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Según el New York Times, entre 2003 y 2012, la cifra de bebés que nacen dependientes a los opiáceos se quintuplicó. En Kentucky, por ejemplo 15 de cada 1.000 niños padecen la adicción que adquieren en el vientre de sus madres, también dependientes a la droga y que afecta gravemente su salud pues los hace sufrir todos los síntomas del síndrome de abstinencia.
La mayoría de los casos se presentan en lugares empobrecidos, lejos de las grandes ciudades y son comunes los casos en los que las madres son separadas de sus hijos para que estos reciban tratamiento médico.
Los bebés que sufren dependencia no son capaces de comer, quedarse dormidos. Y sus cuerpos suelen permanecer rígidos. Según la enfermera Chandra Wells, consultada por el New York Times, alimentarlos es todo un reto porque “les pasas una botella y se ponen frenéticos” y además “no son capaces de apretar adecuadamente el biberón.
La preocupación de las autoridades es tal, que los hospitales en las zonas urbanas están buscando expandir la capacidad de sus unidades de cuidado neonatal, todo con el fin de poder prestar sus servicios a las oleadas de recién nacidos que llegan desde las áreas rurales del país.
El tratamiento estándar para este tipo de casos es poner pequeñas dosis de morfina en la boca del bebé hasta que se calma y logra alimentarse. A las doce semanas la droga le es retirada, pero para esto es necesario que el niño esté internado en una unidad neonatal de cuidados intensivos, un privilegio de las grandes ciudades e implica separar a las madres de sus hijos.
A pesar de hacerlo con buenas intenciones, el hecho de separar a las madres de sus bebés hace que la situación, lejos de mejorar, empeore. Estudios realizados por la Universidad de Pittsburgh y el Hospital Infantil de Dartmouth-Hitchchcock en Nuevo Hampshire han demostrado que tener cerca a sus madres hace que los niños con dependencia necesiten menos medicación y duran menos en cuidados intensivos.
Mientras tanto la cantidad de presupuesto público destinado al tratamiento de bebés sigue creciendo. De acuerdo con investigadores de la Vanderbilt University, en Nashville, en 2012 se invirtieron 1.5 billones de dólares en el tratamiento médico de este tipo de casos.
La crisis de los opiáceos en EE.UU.
El pasado 13 de junio, las autoridades estadounidenses acusaron a 412 doctores, enfermeras y otros profesionales médicos, por estar involucrados en lo que el fiscal general Jeff Sessions describió como la crisis de droga más mortífera de nuestra historia"Solo el año pasado, 60.000 personas murieron por sobredosis.
Además de los profesionales médicos, también están involucrados personas que trabajaban dentro de un esquema ilegal para recetar y distribuir pastillas que contienen opioides adictivos como oxicodona.
También la semana pasada, la farmacéutica Mallinckrodt, productora de oxicodona, aceptó pagar una multa de 35 millones de dólares al Gobierno de Estados Unidos. La empresa cometió varios errores en su línea de producción que hicieron que la droga terminara vendiendose en las calles. En su planta en Nueva York, por ejemplo, el número de pastillas que fabricó no coincidía con los registros que aparecían en los registros de comercialización
"Parte de nuestra misión es responsabilizar a los fabricantes de medicamentos por sus comportamientos. Las acciones y omisiones de Mallinckrodt formaron parte de un eslabón en la cadena de suministro que dio lugar a la venta de millones de pastillas de oxicodona en la calle", dijo Sessions, en un comunicado.
Los analgésicos tienen un valor muy alto en el mercado negro y por eso, una vez se genera la dependencia, los usuarios buscan un sustituto en la heroína.