Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A estas alturas es indudable que la pandemia puso a prueba las capacidades digitales de muchas empresas. Podría decirse que la transformación digital de la que se venía hablando desde hace varios años se tuvo que acelerar como parte de los planes de contingencia. Como dijo Ericc Sánchez, gerente sénior de Apropiación y Adopción Tecnológica de Cintel (Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnología de la Información y las Comunicaciones), la respuesta fue más “reactiva” que “proactiva”. No estábamos lo suficientemente preparados para desempeñar las labores de oficina fuera de esta.
Otra conclusión casi innegable es que, a raíz de esta experiencia, el trabajo en casa y el teletrabajo se consolidarán. Trabajadores y empleadores seguramente han puesto a prueba el prejuicio de que la gente no es productiva desde la casa. Pero, además, puede ser que hayan descubierto otros beneficios. Según un análisis de la firma estadounidense —con presencia en Colombia— Boston Consulting Group (con base en datos propios, de Forbes y de Global Place Analytics), el teletrabajo puede incrementar la productividad entre 15 y 40 %, reducir el ausentismo en un 40 % e implicar una potencial disminución de costos de más del 20 % en inmuebles.
Le puede interesar: ¿Hacia dónde va la construcción de vivienda en Colombia?
Quizás una tercera lección es que alrededor de este asunto han resaltado, y se agravarán, muchas desigualdades. Como dijo Roberto Rigobón, profesor e investigador en MIT, en un evento organizado por Corficolombiana hace un par de semanas, denominado “Todos por el empleo”, los estudiantes en el sistema privado probablemente han podido fácilmente seguir con sus clases virtuales, mientras que en el sistema público —y ni se diga en las zonas rurales— hay niños y niñas que no han podido recibir educación, lo que estaría aumentando brechas ya existentes en Colombia y América Latina.
En el mercado laboral también se han acentuado las desigualdades. Según el ejemplo de Rigobón, es imposible que una empleada doméstica, un plomero o un constructor haga teletrabajo, lo que le permitiría cuidarse y exponerse menos al virus, mientras que en posiciones mejor remuneradas y que implican un mayor nivel educativo, como un gerente o un investigador universitario (como él), el traslado del puesto de trabajo es posible casi a costo cero: llevando el computador de la oficina a la casa.
En efecto, según datos de un estudio —que tuvo en cuenta 200 empresas— de la Federación Colombiana de Gestión Humana (Acrip) publicados en junio, tras la llegada del coronavirus las áreas que en mayor medida pudieron adecuarse al trabajo en casa fueron las administrativas y comerciales, con los directivos y la alta gerencia como los cargos que principalmente se fueron a trabajar de forma remota. Solo el 54 % del “personal de base” se fue a trabajar así.
Pero, además, entre las mismas empresas hay desigualdades. Como expuso José Ignacio López, director de investigaciones económicas de Corficolombiana, nuestro mercado laboral, y en general de América Latina, es frágil por factores como los altos niveles de informalidad (cercanos al 50 %) y la prevalencia de empresas pequeñas (las pymes son más del 90 %). Estas últimas pueden enfrentar mayores dificultades en cuanto a capacidades gerenciales, técnicas (que les permitiría implementar trabajo en casa más fácilmente, por ejemplo), entre otras, si se les compara con compañías más grandes.
De hecho, las cifras del DANE han dado cuenta de que la pérdida de empleo durante la pandemia ha afectado particularmente a las mujeres, los jóvenes, la población con menor nivel educativo y las empresas más pequeñas, algo asociado con la informalidad. De acuerdo con los datos más recientes, en junio de 2020 en las empresas de hasta 10 trabajadores había 2,7 millones de ocupados menos en comparación con junio de 2019, mientras que en las empresas de más de 10, la cifra es de 1,5 millones menos. “De la caída del 18,9 % en la población ocupada en junio de 2020 frente a junio de 2019, la disminución de los ocupados en empresas de menos de 10 trabajadores explica 12,1 puntos porcentuales”, señalaron Paula Herrera y Adrián Garlati, profesores de economía de la Universidad Javeriana.
Aun así, el ministro de Trabajo, Ángel Custodio Cabrera, ha insistido en que la implementación de medidas como el trabajo en casa han permitido mantener empleos (o evitar que se destruyeran más), en específico, tres millones de puestos que se acomodaron al trabajo en casa. Una de las iniciativas más esperadas es la reglamentación de esta modalidad o la actualización (a la luz de las necesidades de hoy) de las normas de teletrabajo, un esquema creado por ley en 2008 y reglamentado en 2012.
Y a pesar de que el trabajo en casa ha sido un alivio, también es cierto —y esta podría ser una última conclusión— que hay retos para las empresas (como mantener la “cultura organizacional” cuando sus empleados no interactúan presencialmente), pero sobre todo los relacionados con el ejercicio de los derechos laborales y el bienestar de los trabajadores: una jornada que no exceda las ocho o diez horas, la posibilidad de conciliar vida familiar y vida laboral, entre otros. La expectativa ahora es que estos sean ejes que se aborden desde el marco normativo que el Gobierno está por radicar en el Congreso de la República.