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Arabia Saudita lo ha hecho de nuevo: esta vez, aparentemente, no solo asesinó a Yamal Khashoggi, un importante crítico del régimen saudí, sino que también ha desmembrado y desaparecido sus restos. Su último paradero fue la embajada saudí en Turquía y sin que todavía se conozca la conclusión de la investigación preliminar por distintas autoridades, es una buena oportunidad para la siguiente reflexión.
En textos anteriores ya había planteado que la nueva imagen que quiere crear Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudita, sobre el Reino al otorgarle a las mujeres el derecho a conducir o abrir salas de cine, no logra limpiar el historial criminal de una monarquía que en este momento bombardea a Yemen sin consideración por la vida humana. Todas son facetas del Reino, pero que permiten plantear que la libertad va más allá de estas concesiones, sino que sus ciudadanos puedan verdaderamente pensar y opinar sin miedo.
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Yamal Khashoggi, quien trabajó durante muchos años para la monarquía, no solo era saudí sino que también tenía residencia estadounidense, pues vivió en Virginia y colaboraba para el diario The Washington Post. Su editora, desconsolada por su desaparición, afirmó: era un hombre que tenía muchos contactos aquí en los Estados Unidos. Ello permite pensar en que si fueron capaces de realizar dichas conductas con una persona de tal reconocimiento, no se puede imaginar lo que vienen haciendo sin la atención de los medios de comunicación con disidentes del régimen dentro y fuera del país de menor “visibilidad”.
Pensemos por ejemplo, más allá de las fronteras saudíes, lo que han venido haciendo por más de 3 años en Yemen, el país más pobre de la península arábiga. Recordemos el ataque a un bus escolar, a celebraciones de matrimonios, y en general, un castigo colectivo a todo un país que además sufre del cólera y diversas enfermedades, y que también padece del hambre como táctica de guerra, pues la coalición liderada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes mantiene un bloqueo aéreo y marítimo al país, impidiendo la entrada de suministros esenciales.
Ver más: ¿Quién manda en Arabia Saudita?
Lo que este hecho ayuda a reforzar, esperando la confirmación de lo que verdaderamente sucedió con el periodista saudí, es la imagen de una monarquía absolutista al estilo de las europeas del siglo XVI (sí en pleno siglo XXI). Una donde cualquier voz de protesta de sus ciudadanos enseguida es silenciada, donde el temor de cualquier opinión diferente a la de los monarcas hace que las personas no puedan si quiera opinar y expresarse sin esperar la represión del gobierno. El caso de Arabia Saudita es especial, pues cuenta con el apoyo incondicional de los Estados Unidos y los países más importantes del hemisferio occidental, lo que le permite creer que debido a los altos intereses económicos que mantienen, siempre harán caso omiso a sus crímenes.
Esperemos que en esta ocasión sea diferente. Donald Trump afirmó que “espera que Yamal no esté muerto” y que ha hablado con la ex prometida de Yamal, de nacionalidad turca, a la que le prometió seguir de cerca la situación. Sin duda cuando se conozca el informe de la investigación ello tendrá un efecto sobre las relaciones con Turquía y, esperemos, una fuerte reacción de condena de los Estados Unidos y por qué no de Colombia que ha padecido de desapariciones forzosas de esta índole y que con mayor razón debería pararse al frente y pedir justicia por estos crímenes.
El Colegio de México