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Quedan cuarenta días antes del 31 de diciembre, fecha en la que finalizará el período de transición post-Brexit durante el cual el Reino Unido, que abandonó oficialmente la Unión Europea (UE) el 31 de enero tras el referéndum de 2016, dejará de aplicar las normas europeas.
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En este apretado calendario, las discusiones sobre la futura relación entre Londres y la UE se vieron frenadas el jueves por un caso de covid-19 en el equipo europeo, que obligó al negociador de la Unión Europea, Michel Barnier, y a su homólogo británico, David Frost, a poner fin a toda reunión cara a cara.
Las discusiones continuarán a distancia y se reanudarán en persona “cuando se considere seguro hacerlo”, dijo el viernes un portavoz de Boris Johnson. La presidenta de la comisión europea, Ursula von der Leyen, mostró un poco de optimismo el viernes al señalar que en los últimos días se han registrado “progresos”.
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Pero “queda mucho trabajo por hacer”, matizó, en particular sobre los tres principales puntos de bloqueo: las garantías exigidas en Londres en materia de competencia, el acceso de los europeos a las piscifactorías británicas y la forma de resolver las diferencias en el futuro acuerdo.
Sin un tratado comercial que regule sus relaciones, Reino Unido y la Unión Europea corren el riesgo de un nuevo choque económico, que se sumaría al creado por la pandemia vinculada con el nuevo coronavirus.
En caso de “no deal”
A pesar de su deseo de romper los lazos con la UE, Boris Johnson debe sopesar las consecuencias económicas y políticas de una ruptura total.
Aunque afirma que el Reino Unido “prosperará” pase lo que pase, la recuperación podría ser dos veces más lenta sin acuerdo comparada con lo que sería si el Reino Unido mantuviera sus actuales relaciones comerciales con la Unión Europea, advirtió la empresa de auditoría KPMG en un estudio publicado el miércoles.
En caso de “no deal” (no acuerdo), el producto interior bruto (PIB) aumentará 4,4% en 2021, estima KPMG, frente a 10,1% si el Reino Unido permaneciera en el mercado único.
Si no se llega a un acuerdo, los exportadores del Reino Unido también tendrán que cumplir muchas formalidades administrativas y no tendrán tiempo para prepararse.
En el plano político, aunque la franja eurofóbica de los diputados conservadores se alegraría de un “no deal”, también podría poner en peligro la unidad del país, dando una razón adicional a la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, para reclamar al gobierno británico un nuevo referéndum sobre la independencia de Escocia, que votó masivamente contra el Brexit.
En caso de “no deal”, su partido podría obtener aún más votos en las elecciones locales previstas dentro de seis meses, haciendo más legítimo su deseo de un nuevo referéndum.
En otra parte del Reino Unido, en Irlanda del Norte, el “no deal” amenaza con reavivar las tensiones en la frontera con la República de Irlanda.
Los controles habían sido suprimidos al final de los disturbios que habían enfrentado durante tres décadas republicanos, mayoritariamente católicos, y unionistas, mayoritariamente protestantes, hasta el acuerdo del Viernes Santo en 1998.