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En los últimos días, en Brasil se vivió una verdadera conmoción nacional debido al asesinato de la concejala Marielle Franco, de 38 años, quien había sido elegida como la quinta más votada en la ciudad de Río de Janeiro en 2016, por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). Franco fue asesinada junto a Anderson Gomes, el conductor del vehículo en el que viajaba el pasado miércoles 14 de marzo.
Su muerte ha levantado innumerables debates sobre la intervención militar federal en Río de Janeiro, una medida jamás tomada después del fin de la dictadura militar en 1985, y ha suscitado dudas sobre la protección del Estado a los activistas de derechos humanos.
Parece ser que el Estado, en carácter de urgencia, eligió la militarización en contra del narcotráfico y del crimen organizado, ruta conocida por muchos, que ha cobrado miles de vidas, especialmente en América Latina. Esta experiencia ha contaminado los ejércitos e incrementado el número de homicidios extrajudiciales en Brasil.
La muerte de Franco se dio después de denunciar en las redes sociales los abusos cometidos por el 41º Batallón de la Policía Militar de Río de Janeiro en Acarí, una zona vulnerable dominada por el narcotráfico y la violencia. Su última aparición fue en un evento denominado “Jóvenes Negras: transformando las estructuras”.
La vida de Marielle está vinculada a la de millones de brasileños invisibilizados, que a larga se transforman en meras estadísticas. Ella creció en la favela de la Maré y reunía las características que tanto han incomodado al Brasil del Orden y Progreso: mujer, negra, oriunda de una favela y defensora de derechos humanos. Un símbolo.
Según el Mapa de la Violencia elaborado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), “en Brasil, cada 23 minutos un joven negro es muerto”, lo que denota que la Democracia racial, inmortalizada por Gilberto Freyre, todavía es una utopía.
Sin embargo, Marielle con su perseverancia y valentía logró romper la brecha histórica de la desigualdad. Se graduó en sociología y fue elegida concejal para la Cámara de Río de Janeiro con 46.502 votos en 2016. En febrero de este año fue nombrada relatora de la Comisión de la Cámara de Concejales de Río con el objetivo de observar la actuación de las tropas en la intervención federal.
En su agenda política, Marielle incluyó temas como la defensa de la población negra, de la mujer y de los derechos humanos. Durante su corta gestión presentó 16 proyectos.
Las averiguaciones apuntan a un crimen fríamente calculado, premeditado, con características de una ejecución, algo que se aleja de los métodos convencionalmente utilizados. Esto ha generado un clima de terror entre la población.
Según las investigaciones, la munición utilizada por los asesinos de Marielle pertenecía a lotes de armamento vendidos a la Policía Federal en 2006. Raul Jungmann, el ministro extraordinario de Seguridad Pública de Brasil, afirmó que las balas fueron robadas en la sede de Correos, en el estado de Paraíba, hace algunos años.
El crimen de Marielle ha conmovido a los defensores y opositores de la intervención militar, pero exige del gobierno investigación inmediata y eficaz. Por otro lado, envía un mensaje al gobierno federal de que en este complejo contexto militarizado, en medio de un fuego cruzado, las soluciones no serán tan sencillas. Las respuestas eficaces y las estadísticas favorables probablemente no aparecerán en el escenario preelectoral.
Para el general Braga, comandante de la operación, el asesinato es un mensaje claro de que los criminales que dominan la vida cotidiana en Río no van a detener sus acciones ante la mano dura del Estado. Braga dice que hay que blindar a sus tropas de los posibles corruptores y revaluar los objetivos estratégicos de la misión para que el Ejército no sea visto como el responsable de la inseguridad en Río de Janeiro y por los riesgos asociados a la militarización de la lucha contra el narcotráfico.
Mientras que para los líderes sociales y las poblaciones vulnerables, esto es un caso más de una larga y dolorosa resistencia que ojalá no signifique resignación y apatía ante un 2018 tan decisivo para la historia del país.
No más Edson, Chico Mendes, hermana Doroty ni Marielle.
Este no es el Brasil que queremos.
*Profesora Universidad Externado de Colombia.