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De cara a las negociaciones de paz y a uno de los problemas más álgidos durante siglos (la tenencia de la tierra en Colombia), El Espectador conoció un estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, titulado El campesinado: reconocimiento para construir país, en el que se señala que, en medio del proceso, aún se desconoce el número de campesinos que hay en el país.
“Las estadísticas censales lo hacen difícil porque los incluyen dentro de la población ‘resto’”, dice el informe. Allí se señala que los números oficiales “no reconocen en forma adecuada ni a los actores ni a los fenómenos políticos”. Esto ha llevado en parte, según la investigación, a que el Estado no haya valorado al campesinado durante las últimas décadas.
Con hogares de cuatro personas en promedio, dice el informe, la población campesina colombiana ascendería a 7,1 millones de personas. “Es decir, el 64,6% de la población ‘resto’ registrada por el censo de población de 2005”. Según la investigación, estos cálculos “no son muy precisos” y arrendatarios y aparceros están por fuera de las estadísticas del censo, que en algunos casos sí reconocen “a la población afro e indígena”.
Pilar Urdinola, experta en estadística de la Universidad Nacional, explica que el Departamento Nacional de Estadística (DANE) no hace conteos poblacionales entre censos (se hacen cada 10 años), lo que lleva a tener datos desactualizados sobre la población campesina (los actuales son del Censo 2005).
“No existe ningún censo perfecto, pero acá hay niveles de subregistro del 16%”, dice Urdinola, y asegura que los expertos en estadística deben tomar cifras de encuestas rurales y datos administrativos para hacer estimaciones poblacionales más precisas.
Absalón Machado, uno de los líderes del Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011, asegura que es evidente “la gran vulnerabilidad de las economías rurales familiares y de las poblaciones campesinas”, y añade que los indicadores cualitativos dan pie para afirmar que a los campesinos no se los reconoce del todo como actores sociales que se beneficien de políticas rurales continuas.
“Para caracterizar el campo hay que entender cómo se ha modificado su explotación. El hecho de que las estadísticas y políticas gubernamentales no permitan saber qué está pasando en la mitad del territorio es muestra de subordinación de lo rural a lo industrial”, asegura un aparte del informe.