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También a Ana María, Constanza y Catalina el “no” las llenó de angustia. Ese lunes, en medio de un “enorme desconcierto”, no sabían qué responder ante las preguntas de sus alumnos de Historia en la Universidad de los Andes. El día anterior, tras el voto de apenas el 38 % de colombianos, había perdido la paz en el país y el sinsabor era tal que, de manera espontánea, ocuparon un auditorio en el que caben más de 200 personas. Con el sí de las regiones más afectadas por el conflicto armado y la corta diferencia al final de la jornada electoral, los estudiantes solo atinaban a preguntar: “¿Profes, qué podemos hacer?”. Y ellas a encogerse de hombros y contestar: “Nos va tocar pensar juntos”. Esa misma mañana, después de que llovieran lamentos e ideas, nacieron Clase a la calle, Historias entre todos e Historia al aire. (Lea: “La educación del futuro tiene que ser más sofisticada y accesible”: Crehana)
El propósito de estas iniciativas era claro: comunicar la historia hacia afuera. Porque las tres sentían que, si bien cada una había impartido sus clases con rigor, llevaban a cuestas un problema. Ana María Otero al frente de las materias Historia de los objetos y de las cosas e Historia del siglo XIX en Colombia, formación de nación y actores. Constanza Castro cubriendo el mismo periodo desde un contexto latinoamericano, enfocada en la historia del capitalismo y de la cultura popular. Mientras que Catalina Muñoz, a la cabeza de Historia de Colombia, en específico, el Frente Nacional. Sus conocimientos, sin embargo, al igual que la academia, estaban “ensimismadísimos” en el salón.
No tenía sentido que fuera así. Otero, quien pudo haberse quedado en Inglaterra donde terminó estudios doctorales, prefirió volver a Colombia para generar pensamiento crítico. Para "desagregar las noticias, los procesos actuales, evitando que la complejidad del conflicto y su diversidad se quede en las redes sociales, polarizado", cuenta la historiadora que tiene como diploma de pregrado un cartón de Derecho. Esa formación, a manos de una generación cercana a la séptima papeleta, de convicción participativa e incluyente, la puso por azar al frente de Clase a la Calle.
Esa fue la primera propuesta del auditorio hace tres años. Inspirados en una dinámica hecha por estudiantes de la Universidad Nacional, planearon una jornada académica en la Plaza Bolívar. Acompañada por 20 alumnos definieron la agenda, los profesores que dictarían cada clase, les escribieron correos invitándolos, compartiendo con ellos consejos para manejar el espacio, pues casi nada puede controlarse al aire libre. Ni quién llega, ni sus posiciones, ni su nivel de conocimiento. Recuerda Otero que corría con un parlante en las manos porque nadie había pensado en el sonido. El sol era brillante y la primera sesión, convocada a través de un afiche que rodó por redes, contentó hasta a una señora de 70 años que no recibía clases desde hacía décadas, cuando estudiaba en la universidad.
Clase a la Calle es una iniciativa itinerante. La última se realizó el 3 de diciembre sobre el Paro Nacional en el Parque de los Hippies. Se ha llevado a cabo en el Centro Cultural de Garcia Marquez, frente a la biblioteca Luis Ángel Arango, en la Plaza las Nieves, en el Museo y en el Parque Nacional y el Park Ways. Los organizadores planean un lugar con anterioridad en caso de lluvia.
Fotografía de una de las primeras Clases a la calle: “Historia de las cosa”, dictada por Ana María Otero el 4 de noviembre de 2016. / Vanessa Rojas
Otros lugares para la historia
Clase a la calle no fue la única propuesta que saltó ese día de 2016. La segunda, llamada Historia entre todos, nació con la pregunta: ¿cómo hacer una academia mucho más activa? No es suficiente un día de clase afuera de la Biblioteca Luis Ángel Arango o bajo la sombra de los árboles en el Parque de los Hippies. Por eso Castro y otros quince alumnos construyeron talleres con perspectiva histórica sobre temas como género y participación política, entre otros, que imparten por más de un mes, los sábados en una biblioteca de la capital. Esta iniciativa, considerada una cátedra para la paz, está vinculada a la Red de Bibliotecas de Bogotá y ha conseguido llegar incluso a zonas veredales de transición, como San Vicente del Caguán y Tumaco.
Muñoz se apropió de Historia al aire. Fiel a su interés por la historia oral, escuchar y reconstruir con actores vivos el pasado. Ella y seis estudiantes más formaron desde entonces un pódcast para entender los orígenes del conflicto armado. Porque, en sus palabras, “la historia te ayuda a entender por qué sucedieron las cosas, ya no desde quién es el malo o el bueno sino identificando las causas estructurales de desigualdad a través de la radio que llega a toda Colombia”.