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Las fortunas de las personas más ricas del mundo se dispararon en 2020, incluso con la crisis económica que la pandemia desató. Es una tendencia marcada que está reviviendo los llamados a gravar toda esa nueva riqueza.
Desde Chile hasta el Reino Unido, partidos de izquierda, legisladores, activistas y académicos están presentando nuevas propuestas de gravámenes a millonarios y multimillonarios, con el objetivo de gravar directamente sus activos en lugar de aumentar los impuestos sobre la renta, por ejemplo.
Argentina aprobó un impuesto único sobre el patrimonio el mes pasado, y la legislatura de Bolivia, cumpliendo una promesa de campaña de su nuevo presidente socialista, aprobó un impuesto anual sobre grandes fortunas a finales de año. Legisladores en otras partes de América Latina, como Chile y Perú, han presionado recientemente por medidas similares.
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En Estados Unidos, aunque el presidente electo, Joe Biden, no está a favor de un impuesto sobre la riqueza, los progresistas están presionando a nivel estatal. Están comenzando en dos estados controlados por los demócratas, California y Washington, donde residen al menos seis de las 10 personas más ricas del mundo.
“En todo el mundo se observa una mayor conciencia de la creciente riqueza y las desigualdades de ingresos, combinado con una mayor conciencia de que nuestro sistema fiscal no está a la altura de este problema”, dijo David Gamage, profesor de derecho de la Universidad de Indiana, quien ayudó en el desarrollo de propuestas de impuestos a la riqueza.
El debate en torno a estos impuestos tiene una historia complicada. La mayoría de los experimentos anteriores con el concepto, incluso en Alemania y Francia, fueron abandonados posteriormente. Los críticos han citado los costos y las complejidades de valorar la fortuna, al tiempo que argumentan que las medidas crean incentivos para que los residentes ricos se muden o manipulen el sistema con estrategias de evasión fiscal.
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Progresistas argumentan que esfuerzos anteriores de Europa tuvieron fallas de diseño que se pueden reparar. Los impuestos pueden ser más fáciles de administrar, por ejemplo, centrándose en un grupo más pequeño de personas extremadamente ricas y contando con avances en transparencia financiera y tecnología para evaluar la riqueza. Los impuestos únicos, como el de Argentina, también son más difíciles de evitar que los anuales.
Lo que impulsa que esta idea surja nuevamente es la necesidad de renta. La pandemia ha devastado las finanzas de los Gobiernos en todo el mundo, aumentando el gasto en billones de dólares, desde India hasta Canadá, y reduciendo los recaudos de impuestos.