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Un exsicario del Chapo Guzmán que colabora con el gobierno estadounidense relató el jueves en su juicio en Nueva York, con lujo de macabros detalles, torturas y ejecuciones cometidas por el propio capo mexicano contra narcos rivales.
Fue el primer testimonio en el juicio que relata asesinatos cometidos por el exlíder del cartel de Sinaloa con sus propias manos, y se suman a otras ejecuciones ordenadas por el Chapo contadas por diferentes testigos.
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Aunque Joaquín "Chapo" Guzmán no es juzgado por homicidio, sino por el tráfico de más de 155 toneladas de drogas a Estados Unidos, la fiscalía busca presentarlo ante el jurado como un hombre violento y despiadado, capaz de todo para proteger su negocio.
"Venía quemado con una plancha en toda la espalda, la playera que traía estaba pegada a la piel, traía marcas de encendedor de carro en todo el cuerpo, los pies también quemados", contó Memín, de 39 años, que empezó como sicario de Joaquín "Chapo" Guzmán y luego fue su secretario y piloto.
El Chapo se enojó porque se lo enviaban en mal estado, y lo dejó durante días encerrado en una suerte de gallinero. Al final, "ya apestaba (....) Estaba podrido", dijo el testigo.
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Finalmente, tras dos interrogatorios, el Chapo le disparó con su pistola .25, despidiéndose con la frase: "¡A chingar a tu madre!".
Aunque el hombre seguía respirando, "así lo echamos al hoyo y lo enterramos", contó Memín.
"Las personas estaban completamente sueltas, los huesos todos quebrados, no se podían mover. Y el señor Joaquín les seguía golpeando con el tronco y con el arma también", relató.
Frente a una hoguera que habían ordenado encender, el Chapo "le puso el rifle en la cabeza a uno, le disparó y le dijo: '¡A chingar a su madre!'. Hizo lo mismo con el otro", dijo Memín.
Los tiraron a la hoguera. "Que no queden ni los huesos", dijo el Chapo, según su pistolero Memín, que antes de comenzar a trabajar para el capo en 2004 fue miembro de las fuerzas especiales del ejército durante siete años.
Memín fue arrestado en 2014 y hace más de cuatro años que está en una prisión estadounidense. Su sentencia puede ser de entre 10 años y cadena perpetua, pero espera reducirla a raíz de su colaboración con el gobierno.