Un colombiano en el gabinete de Bolsonaro

El presidente de Brasil Jair Bolsonaro sorprendió a sus compatriotas y también a Colombia al elegir como su ministro de Educación al bogotano Ricardo Vélez Rodríguez, teólogo y filósofo, de 75 años , quien se nacionalizó brasilero en 1997.

Paula Casas Mogollón
24 de noviembre de 2018 - 03:00 a. m.
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En Brasil, la noticia del nombramiento del colombiano Ricardo Vélez Rodríguez como ministro de educación sorprendió a opositores y seguidores del presidente Jair Bolsonaro. Muchas personas daban por hecho que el encargado de esta cartera iba a ser Mozart Neves Ramos, director del Instituto Ayrton Senna y exrector de la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE). Pero, en las últimas horas, Bolsonaro sacó de su baraja una carta que nadie esperaba. Para algunos analistas se trata de un guiño a la bancada evangélica, pues el colombiano se formó en teología.

Ayer, en entrevista con Blu Radio, el bogotano aseguró que conoce a Bolsonaro, desde hace más de 10 años. “Lo conocí cuando trabajaba en la Universidad Federal. Él abrazó la causa de las familias de los militares jubilados. Siempre los defendió. Mi primera esposa era hija de un general y yo la acompañaba en las discusiones del diputado Bolsonaro. Él contó que lo habían tratado de corromper hace rato y participó de la política, pero no se contaminó de la corrupción. Me pareció una persona muy honesta y dinámica”.

Aclara que la prensa catalogó al actual presidente brasileño como de ultraderecha, pero, según Vélez, Bolsonaro es conservador. “En Brasil hubo una polarización muy fea y la intelectualidad terminó en el barco del socialismo. Nunca compartí esas ideas, fui un liberalista moderado, como el doctor Carlos Lleras Restrepo”.

Sus investigaciones y experiencia en la cultura y en la educación brasilera lo llevaron a ser tenido en cuenta por Bolsonaro para encabezar esta cartera.

Vélez nació en Bogotá, en 1943, en el seno de una familia antioqueña. Su padre era oriundo del Viejo Caldas. Aunque su niñez y adolescencia las vivió en la capital del país, por sus raíces Ricardo dice que se siente más paisa que rolo. Realizó sus estudios básicos en el Liceo de La Salle (Bogotá) y en el Instituto Tihamer Toth cursó bachillerato en Humanidades.

Se radicó, junto a su familia, en 1967, en Medellín, luego de obtener el título de Licenciado en Filosofía en la Pontificia Universidad Javeriana y de finalizar el curso de Teología en el Seminario Conciliar de Bogotá. Inició su carrera como docente de Literatura, Teoría Literaria y Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.

Se fue a Brasil para realizar una maestría en el área de pensamiento brasilero, en la Universidad Católica de Río de Janeiro. Y, a su regreso a Colombia se topó con el comienzo de una de las guerras más sanguinarias de la historia del país: la del narcotráfico. Este conflicto lo llevó a devolverse a Brasil en 1979. Para ese entonces era docente de la facultad de Derecho de la Universidad de Antioquia, esa misma institución donde el asesinato de maestros y estudiantes era el pan de cada día. “Yo le dije a mi esposa, que era brasilera, que la cosa se estaba poniendo fea en Medellín y le propuse que nos fuéramos a Brasil. Allí, yo hacía un doctorado y nos devolvíamos. Casi no acepta la idea porque adoraba Medellín”.

De vuelta, fijó su residencia en Sao Pablo, donde trabajó como investigador en la Sociedad de Cultura Convivia. Dos años después, en 1981, se trasladó a Londrina, en Paraná, para hacer parte del Departamento de Filosofía, en el que creó el Curso de Posgrado en Pensamiento Político Brasileño.

Como investigador centró su trabajo en cinco campos: historia del pensamiento brasileño, historia del pensamiento ibérico e iberoamericano, filosofía de las ciencias y teoría del conocimiento, filosofía política, e historia de la cultura. De ahí surgieron sus obras más importantes: su trabajo sobre el positivismo político en Rio Grande do Sul y el estudio de la formación del Estado patrimonial luso-brasileño.

Antes de ser designado como ministro, Ricardo Vélez estaba alejado de la política. Su primer acercamiento se dio cuando aún vivía en Colombia, en la época en que Carlos Lleras Restrepo se lanzó a las elecciones presidenciales de 1966. “Lo acompañé a hacer campaña y cuando comencé a ver cómo era el manejo de esos ‘dineros calientes’ en tiempos de elección preferí alejarme. Siempre he sido muy afín a la corriente liberal”.

Trató de estar al margen de la política brasileña, no obstante, sentó una posición muy radical frente al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores. Y eso se ve reflejado en una de sus obras, La gran mentira: Lula y el patrimonialismo petista, en la que afirma que hace trece años los brasileros creían en soluciones mesiánicas, una imagen a la que, según él, se ajustó perfectamente Lula.

Visitó Colombia por última vez en 2007, lo hizo en compañía de un grupo de empresarios. Conocieron los parques biblioteca que están instalados en Bogotá y Medellín, los cuales surgieron como una iniciativa local ante la violencia. Vélez asegura que quedó encantado con esta iniciativa y por lo tanto, desde entonces, ha tratado de promover este tipo de programas en Brasil.

En sus proyectos como ministro espera racionalizar el uso del dinero, ya que Brasil es uno de los países que más invierte en educación pública, en total es el 6% del PIB. “En lo que toca a la educación de primaria y secundaria debe haber una mudanza de perspectiva, dándoles más espacio a los municipios, que es donde las personas viven, y no a la legislación federal vertical”. Aunque asume el cargo el primero de enero del 2019, ya enfrenta una polémica.

Se trata de una especie de Ley Mordaza, con la que busca evitar que los profesores promuevan ideologías de género en el aula de clase. Vélez defiende este concepto aclarando que se trata de darles a los jóvenes una formación humanística, pero sin implantarles una determinada ideología. “En materia de educación es necesario partir del respeto a las tradiciones nacionales. Gran parte de la población es conservadora y yo soy contrario a la educación de género. En Canadá fue aprobada, por ejemplo, pero está siendo revisada por los parlamentos. No creo que las políticas implantadas de arriba para abajo son la solución, me parece una invasión del espacio privado por las familias".

Por Paula Casas Mogollón

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