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Un abrir y cerrar de ojos. Eso fue lo que le tomó a Interbolsa, la principal corredora de bolsa del mercado bursátil colombiano, pasar de ser una compañía ejemplo a un descalabro de grandes proporciones. La flamante firma, que a agosto pasado tenía $1,5 billones de activos y era el principal jugador del mercado de valores colombiano esta hoy en el ojo del huracán y es mirada con recelo por sus antiguos colegas, muchos a quienes hoy los puede haber dejado en problemas.
La historia de la firma es muy parecida a la de muchos grandes jugadores del mercado, a quienes el exceso de confianza, el exceso de riesgo o simplemente los malos cálculos y los giros inesperados a los que están acostumbrados los comisionistas de bola les jugó una mala pasada.
Creada en 1990, Interbolsa fue el vehículo por el cual el ingeniero químico Rodrigo Jaramillo entró al mundo bursátil en la ya desaparecida Bolsa de Valores de Medellín. Sus primeros años fueron los típicos de una firma de su talante: hacer estudios sobre el rumbo del mercado, conseguir clientes que quieran invertir en instrumentos, cobrar una comisión, crear productos propios para volver a invertir. Hasta que a mediados de los años 90 apareció un personaje que terminaría siendo clave en toda su historia: Juan Carlos Ortiz, un comisionista de bolsa expulsado en 1997 de la Bolsa de Valores de Bogotá por prácticas que, entonces, se consideraron poco transparentes.
Su amistad con Tomás Jaramillo, hijo del fundador de Interbolsa, lo llevó a invertir una fuerte suma de dinero en la firma comisionista, a instalarse en Medellín e implantar como sello corporativo la llamada posición propia: con los recursos de caja, se invierte en el mercado accionario aprovechando los momentos de baja cotización, en los que el precio baja, y se vende en el pico, cuando sube. Es una estrategia de último minuto, en donde se aprovecha cada instante y se reacciona ante cualquier variación. Una ruleta rusa que deja enormes ganancias, pero que también puede cosechar pérdidas profundas.
Con ella, la comisionista se convirtió en un jugador de peso gracias a la gran posición que tomó en el mercado de TES. Su gran influencia hizo que, con el cambio de siglo, llegara un inversionista de peso: Víctor Maldonado, presidente de Foto Japón, quien se convirtió en el principal socio de la sociedad con una participación de 30%. Su llegada les permitió a los demás socios explorar nuevos negocios. Fue así como Ortiz y su amigo Jaramillo terminaron constituyendo en Curaçao el fondo Premium Capital, con el cual, a través de un contrato de corresponsalía con Interbolsa, buscaban clientes colombianos con capital fresco para invertir en diversas empresas e instrumentos financieros.
Para entonces, la firma comisionista se había convertido en un jugador de peso en la naciente Bolsa de Valores de Colombia (BVC), el mercado surgido de la unión de los parqués de Bogotá, Medellín y Occidente (Cali). Su poder llegó a tal punto que en 2007 adquirió a la su competidor Inversionistas de Colombia, se convirtió en el principal actor del mercado y se estructuró como un conglomerado de servicios financieros, con ocho empresas bajo su manto (en sectores como el de los seguros, el inmobiliario, la responsabilidad social empresarial y la interacción en los mercados bursátiles de Panamá, Brasil y EE.UU.) y una acción en la bolsa local.
Hoy corre todo tipo de rumores sobre la causa del desplome, pero todos apuntan a que el detonante pudo ser el deterioro de la otra fructífera relación de negocios entre las familias Jaramillo y Ortiz. Una fuente consultada señala que el Grupo Nule prendió la mecha. A comienzos de la década pasada, este era uno de los principales conglomerados económicos de Colombia y un jugador clave en el sector de la infraestructura, que escogió a la comisionista Proyectar Valores (donde Ortiz tenía una participación aproximada del 6%) como su vehículo de inversión.
Pero los grandes problemas vinieron cuando los Nule se quebraron. Un informe del CTI estableció que el conglomerado utilizó a Proyectar para hacerse un autogiro de $10.000 millones para financiar a Gas Kpital, en Cúcuta, fondos que habrían sido aportados para la construcción de la fase III de Transmilenio, en Bogotá. Esta situación, que desencadenó la desaparición de la comisionista, habría sido un motivo crucial para que la relación entre los Jaramillo y Ortiz se deteriorara.
Otra versión señala que el descontento giró en torno a la compra de un avión privado por parte de Interbolsa, hecho que no le gustó a Ortiz. Lo cierto fue que se desencadenó una pelea entre los accionistas, que terminó con Tomás Jaramillo pidiéndole a su amigo que le entregara la oficina desde la que despachaba en el edificio de la comisionista. Esta mañana, en entrevista con La W Radio, Ortiz matizó esta versión: “Con Tomás tuvimos una relación de amistad de 15 años, en la que era lógico que se presentara un desgaste”.
Según su versión, aunque tenía el 2,8% de la firma (en su mejor momento, esa participación llegó a vale alrededor de US$10 millones), se marginó de sus operaciones para centrarse en sus propios negocios, como la constitución de Millonarios FC, la empresa que compró y recapitalizó al club bogotano de fútbol. Sólo volvió a enterarse de la comisionista la semana pasada, cuando sus antiguos socios reconocieron estar enfrentando por un problema de iliquidez. Esto llevó no solo a que la firma se liquidara, sino a que la participación de Ortiz quedara reducida a poco más de US$100.000.
Esta desvalorización deja al descubierto fallas al interior de la comisionista Interbolsa. El viernes pasado en la noche, tal vez previendo lo que se venía, la junta directiva del conglomerado presentó su carta de renuncia irrevocable citando que “la administración actuó a espaldas de la junta y con ello comprometió la viabilidad de la sociedad”. Se trata, en esencia, de operaciones realizadas en el mercado a espaldas y con muy poco conocimiento del ente directivo.
La firma - previendo que el TLC con EE.UU. convertiría a Fabricato en una empresa apetecida por los inversionistas internacionales- y aprovechando una participación accionaria de 3,79% que tenían en la textilera trazó una estrategia basada en una práctica común en los mercados financieros: la especulación. Es aquí donde entran complejas operaciones financieras que apuestan a la valorización futura de cualquier tipo de papel. En este caso, según sus cálculos, y los de las firmas Merryl Lynch y Metropolitan Capital Markets, la acción de Fabricato podría pasar en un par de años de $30 a $120 dependiendo los movimientos que se pudieran hacer en el mercado a través de ésta.
De lo que se trataba en términos generales es de que la firma moviera esas acciones en el mercado a través de las llamadas operaciones Repo ( Adquisición de un crédito a corto plazo con acciones como respaldo ). Los repos le iban a permitir hacer girar las acciones de Fabricato por diversas manos (entre más personas tengan en su poder una acción y más se negocie ésta, el valor tiende a subir) lo que garantizaría su valorización. Entre más repos hicieran con esos papeles, más lograrían liquidez (Es decir que se pueden negociar muy fácilmente) y más tenderían a subir de precio. Todo un círculo virtuoso.
Pero en el camino al parecer se cometieron excesos. La Junta Directiva del conglomerado autorizó la estrategia con un tope de $100.000 millones que tendrían que captarse en el mercado de valores. El plan se puso en marcha a comienzos de 2011 y fue tan exitoso que, a la vuelta de un año, la acción de Fabricato se convirtió en la más transada del mercado, con una valorización de 214,1%.
Con ese precedente, y sin que el conglomerado lo supiera (versión que sostiene la junta en el documento de su renuncia), la comisionista siguió adelante con este plan en 2012, justo cuando los inversionistas comenzaron a perder la fe en su producto, porque veían que el valor de la acción estaba más ‘inflado’ por la estrategia de negocio de los papeles, que por el resultado mismo de la estrategia de Fabricato como empresa.
Para agosto pasado, los repos con acciones de Fabricato habían inundado el mercado: componían el 20% de las operaciones diarias de este producto y tenían en circulación, según datos de la BVC, $322.726 millones. El cupo que la Junta había autorizado fue sobrepasado con creces. Un rumor apunta a que Alessandro Corridori, familiar político de los Jaramillo, se valió de este instrumento para convertirse en el máximo accionista de la corredora.
Otra fuente, en cambio, argumenta que todo está en los excesos. “Sus corredores perdieron el norte. ¿Y cómo no, si por cada cliente que conseguían para invertir en los repos de Fabricato recibían una comisión de más o menos el 40%? Ahí se le desdibuja a cualquiera el horizonte de riesgo”, dice una persona conocedora del mercado bursátil que prefirió la reserva de su nombre. Lo cierto es que estas versiones deberán ser probadas por la Superintendencia Financiera, órgano de control que anunció que evaluará cada aspecto del proceder de Interbolsa.
El futuro para los accionistas de la firma es muy claro: “Vamos a ver comprometidos nuestros activos”, reconoció Ortiz al aire. No lo es tanto para los clientes, pues quienes invirtieron en las carteras colectivas de Interbolsa tendrán que esperar su traslado a otro administrador.
Por lo pronto, la junta directiva del Banco de la República se ha comprometido, a través del cupo de crédito de hasta por $300.000 millones a 14 días, a financiar a las comisionistas que puedan atravesar problemas de iliquidez. Esta medida resulta audaz por decirlo menos para tratar de anticiparse a lo que podría ser un efecto dominó que se expanda de las acciones de Fabricato a otros papeles y comience a afectar a otros jugadores mucho más pequeños y pueda crear un descalabro mayor en el mercado.
Los siguientes días serán cruciales para establecer qué otros daños pueda causar el caso de Interbolsa en el hasta ahora blindado mercado de valores colombiano.