballero y Germán Machado, del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico de la Universidad de los Andes, con la disminución de la pobreza y el incremento en el ingreso de los hogares, “las demás clases sociales comenzaron a crecer. La población no pobre, pero vulnerable, aumentó ligeramente y la clase media tuvo un crecimiento sustancial hasta 2014, cuando ya prácticamente duplicaba su proporción de apenas 12 años atrás”.

Hoy, miles de hogares están en riesgo de volver a la pobreza por cuenta de una reversión en el curso de la llamada movilidad social, un concepto económico que hace referencia a los desplazamientos de las personas dentro de una pirámide de cuatro niveles según su ingreso monetario y que en cada escalón se clasifica así: pobreza, vulnerabilidad, clase media y clase alta. La razón de esta potencial marcha atrás: el COVID-19.

En V de venganza (la icónica novela gráfica, que después pasó a ser una película casi de culto), Alan Moore escribió lo siguiente: “Recuerdo cómo el significado de las palabras comenzó a cambiar”. Parafraseando a Moore, en nuestro mundo palabras casi desconocidas como pandemia se convirtieron en poderosas, mientras que cosas familiares, como economía, se tornaron en aterradoras.

Los efectos

Una proyección de Fedesarrollo revela que en el peor de los casos la pobreza podría subir 6,6 puntos porcentuales hasta 33,6 % (3,1 millones de personas adicionales), impulsada por quienes hoy están en vulnerabilidad (al menos un 15 % de este grupo ya no podría satisfacer sus necesidades básicas). Para Latinoamérica, la Cepal estima que 16 millones de personas en toda la región podrían pasar a engrosar el renglón de pobreza extrema (lo que elevaría la cuenta a 83 millones en la región).

La dificultad de sacar a las familias de esta condición es tal, que Caballero y Machado advirtieron que contener la pobreza y preservar la clase media serán un desafío importante para el Gobierno del presidente Iván Duque en medio de este “choque económico de enormes dimensiones”.

La cifra será más o menos alta dependiendo de la recuperación de la actividad económica en lo que queda del año. Según Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, “de todas formas el choque va a ser sustancial, porque en abril y mayo la pobreza pudo haber subido a 40 %: eso nos retrocede ocho años. Nuestro escenario central es que el aumento en pobreza y desempleo no llegue a los niveles que tuvimos a finales de la década de los 90, aunque hay chance de que todo empeore”. Incluso el DANE cree que el choque de ingresos puede sumarle entre 7 y 15 puntos al porcentaje de la población clasificada como pobre.

Otra medición, hecha por la ANIF, muestra que como consecuencia del deterioro del desempleo (19,8 % en abril y 21,4 % en mayo, las tasas por mes más altas desde que se tienen cifras comparables), los hogares dejaron de recibir cerca de $10,5 billones de ingresos laborales (1 % del PIB) por la pérdida de más de 10 millones de puestos en dos meses.

El presidente de la organización, Mauricio Santamaría, explica por qué este es un problema que, en últimas, nos toca a todos: “Cuando son muchas personas se siente más y empieza a tener un efecto en cadena que jala el desempleo y el consumo, afectando un mayor número de familias; eso es lo que se conoce como recesión, y es importante evitarla porque aumenta la desigualdad y echa para atrás progresos de décadas que cuesta recuperar”.

Si bien cualquier pérdida de ingreso masiva genera un efecto dominó, la clase media siempre se ha visto como el motor del crecimiento económico por su incidencia en la generación de capital, su capacidad de compra, su demanda de bienes de calidad y por multiplicar el gasto (encadenamiento vía contratación de terceros). Dicho de otra forma: la clase media es esencial al enunciar siquiera el término reactivación económica.

De acuerdo con el DANE, en esta categoría se ubicaban para 2018 unos 14,9 millones de personas (30,8 % de la población) en hogares fundamentalmente urbanos con ingresos entre $1,8 millones y $9 millones reunidos.

Lo que vendrá después

Y aunque el choque es transitorio y se espera que los hogares de la clase media puedan recuperar sus ingresos cuando se dinamice la economía, aun así no saldrán bien librados. “Se va a perder mucho de lo que se ha podido ganar en lo corrido de este siglo”, dijo Mejía frente a la posibilidad de que la consolidación de la clase media se vea amenazada. “Mi sensación es que en esta coyuntura se va a revertir ese gran logro y probablemente, otra vez, los pobres van a superar a la clase media”, señaló.

Para Santamaría hay otro asunto importante en esta discusión, y es la clase media que todavía no se ha consolidado, que es particularmente sensible en esta crisis, aunque en condiciones normales viva bien. “Son personas que demandan mucho en el agregado, pero cuando llega un choque de estos rápidamente caen, con el agravante de que no reciben los subsidios del Gobierno porque no tienen condición de pobres, son los que llaman los invisibles”.

Esto llevó al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) a concluir que la expansión de la clase media ha dejado a una parte de la misma cerca de la línea de pobreza, es decir, en condiciones de vulnerabilidad. Es clave que estas personas asciendan en la escala socioeconómica, en el entendido de que consolidar la clase media puede generar mayor prosperidad para el país, según el organismo. El escenario ideal es un círculo virtuoso en el que el crecimiento económico sostenido y la consolidación de la clase media se retroalimentan mutuamente y no el actual, en el que se hace evidente la fragilidad de los avances, dicen.

En la población vulnerable se ubicaban, para 2018, 19,2 millones de personas (39,8 % de la población) con ingresos superiores a un salario mínimo y de hasta $1,8 millones por hogar. Para ellos el agravante son los bajos niveles de educación y la dependencia del mercado informal. “El choque les pega de una manera más profunda y seguramente más permanente”, advirtió Mejía, haciendo referencia a la dificultad para recuperar su nivel de ingreso: “Se está perdiendo una oportunidad para que estas personas continúen escalando y pasen a clase media, ahí está el problema”. Según Santamaría la clave está en que la política social trate que la gente vulnerable lo sea menos.

Un estudio del Departamento Nacional de Planeación (DNP) encontró que quienes tienen niveles de pobreza multidimensional más altos (acceso a educación, trabajo formal, al sistema de la salud y a una vivienda en condiciones óptimas) tienen mayor probabilidad de perder su capacidad de ingreso y volver a condiciones de pobreza ante un impacto como el de la coyuntura actual.

¿Qué pasará con la clase media?

En términos generales, la sociedad colombiana es particularmente susceptible, porque la mayoría de los hogares se ubican en la base de la clase media y la vulnerabilidad. Dicho de otra forma, lograron un incremento en su ingreso que les permitió subir un escalón, pero se aferran al filo del mismo y apenas si pueden sostenerse. “Tenemos una alta probabilidad de que algún choque económico en vez de hacer ascender a las personas, como es deseable en movilidad social, les aumenta las probabilidades de caer”, advirtió el director del DANE, Juan Daniel Oviedo.

Dado que, según el BID, la expansión de la clase media estuvo principalmente asociada con un incremento real de los ingresos laborales, el acceso a un trabajo remunerado es crucial para que las familias de clase media se mantengan en ella y las vulnerables escalen una posición.

Esta afirmación es confirmada por la Encuesta Longitudinal de la Universidad de los Andes, que reveló que entre 2010 y 2016, 15 % de las personas de zonas urbanas en vulnerabilidad regresaron a la pobreza y 21 % pasaron de clase media a vulnerables, principalmente por su nivel de exposición a ciertos golpes económicos, entre los que se destacan las dificultades con la salud y la pérdida del empleo (formal o informal), las dos principales consecuencias del COVID-19.

Una de las lecturas del director del DANE es que la pérdida de gran parte de la población ocupada en la clase media, principalmente por cuenta de la parálisis del comercio, afectará la economía de estas familias, que tienen una alta dependencia de su trabajo, pues en condiciones normales apenas el 2 % de las cabezas de estos hogares están desempleados (74 % están ocupados y 23 % inactivos). Oviedo resaltó la importancia de la construcción del capital humano y social de estas personas, “no se puede dejar de lado porque es ahí donde está el motor de desarrollo del país, las decisiones de emprendimiento y la generación de empleo”.

Los efectos del desempleo ya se pueden apreciar en mediciones como esta: en los hogares de clase media había dos personas recibiendo ingreso, en promedio; ahora se habla de 1,7 personas laborando.

Para abril de 2020 había 8,8 millones de personas en clase media ocupadas en las 23 principales ciudades del país. La mayoría de ellas (58 %) tienen una vinculación laboral formal y los sectores que más pesan son comercio minorista y educación. El resto (42 %) se mantienen en la informalidad y al menos 3 de cada 10 están en el comercio minorista. Cabe recordar que en esta última actividad es donde más se han perdido empleos en todo el país.

Estos datos sirven para demostrar que la clase media también tiene problemas de informalidad, usualmente asociados con la población pobre y vulnerable, aunque no son vistos como tal porque se trata de pequeños establecimientos o negocios virtuales, dijo Diego Guevara, profesor de la Universidad Nacional.

Sin embargo, Guevara cree que estas personas no se verán tan afectadas porque están en sectores que se reactivarán rápidamente y volverán primero a su antigua dinámica o porque tienen mayores posibilidades de volver al rebusque. El catedrático estima que la clase media asalariada saldría de la crisis sin trabajo por la desaparición de tantas empresas y la respuesta tardía del Gobierno para salir en su ayuda, y probablemente terminaría en la informalidad: “Están sufriendo un golpe muy grande, y con estos factores la dinámica de la recuperación no va a ser nada fácil”.

Sobre este punto, Santamaría reiteró que el mercado laboral formal colombiano es inflexible y costoso, y que esta crisis lo puso de presente. “La formalidad es un elemento de protección muy grande, pero muy poca gente la tiene porque las políticas laborales han sido muy equivocadas y solo han logrado que la gente sea vulnerable a los choques”.

Oviedo finaliza diciendo que el país no puede olvidar que es altamente costoso que todas esas personas que a punta de racionalizar sus decisiones de educación, trabajo y familia llegaron a clase media automáticamente pierdan lo logrado y caigan a vulnerabilidad: “Es una arena movediza que los va a bajar a la pobreza”.

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