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Un nuevo contrato social después de la pandemia

Marco Muñoz, director sénior de proyectos estratégicos del MIT, asegura que el diálogo entre el sector público y privado, la academia y la sociedad civil es crucial para lidiar con las consecuencias del COVID-19. Participará en el Congreso Empresarial Colombiano de la ANDI.

Valeria Cortés Bernal
22 de agosto de 2020 - 02:08 a. m.
El instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) es una de las universidades más prestigiosas del mundo.
El instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) es una de las universidades más prestigiosas del mundo.
Foto: Getty Images

Del 24 al 28 de agosto se llevará a cabo, de manera virtual, el quinto Congreso Empresarial Colombiano (CEC) de la ANDI, un encuentro que contará con la participación de empresarios, académicos y miembros del Gobierno que analizarán y presentarán propuestas para hacerle frente a la pandemia. Las discusiones girarán en torno a la economía, el empleo, la salud, la transformación digital y la sostenibilidad ambiental, entre otros temas.

Hablamos con Marco Muñoz, director sénior de proyectos estratégicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), quien participará en el evento de la ANDI. Muñoz se refirió a los proyectos sociales del instituto —uno de los más prestigiosos del mundo—, la importancia de la tecnología en la pandemia y el papel del Estado, el empresariado y la academia en esta coyuntura.

¿En qué consiste su labor en el MIT?

Buscamos identificar grandes problemas alrededor del mundo y ver cómo el MIT puede aportar posibles soluciones, pero no podemos hacerlo solos, necesitamos encontrar socios estratégicos en diferentes partes del mundo para implementar proyectos. En las regiones donde operamos establecemos un concepto fundamental de creación de capital humano capaz para que nosotros participemos por un tiempo limitado y luego las personas que vivan en ese país o localidad puedan llevar las soluciones.

¿Qué retos ha visto en la región desde los proyectos que adelanta en MIT?

Los retos que tiene América Latina son muy similares a los del resto del mundo. Nosotros dividimos los problemas en cuatro áreas fundamentales. Primero, educación. Promovemos la creación de nuevos sistemas educativos, menos especializados y más abiertos a escuchar puntos de vista contrarios. En esto estamos trabajando con universidades y centros de investigación en diferentes partes de Latinoamérica.

En segundo lugar, está el problema de la salud de las personas. Trabajamos en el desarrollo de nuevos test para COVID-19 y en diagnósticos más apropiados. En tercer lugar, está el área de la salud del planeta. Colombia es un país con recursos naturales increíbles, pero es fundamental trabajar en una política de protección ambiental que permita el desarrollo de oportunidades económicas. La cuarta iniciativa es la generación del empleo a través de la innovación. En esto es fundamental pensar cómo protegemos el ambiente y adaptamos las industrias más contaminantes sin perder el empleo.

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Esos son los temas en los que trabajo, pero el que más me emociona es la posibilidad de crear un nuevo contrato social a escala global en el que podamos tomar en cuenta estos conceptos fundamentales para fortalecer la generación de empleo.

¿Cómo funcionan esas alianzas en Colombia?

En Colombia tenemos un proyecto importante en materia ambiental con una de nuestras iniciativas, llamada Environmental Solutions Initiative (ESI). Estamos evaluando temas para ayudar a la selva colombiana y generar empleo que sea benéfico para el medio ambiente. Es un proyecto en el que estamos recibiendo apoyo financiero del Banco Mundial y de fundaciones extranjeras. En materia educativa, mi socio fundamental es la Fundación Santo Domingo. Es la única institución del país que ha creado becas para colombianos en el MIT.

En materia de salud, hemos estado en conversaciones con el Hospital Santa Fe. Les hice llegar información sobre los ventiladores que necesitan en las unidades de cuidado intensivo, porque tenemos una tecnología que te permite utilizar un ventilador con más de una persona. Y estamos viendo posibilidades de hacer algunos proyectos con el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Espero que pronto podamos hacer cosas más grandes con Colombia.

En Colombia, solo el 8 % de la población compra electrónicamente y el 76,1 % de los micronegocios no usan servicio de internet para el desarrollo de sus actividades ¿Cómo se puede empezar a hablar de transformación digital en un país con estas cifras?

Con un análisis histórico. El mundo todo el tiempo está cambiando y lo peor que podemos hacer es ser los últimos. Si las industrias no han entendido, con el COVID-19, que la única forma de operar es a través de equipos digitales, será muy difícil que sobrevivan en los próximos años. Es gracias a la tecnología que la economía no ha parado al 100 %. Si no conocemos y entendemos cómo desarrollar nuestras propias tecnologías basadas en el mundo digital, nos vamos a quedar atrás y vamos a seguir perdiendo la oportunidad de disminuir la brecha de desigualdad.

En esta coyuntura también se ha puesto a prueba la confianza en las instituciones, sobre todo en las públicas ¿Cómo recuperarla?

El Estado debe entender las consecuencias y ser transparente. Si no lo es, la gente lo sabe. Por eso tiene que dejar hablar a los científicos y académicos, permitir que ellos digan cuáles son las condiciones actuales. También tiene la obligación de crear las condiciones fiscales apropiadas para que las empresas puedan capacitar a sus empleados y tengan beneficios, por ejemplo. Luego, tiene que utilizar su fuerza para moderar entre los intereses del empleador y empleado. Que el empresario gane lo suficiente para que siga invirtiendo, pero que el empleado esté bien remunerado. Y eso solo se puede hacer a través de un Estado que cree las condiciones para estimular a las empresas

Cuando hablo de la creación de un nuevo contrato social, la única forma en que se puede lograr es sentarnos en la mesa todos, dirigidos, coordinados y moderados por un Estado fuerte, serio, honesto, que permita la discusión abierta. Necesitamos un Estado que convoque a todos, a los empresarios, a los trabajadores y a los centros educativos, para crear un nuevo sistema con una nueva forma de desarrollar riqueza.

¿Qué papel cree que tiene la academia en esta coyuntura?

Es fundamental. No hablo de un contrato social en el que solo participa el Estado como árbitro entre patrones y empleados; la universidad y las instituciones educativas deben permitir esta adaptación de los trabajadores a las nuevas tecnologías que tiene que implementar la empresa para ser competitiva. Tienen que educar en valores humanos, pero también en enseñar matemáticas, física, ingeniería y tecnología con base en las necesidades de la empresa y del empleado. Tendrán que cambiar sus sistemas educativos y es fundamental hacerlo si quieren sobrevivir.

¿Cómo visualiza un futuro pospandemia?

Al final todos van a tener que estar sentados en la misma mesa. Los sistemas rígidos no funcionan. El cambio climático nos va a llevar a temas más graves que el de esta pandemia. Necesitamos nuevas tecnologías de construcción, de comunicación, nuevos materiales, pero para eso necesitamos un sistema educativo diferente que prevea las necesidades futuras.

Ya que este evento se trata de nuevas oportunidades y está dirigido también al sector empresarial, ¿qué les diría? ¿Cuál cree que es su papel en esta crisis?

Involucrar a todos. No tener miedo de sentar al representante del sindicato en el “board”, de preguntarles a los trabajadores qué recomiendan, de pensar cómo recapacitar al nuevo personal. Es un gran reto sentarnos a pensar en productividad y, a la vez, en ser más equitativos en el reparto de las utilidades, pero no podemos dejar que la gente se muera de hambre o que no tenga trabajo porque no tiene la capacitación adecuada que yo necesito.

¿Qué podrán esperar los asistentes al CEC de su intervención?

Les voy a decir lo que hacemos en el MIT y los voy a retar a que hagan más cosas. A que trabajemos juntos creando más oportunidades para que los jóvenes logren sus metas y se puedan disminuir estas desigualdades que se han generado por la pandemia, pero que vienen desde mucho antes.

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