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En las últimas semanas la oposición pareciera enfrentar la peor crisis desde el fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002, cada día le surge una nueva división, y su incapacidad para salir del presidente Maduro sólo es superada por su incapacidad para plantear una respuesta a los problemas del día a día de la población venezolana que enfrenta la pandemia en medio de una emergencia humanitaria compleja y prolongada.
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Pareciera que la oposición está completamente desconectada de la población que intenta sobrevivir todos los días a la perversidad del Chavismo en Venezuela, e igualmente desconectada de la población migrante en condición de vulnerabilidad. Y de otro lado, sus aliados empiezan a resentir la fatiga de apoyar a un proyecto que es incapaz de cumplir lo que prometió, en un contexto en que están cambiando las prioridades.
Quizás lo que más molesta en Colombia es la propuesta de Maria Corina Machado de salir de Nicolás Maduro con una “Operación de paz y estabilización”. Pocos países como Colombia tienen conciencia de lo que significa la guerra, el conflicto armado colombiano ha dejado heridas profundas y a pesar de las negociaciones y los acuerdos la paz es aún un anhelo. Quizás por eso la propuesta de crear una coalición internacional que venga a la región a resolver lo de Venezuela resulta tan chocante. Lo único peor que una dictadura es un país hundido en la guerra. Por más que la líder de Vente Venezuela se empeñe en mostrar al régimen como acorralado y a punto de caer, sus argumentos suelen evocar los argumentos que precedieron las acciones en Afganistán, Irak, Siria y Libia.
Pero el error más grande de la oposición venezolana en Colombia es que se dejó caer en la polarización entre uribistas y antiuribistas, en medio de su agradecimiento con Álvaro Uribe Vélez, por el apoyo que les ha brindado el expresidente, han llegado a descalificar las instituciones colombianas y comparar políticos, periodistas y analistas que disienten con el gobierno colombiano y del uribismo, con los chavistas y sus esbirros, y alimentan las peores teorías conspirativas. La oposición venezolana que conceptualmente estaría más a la izquierda en el espectro político colombiano se ha auto marginado de las posiciones de centro y centroizquierda, y es percibida como de extrema derecha y aliada al ala más radical del Centro Democrático. Con sus intervenciones en el debate interno colombiano se han ganado la antipatía de una parte importante de la población.
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La intromisión en asuntos internos de Colombia y su parcialidad en favor del uribismo hacen que la oposición venezolana no cuente con el apoyo político, ni el favor de la opinión pública colombiana. Es más, los eventos de corrupción entre miembros de la oposición que se debelaron en territorio colombiano y su falta de transparencia para abordarlos, causan sospecha y ponen en duda sus verdaderas motivaciones.
La credibilidad de la oposición venezolana en Colombia se ha visto socavada incluso por el propio gobierno de Iván Duque, por ejemplo: cuando se le solicitó a Guaidó las medidas contra Aida Merlano, o cuando no se le exigió una explicación por la operación Gedeón. Entre la risa que suscitó el primer episodio y la indignación de estar usando territorio colombiano para operaciones “militares”, quedo en evidencia que la figura de Guaidó carece de poder real y que él se planteó acciones que ponen en riesgo al Estado colombiano.
Flaco favor hacen algunos de esos supuestos “líderes” de la oposición que se ven a sí mismos como “venezolanos de bien” y se la pasan descalificando las últimas oleadas migratorias: “-esos que están llegando son chavistas, son malandros y son gente que manda Maduro para desestabilizar a Colombia”. Desprecian y estigmatizan a sus connacionales y lo único que logran es que algunos gobernantes y congresistas colombianos les compren el discurso, terminan promoviendo la xenofobia y la aporofobia.
Hoy la oposición no solamente se divide en las cuatro facciones que van de los colaboracionistas de Fermín y Parra, pasando por promotores de la vía política y electoral de Capriles, los de la Asamblea Nacional de Guaidó y los radicales de Machado, sino también entre los que están en Venezuela y los que hacen su labor desde el exilio. Y en el caso de estos últimos, algunos de los que están en Colombia, ya se parecen y comportan como lo hacen los cubanos mayameros.
* Investigador y vocero del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios internacionales Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario