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Tanzil Philip tiene 16 años y teme ir a su escuela en Florida. Este miércoles, se vuelve a sentar en un pupitre por primera vez desde que tuvo que huir, corriendo y con las manos en alto, porque un hombre estaba acribillando a tiros a sus compañeros y maestros.
"No sé cómo me voy a sentir. Es muy loco, son muchas emociones distintas", dijo Philip frente a la escuela Marjory Stoneman Douglas en Parkland, al norte de Miami.
"Estoy asustado y también estoy feliz de recuperar algún sentido de normalidad, pero no sé cómo me voy a sentir cuando vuelva ahí sin mis papás y estemos todos sentados".
El 14 de febrero, Philip y sus amigos evacuaron la escuela luego de que Nikolas Cruz, de 19 años, matara a 17 personas con un rifle semiautomático AR-15. Desde entonces, Philip sólo volvió el domingo, para asistir a una orientación voluntaria para alumnos y maestros.
"Fue muy raro volver. Todo estaba congelado en el tiempo, fue como si nada hubiera cambiado en los edificios", comentó a la AFP. "Es muy triste".
Y dijo que este miércoles será aún más triste: "Ya sé que vamos a estar todos ahí hablando de eso".
Pero, según los expertos, eso es exactamente lo que hay que hacer. Hablar de eso.
"Lo más importante es decirles 'miren, vamos a tener esta conversación, estamos aquí para hablar con ustedes y responderles sus preguntas'", dijo la psiquiatra Nicole Mavrides, profesora de la Universidad de Miami y especializada en niños y adolescentes.
Es necesario "preguntarles lo que recuerdan, lo que saben, cómo se sienten, si tienen preguntas sobre lo que ocurrió".
La especialista comentó a la AFP que será difícil para los alumnos de Parkland volver a las clases, pero "hay que hacerles saber que nadie está esperando que a ellos se les haga fácil, hay que decirles que está bien que tengan miedo y está bien sentir rabia".
Después de un trauma semejante el individuo puede sufrir una "reacción de estrés agudo", dijo Mavrides. Si los síntomas -pesadillas, rememoraciones vívidas- se prolongan más de un mes, puede tratarse de síndrome de estrés post-traumático (PTSD).
Por eso los maestros, terapeutas y religiosos se enfocan en ayudar a los estudiantes a sacar las emociones afuera.
"Esperando con ansia que llegue mañana", escribió a sus alumnos el director de la escuela, Ty Thompson, la tarde del martes. "Recuerden que nuestro foco será la preparación emocional y el consuelo, no el currículum: no hay necesidad de que traigan sus morrales. Vengan listos a comenzar el proceso de curación".
El sábado, el director prometió abrazar a cada uno de sus 3.300 alumnos si ellos así lo querían. "Superaremos esto juntos", dijo. Al día siguiente, cuando éstos fueron a la escuela a recuperar las pertenencias que habían dejado al huir del tiroteo, Thompson cumplió su palabra.
"Seré fuerte. Estoy un poco nerviosa pero tenemos que ser fuertes en estas situaciones", dijo Jenna Korsten, una estudiante de 17 años que sobrevivió el ataque. "Somos familia y tenemos que estar juntos en esto", comentó a la AFP frente a la escuela.
La cerca que bordea la institución está cubierta por peluches, velas y carteles que, con caligrafía infantil, ponen mensajes como "no a las armas".
En una esquina, las 17 cruces blancas con los nombres de los 14 estudiantes y tres empleados fallecidos están tan desbordadas de flores que el perfume se siente desde varios metros atrás.
Apenas se supo el 14 de febrero que acababa de ocurrir un tiroteo, comenzaron a divulgarse informes de servicios religiosos y "terapeutas de duelo" gratuitos, tanto en Parkland como en sus alrededores.
La Universidad de Miami, por ejemplo, aún hoy envía expertos de su Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento para atender a las víctimas, familiares y sobrevivientes.
A este equipo pertenece la doctora Mavrides, aunque ella no atendió personalmente a los dolientes, sino sus alumnos.
"Esto es nuevo para todos, no hay un guión, no hay un libro sobre qué puede hacer la gente con esto", dijo la doctora. La vuelta a la normalidad "no ocurrirá de la noche a la mañana".