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Lo más justo sería que los “tres días sin IVA” pasaran a la historia como la política económica emblemática de este Gobierno.
A decir verdad, encapsulan en una sola medida mucho de lo que recurre en las principales políticas económicas del presidente Duque: cuando son mediáticas, son demagógicas, mientras que otras de gran envergadura se hacen en silencio y favorecen a unos pocos.
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Deben más a clichés importados de Estados Unidos que a un análisis económico serio y con visión de largo plazo. Se mercadean como respuesta a un problema -la pandemia- que surgió después que las supuestas soluciones y que, en todo caso, a duras penas dan alivio a la crisis económica más profunda de nuestro tiempo.
Los tres días sin IVA, al afectar directamente el bolsillo del consumidor, son el tipo de política que genera titulares y atención incluso entre quienes no suelen estar pensando en cómo las medidas tributarias afectan a la gente del común. El drama de las tiendas que suben o dejan de subir sus precios para apropiarse del dinero que deja de recaudar el Estado nos distrae de un hecho fundamental: estamos hablando de muy poco dinero si se le compara con la magnitud de los problemas que tenemos.
Las estimaciones que hemos hecho en el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana indican que, incluso si los comerciantes respetan el propósito de la ley, que es que el precio pagado por el consumidor final sea menor, a la ciudadanía se le estaría devolviendo alrededor de medio billón de pesos al año. Ese medio billón es casi nada si se le compara con los más de $50 billones que los colombianos pagamos en IVA al año.
El medio billón que se va en los tres días sin IVA también es insignificante en comparación con el aumento del IVA que buscó hacer el Gobierno con la Ley de Financiamiento de 2018. Según las estimaciones del mismo Ministerio de Hacienda, se esperaba lograr un recaudo adicional de $12 billones en 2020 poniéndoles IVA a numerosos productos de la canasta familiar, recaudo que habría venido de subirle impuestos a esa misma clase media que hoy -quizás agradecida por la dádiva- busca hacer valedero su descuento del IVA en algún electrodoméstico. Eso, claro, siempre y cuando encuentre la manera de hacerlo con uno de los medios de pago electrónicos de los que no disponen los ciudadanos económicamente más vulnerables del país.
¿De dónde viene esta idea del feriado tributario? Tiene una larga tradición en Estados Unidos, donde los tax holidays son universalmente reconocidos como una política demagógica que complica el estatuto tributario sin aliviar de manera significativa al consumidor. Como concluye un tanque de pensamiento estadounidense de centro-derecha, la Tax Foundation, “los tax holidays son trucos políticos que distraen a los hacedores de política y a los contribuyentes de los alivios tributarios genuinos y permanentes. Si un Estado tiene que ofrecer ‘días festivos’ en los que no aplique su sistema tributario, está reconociendo implícitamente la falta de competitividad de su propio sistema tributario. Si los hacedores de política quieren ahorrarles dinero a los consumidores, lo que deben hacer es recortar el impuesto a las ventas todos los días del año”.
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La idea del feriado tributario no es el único cliché económico que el Gobierno ha importado de Estados Unidos. Otro de ellos, con el cual hizo campaña electoral, es el de la urgencia de recortarles impuestos a las empresas. Es cierto que el Gobierno cumplió con dicho recorte, renunciando a $9 billones anuales de ingresos que habrían alcanzado, por ejemplo, para duplicar el presupuesto de las universidades públicas y acabar con la pobreza extrema.
Lo que se calla de esta política es que abrió un hueco fiscal que el Gobierno trató fallidamente de tapar con el aumento del IVA a la canasta familiar. Como el IVA no subió, el hueco sigue ahí.
Las medidas económicas para combatir la pandemia -en su mayoría cosméticas, y en conjunto anémicas e insuficientes- no abrieron el hueco fiscal, sino que simplemente lo ampliaron.
Con motivo de la suspensión de la regla fiscal ya quedó abierta la puerta a una nueva reforma tributaria, por más que el presidente contradiga a su ministro de Hacienda. Y lo último que va a hacer el Gobierno, o el que le siga si es del mismo corte ideológico, es reversar el recorte de impuestos a las empresas. Lo primero va a ser el aumento del IVA.
Estas son nuestras prioridades, o, por lo menos, las de los políticos por los que votamos. Así que, cuando regateemos el precio del televisor sin IVA que nos vamos a comprar para celebrar el fin de la cuarentena, hagámoslo sin que nos sorprenda que sigamos viviendo en uno de los países más desiguales del mundo.
* Director y cofundador del Observatorio Fiscal y profesor de economía de la Universidad Javeriana.
El día sin IVA, bajo la visión del Gobierno
El día sin IVA, en palabras del Gobierno, es el momento que marcará la reactivación económica del país.
De acuerdo con José Andrés Romero, director de la DIAN, “el Gobierno, a través de todas las autoridades, está haciendo los controles para asegurar que ese IVA, ese beneficio, se traslade en un menor precio en el consumo de los bienes”.
La propuesta nació oficialmente en la pasada reforma tributaria, pero fue reglamentada definitivamente en uno de los decretos publicados durante la emergencia por el COVID-19 con el espíritu de ser un estímulo al consumo, con beneficios para los comerciantes, pero también para los compradores.
Además de hoy, 19 de junio, la jornada se llevará a cabo el 3 y el 19 de julio.