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Amy Coney Barrett: ¿El mayor legado de Trump?

La llegada de la jueza Amy Coney Barrett a la Corte Suprema parece inminente. Este lunes por la noche, el Senado votará por la confirmación final de la nominada de Donald Trump para llenar la silla que dejó Ruth Bader Ginsburg en el máximo tribunal de justicia tras su muerte. Hay muchos asuntos en juego con Barrett. Y el más importante de todos no es ni el aborto ni el futuro del Obamacare.

26 de octubre de 2020 - 11:59 a. m.
Desde que el presidente Donald Trump nominó a la jueza Amy Coney Barrett a la Corte Suprema de Estados Unidos se ha hablado mucho sobre los desafíos que representará esta togada para los derechos que se han conseguido en el país en las últimas cinco décadas. EFE/EPA/Anna Moneymaker / POOL
Desde que el presidente Donald Trump nominó a la jueza Amy Coney Barrett a la Corte Suprema de Estados Unidos se ha hablado mucho sobre los desafíos que representará esta togada para los derechos que se han conseguido en el país en las últimas cinco décadas. EFE/EPA/Anna Moneymaker / POOL
Foto: EFE - Anna Moneymaker / POOL

“Cuando a los muchachos les enseñan derecho constitucional les dicen que todas las normas constitucionales son iguales, y no es así”, dice el doctor Marino Tadeo Henao, abogado de la Universidad Externado que recientemente fue ternado para reemplazar a Luis Guillermo Guerrero en la Corte Constitucional de Colombia.

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Henao tiene razón. Las normas tienen categorías y, dentro de esas categorías, son las normas sobre las reglas de juego las que tienen una importancia mayor para la democracia. Es decir, las que rigen las reglas del proceso electoral, uno de los pilares con los que se sostiene este sistema. Por ejemplo: quién vota, dónde vota, cómo vota y de qué manera se cuentan esos votos.

Desde que el presidente Donald Trump nominó a la jueza Amy Coney Barrett a la Corte Suprema de Estados Unidos se ha hablado mucho sobre los desafíos que representará esta togada para los derechos que se han conseguido en el país en las últimas cinco décadas. La agenda conservadora y religiosa de Barrett, que ella asegura no tener pero que su historial le hace imposible ocultar, sugiere que podría marcar el final del derecho federal al aborto. El matrimonio igualitario, reconocido por el gobierno en 2015, también podría dar marcha atrás con ella.

De igual manera, la jueza Barrett podría darle la estocada final en unas cuantas semanas a la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio (Obamacare) que le ha proporcionado una cobertura de atención médica a 20 millones de estadounidenses. Apenas terminen las elecciones presidenciales, la Corte Suprema escuchará argumentos orales para determinar si esta ley es inconstitucional. Esto como parte de la guerra de Trump para derribar el Obamacare.

Hay que recalcar que derogar la ley del Obamacare ahora, la cual Barrett ya ha desacreditado, dejaría sin protección médica a millones de ciudadanos en plena pandemia. Los republicanos se han apresurado a derribar el Obamacare sin presentar ningún otro plan de auxilio médico. Y todo esto sin mencionar otros asuntos en los que la jueza tendría poder, como, por ejemplo, que la Corte Suprema participará intensamente en debates sobre el cambio climático en los próximos años, un debate al que Barrett ha reducido como un mero “asunto controversial”.

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Pero, aunque todas estas discusiones son muy importantes, la mayor amenaza de una eventual llegada de Barrett y su agenda conservadora a la Corte Suprema es que ella continuaría con el proyecto político del Partido Republicano que le ha permitido por décadas asegurarse continuamente victorias en distintas elecciones al controlar las reglas del juego en el país.

Sin que la mayor parte de la ciudadanía se dé cuenta, los republicanos han mejorado desproporcionadamente las condiciones para que los votantes blancos tengan más influencia en las elecciones que las minorías, con ayuda del máximo tribunal y las cortes estatales. Esto gracias no solo al permitir que continúe el ‘gerrymandering’, la ciencia de la manipulación de los mapas electorales que se hace cada década, sino con las reglas sobre prácticas como el voto por correo, por poner solo un ejemplo. Y no hay que ir muy lejos para ver el desgarrador efecto de las cortes en la democracia.

Ahora mismo, la corte federal de Texas, donde Trump también puso varios jueces federales, permitió que los condados designen un solo punto de entrega por condado para las boletas de voto ausente, es decir, las del voto por correo. Esto significará una traba enorme para los votantes En la práctica, los ciudadanos tardarán más en votar por efectos de traslado y se saturará una oficina. También habrá una concentración de más gente aumentando el riesgo de contagio de coronavirus y los votantes pobres, con discapacidades o adultos mayores tendrán más dificultades para llegar a depositar su voto.

En otros estados, un elector simplemente puede llevar su papeleta a la iglesia o al ayuntamiento local. En Texas no. Se ha hecho todo por vulnerar el derecho al voto. En estos momentos se suponía que el gobierno debería estar haciendo lo posible por garantizar el derecho al voto de manera segura, pero está haciendo todo lo contrario. ¿Y por qué?

Hay que resaltar que las medidas de este tipo afectarán a los condados poblados en donde los demócratas tienen más fuerza. En Florida, por otro lado, la Corte del estado continúa privando de su derecho al voto a los exconvictos que ya pagaron su penitencia y que tienen tendencia a votar en contra de los republicanos. Este es el tipo de casos que pueden llegar a la Corte Suprema, en donde Barrett tendría la última palabra.

Los juicios relacionados con las reglas electorales son un problema de cada ciclo electoral. Nada más en estas elecciones se han presentado 400 demandas sobre las reglas de juego. Y dos de los estados que más han acogido estos pleitos son Michigan (35 demandas) Pensilvania (20 demandas), los cuales podrían ser los que decidan el resultado final en las presidenciales.

Este último estado es de vital importancia. La Corte en este momento está atrapada en una división de 4 votos contra 4 sobre la fecha límite para aceptar los votos por correo, al igual que Carolina del Norte, otro campo de batalla entre Trump y el demócrata Joe Biden. Barrett será quien ponga el desempate si es confirmada, así como en el caso de Carolina del Norte, también el de Pensilvania y otras disputas que vengan.

“Los jueces conservadores ahora han concluido que su papel es ayudar al Partido Republicano a seguir ejerciendo el poder político, inhibiendo la capacidad de los votantes para tomar una decisión diferente”, escribe Adam Serwer en The Atlantic.

¿Cómo evitar que esto pase?

Bueno, lo primero que se le viene a la cabeza a muchos es que Barrett no sea confirmada. Que se aplace la elección de un nuevo juez hasta después de las elecciones evitando así la mayoría arrolladora de 6 conservadores contra 3 liberales en la Corte. El doctor Henao, por ejemplo, tiene mucha esperanza de que los republicanos no le agreguen más leña al fuego en el país y eviten un total rompimiento de las buenas relaciones con su partido rival.

Para que Barrett no sea confirmada se necesitan 51 de los 100 votos del Senado por el no. En este momento, los demócratas cuentan con sus 45 votos más dos de los independientes, que los dejan con un total de 47. Así las cosas, se necesitan cuatro votos de senadores republicanos para rechazar a la nominada de Trump. En la mañana del lunes solo se había conseguido uno, el de la senadora Susan Collins que votará en contra de la nominación, no porque esté contra Barrett, sino porque considera que el proceso no debería llevarse a cabo tan cerca de las presidenciales.

Para entender el voto de Collins tenemos que recordar cómo llegamos a este punto.

Este proceso de confirmación se hace para llenar la silla que dejó la jueza Ruth Bader Ginsburg tras su muerte a tan solo 47 días de las elecciones. Los republicanos aceleraron la nominación de un nuevo juez porque sabían lo que estaba en juego: la pelea por las reglas electorales. Pero entraron en una contradicción enorme.

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Hace cuatro años, en 2016, los republicanos se negaron a aceptar la nominación de Barack Obama del juez Merrick Garland para reemplazar al fallecido juez Antonin Scalia. Para ese momento quedaban 237 días para las elecciones, y los republicanos dijeron que dada la cercanía con los comicios, este proceso le correspondía al presidente electo, no a Obama. Así sentaron un precedente. Pero ahora, cuando quedaban menos días para las elecciones generales, rompieron con ese discurso. Fue una hipocresía. Un irrespeto.

El escenario para esta noche de lunes es que la confirmación de Barrett es inevitable. Aún podríamos ver una jornada sorpresiva. Sabemos que los republicanos cuentan con los votos necesarios para confirmar a Barrett, pero no han votado y hasta el último minuto sabremos cuál será el resultado final.

En 2018, el senador John McCain evitó así, en el último segundo, que el Obamacare se hundiera en una decisión histórica, poniendo los intereses de la nación por encima de los intereses de su partido. Pero para este momento el Partido Republicano ya no cuenta con figuras como el difunto senador McCain. Quien más se le aproximaba era el senador Mitt Romney, pero este ya dijo que votará a favor de Barrett. Tras la muerte de McCain no hubo nadie que llenara su vacío.

Entonces, si Barrett es confirmada, que es lo más posible, quedan dos escenarios para evitar que las malas prácticas del Partido Republicano de usar las reglas de juego a su favor continúen ocurriendo, Y esos escenarios dependen plenamente de las elecciones generales que se darán la próxima semana en el Legislativo y en el Ejecutivo.

Si Trump gana las elecciones, las cosas continuarán igual: habrá supresión de votantes y unas reglas de juego que favorecerán continuamente a los republicanos. Si Biden gana, y los demócratas recuperan el Senado -solo necesitan ganar cuatro carreras- se baraja una jugada conocida como Pack the court, que, en palabras simples, significaría una ampliación de las sillas de la Corte. Es decir, Biden podría proponer que ya no sean nueve jueces, sino 11 o quizás 13. Incluso en las primarias demócratas, el excandidato Pete Buttigieg habló de expandir la Corte Suprema a 15 jueces.

¿Es esto posible? ¿Ya se ha hecho antes?

El expresidente Franklin D. Roosevelt lo intentó hacer en 1937 buscando nombrar hasta seis jueces para que respaldaran su legislación sobre el New Deal. Pero sus esfuerzos murieron en el Senado. Antes de él, hubo un par de ocasiones en los que se cambió el número de jueces por capricho de los mandatarios, hasta que en 1869 se pasó la Ley del Poder Judicial que estableció el número en nueve y no se volvió a cambiar.

Eventualmente traería un gran problema para el país. Por lo que hay más opciones sobre la mesa. Si Biden gana la presidencia podría establecer límites de 18 años al mandato de un juez de la Corte Suprema, cargos que hasta ahora son vitalicios. Implementar eso sería difícil, aunque cada vez recibe más apoyo la idea. Esto necesitaría de una enmienda a la Constitución.

En solo una semana, Estados Unidos tiene tres procesos electorales claves en las tres ramas de poder. El próximo 3 de noviembre, se elegirá el presidente y se renovará un tercio del Senado. Ejecutivo y Legislativo están en juego. Pero la de este lunes, la elección de un nuevo juez para la Corte Suprema, podría ser la decisión más importante de todo el año. Incluso más que las mismas presidenciales. A partir de lo que pase hoy, se decidirá el futuro de la próxima década.

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Perrinola(18909)26 de octubre de 2020 - 02:05 p. m.
Como era de esperarse, la "herencia de Trump" resulta ser alguien que representa el pensamiento más retrógrado imaginable.
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